—¡Qué felicidad verlos! ¡Clari! Tu cabello, está hermoso.—decia Mariel al momento que acariciaba mi cabello, que estaba ya por mis hombros. Cuando nos veían a Vera y a mi juntas muchos pensaban que somos hermanas. Ella se emocionó muchas veces, era como volver a tener a su hermana cerca. Aunque nuestros fallecidos siempre viven en nuestro corazón, ahí jamás mueren.
Ellos tenían una casa inmensa en el Delta, amaba pasar tiempo ahí con ellos, me sentía demasiado cómoda. Mientras nosotras hablábamos y nos poníamos al día, Fernando llevó con él a Valentino hacia su oficina, me pareció extraño, pero serían temas de hombres.
Preparamos juntas la cena, en realidad Mariel hacia todo, no quería que yo me cansara, es tan dulce y amable. Tiene sentimientos cálidos, transparentes, sé lo que sufre a diario por no tener a su hija para compartir la vida, pero de una simple manera, yo era como esa hija. Amo mucho a Mariel.
Los hombres regresaron de su charla, Val estaba serio, me sonrió al verme. Cenamos, hablamos, reímos, salimos al parque a tomar café al lado del lago, fue una noche hermosa.
Ya en nuestro departamento, yo necesitaba indagar qué era lo que tenía tan serio a Valentino.
—¿Me contarás? ¿O debo sacarte la información por otro medio?—suspiró, me regaló una sonrisa triste. Estábamos sentados en nuestra cama y lo que dijo no fue lo que esperaba.
—Amor desde que nos conocemos debimos aprender a ser fuertes antes de aprender a amarnos. Lo hicimos, la fortaleza se convirtió en el motor de nuestras vidas, con eso dominado nos amamos, fue hermoso. Te amé y te amo como pensé que no era posible, lo que hace que nunca piense en separarte de mí, de mis brazos, de mi vida, todo lo que tengo y soy, es tuyo. Mi ser te pertenece. Mi corazón late por tí, cuando casi me rindo, me sacaste de ese nefasto sentimiento y me devolviste la sonrisa...
—Val me asustas...
—Hemos perdido en el camino. Sonrisas, fuerza, momentos, al doctor, pero ahora perderemos dos personas que nos hacen mucho bien...—tapé mi rostro con mis manos, negaba con la cabeza.—Mariel y Fernando se van. Ya no soportan vivir acá. Todo les recuerda a Chloe. Están al borde de la locura. Ya tienen todo arreglado, se mudan a Orlando, Florida y quieren terminar su vida allí. Pero hay más y ésto te sorprenderá, porque yo aún no lo creo.
—Me dañas, ésto no puede estar pasando. Perder al doctor fue duro y ahora ellos... Es demasiado, demasiado...—dije y me dejé caer en la cama rendida, mi cabeza era un lío. Pero Val siguió hablando. Nunca pensé escuchar lo que estaba por decirme.
—Amor, ellos te aman. Les devolviste a Chloe con tu presencia, eres sus ganas de vivir, pero también eres su preocupación. Ya no pueden lidiar con tanto dolor. Se van para poder seguir viviendo. Pero antes de irse nos dejan todo, absolutamente todo...—me incorporé de golpe de la cama, mi rostro mostraba la confusión de mi interior.
—¿A qué te refieres? ¿Cómo que nos dejan todo? No comprendo amor...
—Su restó, el del Delta, será el nuevo Connor y su casa, la que tanto amas, será nuestra.—no podía ser cierto. No entraba el asombro en mi mente, debía hablar con ellos.
—No puede ser. Es... Essss... No puede ser, debo hablar con ellos.
—Me pidieron que no. Ya está todo decidido, la firma de los contratos será el nueve de diciembre, el día siguiente de nuestra boda. Porque todo te lo dejan a tí, pero para que evitemos papelerío en el futuro, firmaremos cuando ya estemos casados. Amor, yo también estoy en shock. Cuando Fernando me lo dijo, no pude pensar en nada más, mi mente volvió a cero.
—¿Cuando se van?
—En una semana.
—Necesito que me den buenas noticias en el hospital. Debo devolverles algo de lo que ellos nos están dando, debo regalarles buenas noticias.
—Mi niña ¿te has dado cuenta de lo que ésto significa? Tendremos nuestro trabajo aquí, nuestra casa, nuestra vida. Amor debes lograrlo, nuestro futuro está a la vuelta de la esquina.
—Gracias por no rendirte, por afrontar las malas noticias junto a mí, gracias por ser mi lugar fuerte, por amarme a pesar de que todo ésto parece nunca acabar. Merecemos salir adelante y ser felices. Debemos hacer nuestro sueño realidad...
—Hablando de nuestro sueño, debemos seguir practicando, no podemos olvidarnos de cómo llegaremos a concretarlo ¿qué dices?—lo atraje hacia mí, junté mis labios a los suyos y como dos alumnos aplicados, cumplimos con nuestra tarea de no olvidar cómo vamos a crear nuestro hijo en el futuro. El amor, es hermoso, es vida.
Sentada en un nuevo consultorio. En un nuevo hospital, por conocer a mi nuevo doctor. Val sonreía, trataba de calmar mis nervios. Su mágica sonrisa todo lo puede.
Un doctor alto, pelo canoso, contextura fuerte y robusta ingresó al consultorio, estrechó nuestras manos y tomamos asiento.
—Buen día chicos, soy el doctor hematólogo Eduardo Paolinni, un gusto saludarlos.
—Hola, soy Clara y él es mi prometido, Valentino.
—Estos días estuvimos con mi equipo estudiando tu caso. El doctor Rojas nos envió todos los archivos. A pesar de que las cosas no se ven bien, tengo fe de que todo mejorará.—él es un doctor serio, pero muy convincente al hablar. Nos dió mucha esperanza escucharlo.
—¿Usted cree que sanaré?
—Yo creo que ya sanaste. ¿Puedo revisarte?—¿Escuché bien? ¿Dijo que ya sané?
—Si doctor, por supuesto.—me acompañó hasta la camilla ubicada a un costado, subí, me pidió que quite mi sweater y mi camisa. Me oscultó, palpó los nódulos en mi cuello, miró mi garganta y chequeó mis axilas. Se incorporó, me pidió que me vista y se sentó en su silla.
—Bueno, el chequeo es lo esperado. Los nódulos en tu cuello todavía tienen movimiento. Vamos a realizar tu cirugía.
—Doctor ¿no es riesgoso?—preguntó Val visiblemente afectado.
—¿Lo dices por el factor Von Willebrand? Tranquilos. Tomaré el paso que el doctor Rojas no se animó, lo entiendo, está pasando un momento difícil. Asique extraeré los ganglios del cuello y los enviaremos a analizar, así tendremos un resultado más eficaz del que muestran las imágenes computarizadas y de paso haré una nueva punción lumbar. Tranquila Clara, estarás dormida, ésta vez no dolerá.
—Doctor Paolinni dijo que el doctor Rojas está pasando un momento difícil.¿Qué le ocurre?
—Disculpen chicos, es confidencial, no se los puedo contar. No sería ético de mi parte.
—Esta bien, comprendo. Bueno ¿cuando sería la operación?
—Mañana mismo. Mi secretaria les entregará toda la documentación. Es un gusto chicos y Clara, ten fe, estarás bien.—lo dijo con una gran sonrisa y presionando fuerte mis manos.