Rozando el Mar ©

Las estrellas tintineaban sobre su cabeza y el mar frente a él le bailaba con sus olas, bajo las órdenes de la luna. Él estaba apoyado en el faro, como siempre a esa misma hora, mientras las palabras resbalaban de sus labios carnosos. Las sirenas poco a poco se acercaban hechizadas bajo su canción: no importaba cuántas veces la escuchasen, siempre la amarán. Siempre y cuando sea él quien la cante.

—Si la luna un material fuera,
su belleza opacada sería.
Si el mar solamente agua fuera
todo se perdería.

La canción era una historia, aunque sólo el verso expresara un amor por el mar, realmente era su historia, y todas las sirenas, aunque estuviesen furiosas con él, de él se compadecían porque cuando el sol se iba, la energía de Nahuel cesaba y sus versos cambiaban de coquetos a melancólicos.

En las noches, frente al mar y bajo las estrellas, él era otra persona, como si su estado cambiara radicalmente, como si en el mundo, solamente existiese él. Cantaba como si verdaderamente su voz dependiera de ello.

—En el océano me pierdo…
Veo el océano y no sé.
Tan increíblemente inmenso…
que no navegaré.

Así eran todas las noches, un verso inventado por él, nacido de su melancólico corazón nocturno y adolorido, y una canción que ya todas las sirenas e incluso las ballenas, así como pudiesen ser todos los habitantes del mar; se sabían de memoria.

¿Sabes qué se debe de hacer para enamorar a una sirena? Cantar versos de los mejores poemas románticos.

Ése era el truco de Nahuel, enamoraba a cada una de las sirenas con sus signos coquetos y versos románticos y, muy a pesar de las sirenas, quienes tenían el corazón roto y vivo para él, sabían que el rey de su Bahía amaba el mar y ni una sirena, ni una humana, ni ninguna otra especie, podría ser tan afortunada para estar encima de esa pasión. Él le pertenecía al mar…

Las emociones abundaban en las aguas, cada una tan real y apasionante como las otras. La mayoría eran por Nahuel, sus corazones rotos y llenos de ilusiones hacían que el mar contagiase de vida a las demás criaturas. Había de todos los sentimientos que podrías imaginarte, furia, tristeza, ilusión… pero la que más abundaba siempre y resultaba ser la madre de todas esas sensaciones, era el amor.

La historia de Nahuel era compartida por toda la Bahía, cada ser la conocía y cada uno se apiadaba del joven que siempre dormía sobre la arena y cantaba cada noche. Todos lo comprendían porque sus padres, unos seres monstruosos, querían condenarlo a una vida que él no quería.

Una de las sirenas se irguió cerca de la arena para tomar una de sus manos y acariciarla. Ella era rubia y tan bella que hechizaba a todos, menos a él. A él sólo lo hechizaba el mar.

—Mírate —murmuró la sirena mientras él no le prestaba atención—. Ya estás agotado, regresa a casa, mañana aquí estaremos las ballenas y nosotras para ti.

Él solamente dejó escapar un suspiro de sus labios para luego ver a la rubia y sonreírle. No le convencía en lo absoluto la idea de volver a casa, pero definitivamente ya estaba cansado, mañana temprano volvería con ellas y jugaría.

Nada que podría cambiar sus planes, absolutamente nada.

Giró su cabeza para ver a las demás sirenas que nadaban hacia los costados para dejar pasar al muchacho. Éste separó su mano de la sirena rubia quien se volvió a sumergir en el mar al igual que él.

Estaba listo para nadar a casa.

🐚🐚🐚

¡Por fiiiin! He estado esperando muchísimo tiempo (y sinceramente no sé qué estaba esperando ni por qué), pero ya deseaba poder continuar con esta historia que tiene un valor muy profundo en mi corazón, ya que es parte de mi historia, totalmente modificada para ser una novela de fantasía.

Esta historia es totalmente ficticia, tiene pocos personajes y no estoy segura de si vaya a ser tan larga, pero sé que ocurrirán muchísimas cosas y espero de todo corazón que les guste tanto como a mí.

Esta novela será exclusiva de Booknet, por el momento no planeo subirla a otra plataforma, así que ¡comencemos con esta hermosa y emocionante aventura!