ᴍᴇ ᴅᴜᴇʟᴇs

ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 23 ʀᴇᴄᴛᴀ ғɪɴᴀʟ

—Val...
—Si amor ¿qué sucede? ¿Tuviste otra pesadilla?
—No, me siento mal. No tengo fuerzas, no puedo moverme.

3,45 am
Hospital Sur
—¿Clara? Clara despierta.—la voz del doctor Rojas me despertó del transe que tenía, mis ojos estaban abiertos, pero no reaccionaba. Su voz logró despabilarme.—Estaras bien, quédate tranquila. Valentino está aquí. Ardias de fiebre. Hicimos un hemograma y los resultados arrojaron que prácticamente no tienes glóbulos blancos. Te daré un tratamiento inyectable, estarás bien.—uff sin glóbulos blancos, algo más para agregar a la lista. Cerré mis ojos y rogué que pase el tiempo, ese cretino que se empeñaba en detenerse, no más, no ésta vez.
Abrí los ojos lentamente. Miré alrededor y encontré los ojos de mi madre ahí. Se acercó y tomó mis manos, vi una media sonrisa en su boca, porque la otra media era la mismísima cara de la preocupación.
—Clari mi niña. ¿Cómo te sientes?
—Mami, estoy... Estoy... No sé cómo estoy...
—Tranquila nena. Estamos aquí los tres. Papá y Valentino están afuera. Estarás bien cariño. Descansa.

Escuchaba bullicio afuera. La voz de Valentino, estaba enfadado, mi padre también. Mi madre al darse cuenta de que yo los oí, salió apurada y les dijo algo que no entendí.
—Mamá ¿qué sucede?
—No es nada cariño, descansa.—decía mientras besaba mi frente. No me convenció. Traté de incorporarme, pero al estar tan débil no lo logré. Me tuve que rendir.
—¡Val!! Amor ¿qué sucede?—comencé a gritar. Me preocupaba demasiado escucharlos discutir. Él entró a la habitación, su rostro mostraba enfado, pero al hacer contacto con mis ojos se ablandó su semblante.
—Está todo bien bonita. Tú descansa.—se acercó y me dió un tierno beso en los labios, acarició mi cabeza, porque cabello ya no tengo y me regaló una sonrisa de boca cerrada. Mi madre miraba con ternura, pero mi padre no. Estaba al final de la habitación con sus brazos cruzados. Levanté una ceja, lo miré seria.
—Papá ¿Estás bien? Estoy feliz de verte.—se acercó, tomó mi mano con fuerza y sonrió.
—Hola mi niña, yo también estoy feliz de verte.—pero seguía serio. Debía saber qué ocurría.
—¿Qué pasa con ustedes? ¿Por qué peleaban?
—No amor, no peleábamos. Estábamos intercambiando opiniones. Tú descansa.—Val le dió una mirada asesina a mi padre y besó mi frente. No me convenció.
—Papá ¿cuál es el problema?—Valentino agachó la cabeza y mi padre lo enfrentó.
—El problema es que la serie de inyecciones para los glóbulos blancos es costosa. En dólares. Quise ir a abonarla y Valentino no me lo permitió. Lo hizo antes de que yo pueda frenarlo. Yo quiero ser quien pague tus medicinas.
—Papá tú sabes bien que el dinero no les sobra. Déjalo a él. Nosotros estamos en otra posición.
—Pero me duele no ser útil y si mi hija necesita una medicina no poder pagarla.
—Papi tranquilo, el hecho de que estés aquí es suficiente. Te necesito. Dame un abrazo.—y el momento tensó culminó con un lindo abrazo padre/hija.

La semana que estuvieron mis padres pasó rapidísimo. Nos enfrentábamos a la última semana de quimioterapia. Mi cuerpo lo agradecía. Ya no daba más. Física y mentalmente.
Estábamos sentados en el sillón del living, Val sentado y yo recostada con mi cabeza en su regazo. El me acariciaba, pasaba las yemas de sus dedos por mi cabeza desnuda, una y otra vez.
—¿Te molesta?
—¿Huh?—preguntó sin idea a qué me refería.
—Si te molesta que ya no tenga cabello.—sus dedos frenaron, sentí como su cuerpo se puso tenso.
—Todo de tí es hermoso. Eres única, eso te hace tan especial.
—¿Te avergüenzas de mi?—me senté para mirarlo a los ojos y escuchar su respuesta.
—Me avergüenza que pienses eso de mí. Me conoces lo suficiente para saber que eres mi vida entera y nadie se avergüenza de su vida, cuando eres una persona de bien y está camino a cumplir su sueño.
—¿Cuál es tu sueño?— se paró del sillón, subió a la habitación, traía algo en su mano. Se arrodilló delante mío, abrió la caja que traía en sus manos, dejó a la vista el anillo más hermoso que jamás vi y ahí entendí. Mis ojos se nublaron, los de él también.
—Clara Rubio Lucena ¿aceptas ser mi esposa?—lloré, como una niña, pero una feliz. El amor de mi vida me estaba pidiendo que una su vida a la suya aún más.
—Si amor, nada me haría más feliz.—él lloraba al igual que yo. Colocó el anillo en mi dedo y me abrazó, hundí mi cabeza en su cuello y lloramos. Qué momento maravilloso.
Tomé mi celular y llamé a mis padres para darles la noticia, ellos estaban tan emocionados, luego a Vera quien gritó tan fuerte que tuve que separar el teléfono de mi oído, mis suegros lloraron de la emoción y Mariel y Fernando no paraban de gritar. Todos se pusieron felices por la noticia. Val le contó a Álex y su amigo lo felicitó por ser el primer valiente en casarse. 
Todo era alegría y felicidad...
Todo era perfecto.
Por ahora...
 



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En el texto hay: basada en hechos reales

Editado: 16.04.2022

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