Casi cuatro meses pasaron desde el comienzo del tratamiento. Es difícil, sobre todo lo que va quedando. Los días de quimioterapia son agotadores y esa desagradable sensación de que el mundo se ve diferente, desplazado, siniestro es lo peor. Los días de descanso no lo son. Siempre tengo algo, asique es tratar de llevar el tratamiento junto a las enfermedades que surgen. El herpes fue la peor. Después de desaparecer las ampollas quedaron las cicatrices en mi piel, quedó sensible, cada vez que me toco en los lugares que tuve más cantidad de ampollas siento que no tengo piel, que estoy desnuda. Mi cuerpo está cambiando, sin haberlo autorizado y sobre todo sin querer que lo haga.
Tenía turno con el doctor Rojas. Había novedades.
—Buen día chicos, les voy a contar cómo vamos a seguir con el tratamiento. Y hay una parte que va a ser difícil.—los dos nos miramos desganados, yo seguro, Val no iba a demostrar jamás nada negativo en mi presencia.
—¿Qué pasó doctor?—necesitaba saber.
—Es momento de comenzar el tratamiento de radioterapia. Tú eres una paciente muy joven y nosotros como doctores debemos cuidarte de manera profunda, porque después que termines todo ésto, vas a querer vivir al máximo. Asique lo aconsejable es dar un tratamiento radioactivo por cobalto, pero tiene contraindicaciones.—el doctor hablaba, pero yo no estaba segura de entender su punto. El rostro de Valentino estaba serio y muy atento. El experimentado médico siguió.—el cobalto mata las células cancerígenas, pero su ejecución es en forma de lluvia, o sea que abarca gran parte del cuerpo. Lo que significa que mata lo malo, pero daña lo bueno...
—Entiendo perfecto doctor y no me agrada lo que escucho.
—Correcto, no es algo agradable de escuchar, más cuando hablan de tu propio cuerpo. Pero tengo una alternativa y es algo positivo. En tu caso, queremos hacer el tratamiento con un acelerador lineal, significa que mediante una Tac, se hace un molde de plomo con los lugares exactos donde deben ir los rayos y eso protege el resto de los órganos. Es menos invasivo, es lo ideal.—sus palabras me daban esperanza, obviamente quería eso, Val apretó mis manos con fuerza y una leve sonrisa se formó en sus labios, lo suficiente para seguir escuchando al doctor.
—Hay un pequeño inconveniente de todos modos.—y si, era obvio. Nada es tan sencillo, toda ésta mierda siempre se complica. Nos miramos notando como toda la esperanza de el acelerador lineal se iba a pique.
—¿Qué ocurre doctor?—Valentino se apresuró a preguntar. Estaba inquieto, lo conozco demasiado.
—La nuestra es una ciudad pequeña y tenemos un solo departamento de radiología oncológica. La máquina de acelerador lineal acaba de llegar hace tiempo, pero es importada, de Alemania. Fue costoso obtenerla, pero se logró. La sorpresa fue cuando vinieron los técnicos desde la capital a instalarla y capacitar al personal, ahí descubrieron el error. Al ser importada necesita un toma corriente especial para adaptarlo a la nuestra y no lo mandaron con la máquina. Hubo que mandarlo a pedir a Alemania. Está en camino, pero tú tienes que empezar ya mismo el tratamiento, el adaptador tardará cuarenta y cinco días en llegar, lo siento mucho.
Los dos escuchábamos ésto sin entender, mejor dicho, entendiendo, pero sin querer aceptarlo. Un simple adaptador, me estaba quitando la esperanza de mejorar mi tratamiento. Yo quedé muda. Val salió de su asombro y tuvo que preguntar.
—¿Hay solución doctor? ¿Qué deberíamos hacer?
—Si la hay, deberían mudarse a la capital y realizar el tratamiento allá. Es la mejor opción.—no podía estar pasando ésto. De ninguna manera quería volver a la capital. Mi tormentosa vida, el sufrimiento, los recuerdos dolorosos.
Él.
Sentí dos pares de ojos mirándome fijo. Era como que ellos esperaban una respuesta mía. Con el cansancio que tengo, pretendían que yo decidiera. Pero no quería hacerlo, era como volver mil pasos atrás.
Primero miré al doctor, había apoyado sus antebrazos en el escritorio y sus ojos estaban clavados en los míos.
Después miré a Val.
Sus ojos pedían por favor que aceptara. Esos ojos oscuros tan expresivos, ese bello rostro que tanto amo.
No podía defraudarlos. Suspiré, miré mis manos, sudaban.
—Lo haré.—lo pude decir, ellos se sacaron un peso inmenso, respiraron.
—Ya hablo a la capital, reservo tus turnos y en una semana comienzas.
—¿Cuántas sesiones son doctor?
—Cincuenta y cuatro.—mis ojos se salían de sus órbitas. ¿Escuché bien? Al mirar el rostro de Valentino y su expresión de asombro absoluto supe que había escuchado bien. No podía ser. Mi ánimo se vino al suelo.
—Pero son dos por sesión. Si todo sale bien en un poquito más de un mes están de vuelta.
Uffff... Qué cansancio. Y encima todo ésto. Él quería animarme, hacia su mejor esfuerzo, pero mi mente no ayudaba, sólo quería dormir y en lo posible, no despertar.
#
3 de diciembre en la capital. En los comercios empezaban a verse adornos navideños, luces, es una época animada y festiva. Todo lo opuesto a mí.
El taxi paró en un gran edificio. El conductor dijo serio:
—Llegamos.—Valentino le pagó, bajó las maletas y entramos. Tercer piso. El lugar era lujoso y moderno. El ascensor de vidrio, a medida que subía se veía un hermoso parque frente al edificio y una gran avenida muy concurrida.
Se abrió la puerta, salimos y Val se dirigió a la izquierda. Paró frente a una puerta que citaba: 3 C. Puso la llave, dió media vuelta y abrió.
—Adelante bonita, bienvenida a casa.—su sonrisa, me perdía en ella y él siempre la tuvo ahí para mí, siempre presente.
Entré al gran departamento, tenía ventanales enormes, una hermosa vista. Chimenea, alfombras, decoración rústica como a mí me gusta. Velas, difusores y una habitación perfecta. Busqué los ojos de mi amado, no tardé en encontrarlos. Lo abracé feliz.
—Amor es perfecto. Gracias por tanto.