En los momentos en que mi mente divagaba del estudio, pensaba en mis sentimientos. Sir Han me ha dado muchos consejos, como, por ejemplo, que piense cuál de los dos realmente provoca cosas en mí. La respuesta cada vez la tengo más clara, solo que me da miedo aceptarla y dejarme llevar por mis sentimientos. Aparte del temor de dañar sus sentimientos, el pensar que, si me dejo llevar, puedan lastimar los míos, es suficiente para detener mis acciones.
En los últimos días, he notado la mirada de Matthew en mí más de una vez, pero cada vez que lo volteo a ver, él aparta la mirada y se sonroja, de la misma manera en que yo me he descubierto haciendo lo mismo, mirándolo fijamente simplemente por existir.
Estábamos en el sótano, camino a un pequeño espacio donde se encontraba el portón que nos llevaría al museo. Antes de llegar ahí, logro divisar a Lisa y a Sam muy abrazados frente a la fotocopiadora. Estaban junto a Nicolette, Sharon y Lira, otra de nuestras compañeras.
En el pequeño espacio había una rampa para discapacitados, pero como nadie la usa, a veces venimos a sentarnos aquí en la hora del almuerzo. Es uno de los lugares más silenciosos y calmados que hay en el colegio. Me levanto para ir a calentar la comida del día de hoy. Por dicha no había una fila gigantesca en el microondas como ya es costumbre, así que puedo calentar y regresar a mi asiento. Cuando llego donde ellos, escucho muchas risas y miro a Matthew, que está completamente rojo.
—¿Qué sucedió aquí? —pregunto extrañada.
—Nada nuevo, sabes que Matthew no sabe hablar. Estaba diciéndonos algo y se enredó en sus propias palabras; al final, no dijo nada —dice Joan, todavía tomando aire por las carcajadas.
—¿Y por eso te pusiste rojo, Matty? —le digo mirándolo con una sonrisa. Él hace un puchero y agacha la mirada; se ve tan lindo cuando hace eso.
—Ya no lo molesten, chicos. Menos charla y más comida, que ya vamos a entrar —les digo mientras me siento junto a Matthew.
(…)
Aún sigo sorprendida por lo que vi. Cuando el receso acabó y todos empezamos a encaminarnos hacia el salón, vimos a Lisa y a Sam besarse. Al parecer, Lisa corresponde a los sentimientos de Sam. Sam es una buena persona, es carismático y amable, además de ser un excelente estudiante. Lisa es una chica estudiosa, divertida y de buen corazón, y se ven muy bonitos juntos.
Hoy tenemos clase de Artes Plásticas. Nosotros presentamos al dragón cuando nos lo pidieron, pero para el día del desfile decidimos escondernos en el aula de Estudios Sociales. La profesora Andrea nos dio permiso de escondernos detrás de los últimos pupitres, así no tendríamos que desfilar.
Hoy tenemos que entregar un trabajo que consiste en hacer una obra cubista, ya sea con hojas de color o papel periódico. Yo decidí hacer un zorro. La profesora llama a uno por uno para calificarnos el trabajo y darnos ciertas recomendaciones respecto a nuestra tarea.
-Joselyne-escucho mi nombre. La profesora Liliana me mira, esperando que vaya a entregarle mi trabajo. Me levanto de mi asiento y me encamino hacia ella. Ella toma mi tarea y la revisa detalladamente. Mientras pone mi nota, giro mi cabeza hacia la derecha y ahí está Matthew. Su cabeza está inclinada hacia la izquierda y me está mirando fijamente.
Mi corazón comienza a latir con un ritmo frenético, como si fuera a escapar de mi pecho. Nunca había visto esa mirada en él. Sus ojos son azules, tan profundos como el cielo, aunque alrededor de su pupila, un toque de verde se asoma tímidamente. Su mirada es penetrante, intensa, y por un momento olvido cómo respirar. La voz de la profesora rompe el hechizo de mi ensoñación; recojo mi trabajo y me doy cuenta de que Matthew, la profesora y yo somos los últimos en clase.
Voy a mi pupitre a recoger mis pertenencias, y noto cómo la profesora Liliana se levanta de su escritorio y se dirige a la puerta. Mientras coloco la mochila en mis hombros, me acerco a Matthew; no sé si es producto de un impulso irrefrenable o simplemente me dejé llevar por mis propios deseos.
-Si no fueras un niño inocente...- murmuro, poniéndome de puntillas a unos centímetros de sus labios. En el instante en que veo cómo sus ojos se abren sorprendidos y sus mejillas se tiñen de rosa, me doy cuenta de lo que he hecho y, con toda la vergüenza del mundo, me dirijo rápidamente hacia la salida. La profesora Liliana, observándome desde la puerta, me sonríe al pasar a su lado.
-De verdad eres una idiota, ¿cómo pudiste decirle eso? -me susurro desesperada. Sigo caminando rápidamente, hasta que Celia pone su mano en mi hombro, deteniendo mi andar.
-¿Jos? ¿Qué pasa?- pregunta Celia con una mirada llena de interrogantes.
-Yo... es que acabo de hacer algo que tal vez no debí hacer- le digo, bajando la cabeza. Siento mis mejillas arder, y aunque mi tez es canela, el sonrojo aún se nota.
-Ay niña, ¿y ahora qué hiciste? -dice Valentina, apareciendo de repente y enlazando su brazo con el mío.
-Además de acercar mi rostro a centímetros del suyo, le dije "si no fueras un niño inocente". No sé qué podrá pensar de mí después de esa frase tan inconclusa- les confieso con vergüenza. Ya estábamos llegando al salón de biología, nuestra última clase del día.
-¿Cómo ha reaccionado él?-pregunta Celia, con una sonrisa cómplice en sus labios.
-Su expresión mostraba asombro y sus mejillas se pusieron rojas, pero no dijo nada porque salí corriendo del salón antes de que pudiera hacerlo -les cuento, cubriendo mi rostro con las manos.
-No le ha molestado, estoy segura de que lo descolocaste por un momento. Ese chico está enamorado de ti, siempre te está mirando y se nota en cómo te trata -dice Valentina, logrando que una sonrisa aflore en mi rostro y que el rubor en mis mejillas se intensifique.
-¿Ustedes creen que sea así?- pregunto con un dejo de duda en mi voz. Él no me ha dicho nada al respecto, al menos nada más allá de lo que su lenguaje corporal deja entrever.