Estoy en clase de matemáticas, y la luz cálida de la tarde se cola por los grandes ventanales del salón. Estamos abordando el último tema que será incluido en los exámenes que se aproximan. Aunque me siento un poco distraída, estoy comprendiendo bien la materia, gracias a que la profesora Lucrecia hace un excelente trabajo. Ella explica todo con paciencia y, sobre todo, con amor.
-Bueno, chicos, para la práctica pueden formar grupos de tres personas —anuncia la profesora antes de tomar asiento.
Miro hacia un lado y veo que Matthew me está mirando. No estoy segura si es una casualidad, pero aprovecho la oportunidad y le hago señas. Matthew asiente con la cabeza y luego le pregunta a Alan si quiere estar en nuestro grupo y él acepta sin dudar. Juntamos nuestros pupitres y nos disponemos a terminar la práctica, solo eran unos cuantos ejercicios así que, en menos de diez minutos, terminamos.
Estaba mirando por la ventana cuando mis ojos se encontraron con un par de ojos achinados. Ana me miraba fijamente antes de hacerme una pequeña seña con la mano, pidiéndome que me acercara a su asiento. Me levanté un poco extrañada y me acerqué a ella. Me agaché justo a la derecha de su pupitre y levanté la mirada, encontrándome con la suya.
-Te gustan, ¿verdad? —dijo Ana suavemente. Abrí los ojos sorprendida y, por un momento, mi postura flaqueó.
- ¿Quiénes? -pregunté, haciéndome la tonta.
-Ellos - dijo Ana, moviendo la cabeza en dirección a Alan y Matthew.
- ¿Por qué dices eso, Ana? -la cuestioné, todavía dudando. Mis dudas se iban disipando poco a poco, solo tenía que comprobarlo.
-Por la forma en que nos miras a Alan y a mí cuando estamos juntos, abrazados o simplemente hablando, aunque a juzgar por la diferencia de como miras a Matthew, diría que son mas celos de mejor amiga. Y porque cuando Matthew te saluda, te abraza o se acerca a ti, siempre colocas un mechón de tu cabello detrás de la oreja. Eso es tu señal de nerviosismo, además de que tus ojos se iluminan cuando lo ves disimuladamente en el salón. Y te digo, no eres la única que he visto mirando fijamente a otra persona. Matthew suele mirarte cuando estás distraída, y sus ojos no reflejan felicidad cuando Sam se acerca a ti.
Ana me dijo esto y, si creía que no podía estar más sorprendida, estaba equivocada. Mi corazón volvió a latir con fuerza y, de manera inevitable, giré mi rostro hacia él. Me di cuenta de que sus ojos estaban fijos en mí, pero al notar mi mirada, giró la cabeza hacia el otro lado.
-Estoy segura de que a él le gustas. Hazle caso, sal con él. Matthew es un buen chico -dijo Ana suavemente antes de volver a su actividad. Me levanté, todavía nerviosa, y regresé a mi asiento.
Mi mente viajaba a un momento en segundo año de secundaria, cuando teníamos un compañero llamado Andrés el cual se cambió de colegio el año pasado. Ana y él siempre estaban juntos e incluso se besaron más de una vez. En ese momento, Matthew gustaba de Ana y se lo había confesado; ella lo rechazó y recuerdo verlo llorar por ello. Unos meses después, Ana me confesó que había estado con Andrés por presión social, pero que, en realidad, estaba enamorada de Matthew.
Él es un buen chico: siempre dispuesto a ayudar a los demás, amable, atento, cariñoso, estudioso. Tiene muy buenas cualidades y esa ternura que desprende simplemente con existir logra captar mi atención por completo. Me da miedo lastimar sus sentimientos en caso de que realmente sienta algún tipo de atracción por mí. Me asusta confesarle mis dudas y perder nuestra amistad, que se ha forjado poco a poco. Realmente me daba mucho miedo perderlo por unas estúpidas dudas.
(...)
Hoy, Dereck ha llegado al colegio con una Play Station. Dice que viene de casa de su padre y que no tuvo más opción que traerla consigo. Han decidido que Alan, Joan y Matthew se queden a dormir en casa de Dereck. Alan y Joan tienen permiso, pero la única persona a la que vemos casi imposible de obtener ese permiso es a Matthew. Según me han contado, la madre de él es muy difícil de tratar; su carácter es realmente fuerte y Matthew es su hijo menor, por lo que recibe la mayor parte, si no toda, de su sobreprotección.
A la hora de la salida, nos reunimos los cinco en la entrada, esperando que Matthew terminara de hablar con su madre para ver si conseguía el permiso. Él se acercó a nosotros con una expresión de resignación y cortó la llamada.
-Mamá me ha dicho que no, que no quiero ser una molestia para ustedes. Tengo permiso para ir durante el día, pero tengo que devolverme a más tardar a las ocho de la noche - dijo, mirándonos con tristeza. No considero que él sea una molestia para nadie, pero al parecer, su madre sí lo cree.
-Oh… bueno, no te preocupes, creo que deberíamos ir bajando ya, así podemos aprovechar todo el día- dijo Dereck, ofreciéndole una sonrisa a Matthew. Todos nos pusimos en marcha nuevamente a pie. A Alan no le gusta tomar el autobús, y nuestra casa no queda tan lejos del colegio, así que esto es casi una rutina.
El clima estaba tranquilo, no llovía, pero se mantenía frío. Aunque el amanecer estuviera helado, nunca preferiría el calor, que solo causa dolores de cabeza, quemaduras y me hace sudar. Miré a los chicos, que reían como de costumbre, diciendo tonterías. Joan es muy bromista, suele hacer comentarios que no cualquiera tomaría a broma, pero nosotros ya lo conocemos y nos hace gracia.
-Deberíamos conseguirte una novia, Joan —dijo Dereck, y yo asentí con la cabeza, soltando una pequeña risa.
-Es cierto, en algún lugar del mundo habrá una chica que soporte chistes nazistas, tu manera curiosa de hacer bromas y a alguien que solo juega a la play -le dijo Matthew, y todos soltamos una carcajada. Joan es un chico de estatura similar a la de Alan, ambos un poco más altos que yo. Tiene la piel morena y considero que tiene una sonrisa muy bonita. Es amable cuando quiere, pero siempre ha recibido burlas por sus orejas. Aun así, pienso que si no fuera por sus chistes curiosos, sería un buen partido.