4 años después
El sol brillaba en lo alto, trayendo su calor a todo el vecindario.
Mamá me llamaba insistentemente para que bajara a comer mientras yo solo trataba de encontrar mi otro zapato, el cual parecía haber desaparecido mágicamente. Luego de encontrarlo en una esquina debajo de un montón de cosas que luego revisaría, bajé las escaleras dando saltitos de dos en dos.
El olor delicioso de los panqueques de mi madre me atrajo hasta la cocina. Un plato estaba ya servido junto a un enorme vaso de jugo, me senté feliz y empecé a devorar la comida.
—Buenos días, cariño. ¿Están buenos?
—Muy ricos, gracias —respondí luego de tragar un buen trozo.
—¿Vas a jugar con Lucas hoy? —preguntó mi madre mientras se sentaba y me observaba sonriente.
—Sí, iremos a dar un paseo en bicicleta y luego nos reuniremos con Luis y Kevin.
—Está bien, tengan cuidado.
Asentí, terminé mi comida y salí disparado a la casa de mi vecino y mejor amigo.
Toqué tres veces y una amable mujer de cabello castaño me recibió con una gran sonrisa.
—Hola, pequeño Elián. Lucas te está esperando, pasa
—Gracias, tía Trina
—Por cierto, la fiesta sorpresa será este sábado, no lo olvides. ¿De acuerdo? —recordó la madre de Lucas.
—¡Claro! —respondí.
Pasé rápidamente al interior de esa casa y me dirigí directamente al cuarto del pelinegro.
—¡Cómo tardas! Ya me estaba quedando dormido —escuché su voz desde la cama, donde estaba con la cabeza enterrada en una almohada. Levantó su rostro y me miró con sus ojos aceitunados para luego sonreírme.
—No encontraba mi zapato. —Me encogí de hombros devolviéndole la sonrisa.
Salimos cada uno con nuestras respectivas bicicletas y empezamos a dar vueltas por todo el vecindario y un poco más allá, pues debido a que este era bastante extenso podíamos pedalear tanto como quisiéramos.
Era un vecindario bastante tranquilo con dieciocho familias viviendo, un parque con columpios y al final una pequeña colina que era perfecta para un día de campo.
Después, cuando decidimos que había sido suficiente, nos dirigimos a la colina a encontrarnos con nuestros amigos.
—¡Elián, Lucas, por aquí! —Kevin agitaba su mano hacia nosotros con lo que parecía un sándwich en su mano. ¡Cómo comía ese niño!
—¡Hola! Ya llegamos —dijimos Lucas y yo al unísono, para luego mirarnos y echarnos a reír.
—¡Hola! —saludó Luis, quien yacía desparramado en la grama.
Todos nos sentamos y empezamos a contar chistes y cuentos. Luis había traído un Ludo, así que empezamos a jugar.
—¡Noooo! ¿Por qué? Eres cruel, solo me faltaba esa ficha para ganar. Te odio, ya no te daré de mis sándwiches —gruñía enfurruñado Kevin al ver que Luis se comía su única ficha.
—Es solo un juego, además está claro que yo voy a ganar —musitó Lucas de manera arrogante.
—No, si yo puedo evitarlo —le contesté sonriendo malévolamente.
Este, inesperadamente, se lanzó sobre mí y empezó a hacerme cosquillas, mi perdición.
—No-no, pa-para... No puedo... No respiro... ¡A-a-ayuda! —decía entre carcajadas, mientras trataba de liberarme.
Después de casi dos horas de risas y bromas amistosas, decidimos que ya era hora de volver a casa.
Empezaba el verano y yo agradecía no tener que ir a la escuela, aunque este año empezaba la secundaria.
Los siguientes días pasaron prácticamente igual, entre risas, juegos y pláticas. Todos los días me presentaba a una hora en casa de Lucas para sacarlo de su habitación y jugar un poco.
Desde aquella vez que nos presentaron nos habíamos vuelto inseparables, nos veíamos prácticamente todos los días, en la escuela nos sentábamos juntos y nos ayudábamos mutuamente. Lo quería mucho y al parecer él también a mí, sin darme cuenta se había vuelto una persona importante en mi vida.
El sábado finalmente llegó, varios compañeros de clases, amigos y familiares de Lucas estaban reunidos en su casa por su cumpleaños. Yo había sido el encargado de distraerlo durante todo el día para que no sospechara nada, así que cuando finalmente pudimos entrar y pude ver su cara de sorpresa y emoción, me sentí satisfecho.
Todos se reunieron para llenar a Lucas de besos, abrazos y felicitaciones. Esperé mi turno, no quería que me apachurraran.
Cuando ya estuvo liberado, me acerqué por detrás y lo abracé. Él se dio vuelta sonriendo y volvió a unirnos en un fuerte abrazo.
—¡Gracias, Eli!
—No fue nada, solo te distraje —le acaricié la cabeza.
Él se separó, me miró unos instantes, giró su cabeza en varias direcciones como cerciorándose de algo y luego, con una sonrisa que anunciaba una travesura, se acercó rápidamente para darme un sonoro beso en la mejilla.
Mi corazón se aceleró y mis mejillas se sintieron calientes. Debido a la rapidez con que lo hizo, su beso estuvo muy cerca de la boca. Él se separó feliz y salió corriendo dejándome en shock.
—Oye, Elián, ¿Qué te sucede? —Kevin me palmeó la espalda. Me giré aún con mi corazón a millón y le sonreí como pude.
—Nada, nada... Vamos a buscar chucherías. —contesté nervioso.
—Así me gusta. —Tomó mi mano y me arrastró a la mesa de dulces.
La fiesta transcurrió entre risas, música y varias rifas. Lucas no se había vuelto a acercar a mí o más bien no lo dejaban, ya que era el cumpleañero y, por ende, el centro de atención.
Finalmente llegó el momento de cortar el pastel, así que todos se arremolinaron frente a este. La tía Trina, al ver que estaba un poco lejos, me tomó de la mano y me colocó junto a Lucas, acompañado de Kevin y Luis a mi lado. No paraba de sacar fotos junto a mi madre.
Lucas me sonrió y comenzaron a cantar el tradicional "Cumpleaños feliz". Todos gritamos alegres al terminar. Me alejé un poco, permitiendo que los demás pudieran acercarse al cumpleañero para abrazarle y embadurnarlo de pastel.