Elian
Vivir en un pueblo pequeño, estudiar en un colegio pequeño y pertenecer a una comunidad deportiva pequeña, puede dar la impresión de que se conoce a todas las personas que existen cerca, y el ingreso al Saint Richard no sería la excepción. Elian pasó las últimas semanas de vacaciones imaginando escenarios en los que conocía a todo tipo de personas. Cualquiera se sentiría nervioso de verse involucrado con muchas personas desconocidas, especialmente en un lugar como aquel, donde sabía que sus futuros compañeros vivían en un mundo diferente. Pero el globo lleno con sus expectativas y escenarios creados en su cabeza, explotó cuando localizó varios rostros conocidos de entre la multitud de estudiantes. Conocidos de sus múltiples experiencias deportivas a lo largo de los años. Antonio de natación, Josué y Fernando de fútbol, Kevin de baloncesto y otros más que le devolvieron su energético saludo. Sí, Elian era muy conocido, se atrevería a decir que muy amado también.
—Al final hablé con Lis, dice que el bus la dejó y que viene un poco tarde —le explicaba su amigo de toda la vida, Farith. Con la mirada muy enfocada en la multitud y el celular en la mano, movía su cabeza de lado a lado—. Debería estar por aquí, creo... déjeme ver... —Hizo una pausa para volver a revisar su celular, tapándose los deslumbrantes rayos del sol con la mano— Dice que la entrada principal, a la derecha, por el árbol.
—¿Cuál árbol? Hay demasiados.
Buscaron por el lado derecho de la entrada, pero no tuvieron suerte. ¿Dónde se había metido? Ya iban tarde y Elian quería saludar a varias personas. Además, tenían que volver al auditorio.
—¡Ay Lis! Era a la izquierda, no la derecha —exclamó su amigo, tomándolo del brazo para guiarlo hacia su amiga.
Ahí se encontraba el tan familiar rostro. El cabello ondeando, la ropa impecable y una sonrisa en el rostro. Lis siempre se esforzaba por estar presentable, a diferencia de él, que se ponía lo primero que encontraba en el clóset, limpio o sucio. Ella se acercó dando saltitos, con la enorme mochila llena de coloridos llaveros de todo tipo, Sanrio, conejitos, ranitas y cosas de Lol que no conocía. Le recordaba a un hada, despreocupada y acompañada por el sonido de campanas.
—¡Perdón! Siempre se me confunden la izquierda y la derecha. Es la dislexia, perdón —se excusó acomodándose los lentes.
—Eso no es dislexia. Es estar pende...
—¡Elian! —lo calló su amigo—. No le haga caso Lis.
Ella cruzó los brazos y lo miró muy seria, fingiendo estar ofendida.
—Ya estoy acostumbrada a que me trate mal.
—Pues no debería —aseguró Farith, un poco cansado.
Después de ponerse al día, caminaron juntos hacia el auditorio. ¡Y qué auditorio! Digno de un colegio privado, de esos que exageraban en las películas. Edificio enorme, puertas de vidrio, piso de madera y butacas que no parecen pupitres, ¡parecían las butacas de los cines! Ahí podría dormir a gusto si el acto cívico se ponía muy aburrido. Para él era sorprendente, su anterior colegio contaba con un gimnasio que se caía a pedazos y las butacas eran escaleras de cemento donde el dolor de espalda era inevitable, no recomendaba dormir ahí. Se sentaron juntos, cerca de Kevin, a quien volvió a saludar con la cabeza.
Kevin estaba sentado al lado de dos desconocidos, quienes supuso eran sus amigos. Uno de ellos era un extraño de cabello largo, lacio y muy brillante, parecía que le dedicaba horas de su mañana para que se viera así de bien. Elian observó que tenía marcas en toda la oreja, como si una abeja lo hubiese picado alrededor de esta.El extraño notó que Elian lo observaba y lo miró de reojo, luego volvió su mirada hacia el frente, ese intercambio le causó un escalofrío, tenía un aura aterradora. El segundo acompañante de Kevin era un muchacho moreno de cabello rizado, con una apariencia muy opuesta a la del otro, se veía como una persona más calmada, este miró a Elian y lo saludó. Como un perrito al que le dan atención, devolvió el saludo con mucha energía, robándole una sonrisa a Kevin.
—Con mucha energía como siempre —miró su reloj un segundo—. Son las siete y diez, ¿cómo le hace?
—Dudo que él se pase la madrugada jugando Lol —intervino el extraño de cabello largo—. Por eso no parece un zombi, con esas ojeras.
Su voz hacía sonar el comentario un poco agresivo, pero le dio la impresión a Elian de que solo bromeaba con su amigo.
Kevin le golpeó el hombro.
—Lo dice como si yo jugara solo, carepicha.
—Debería, por lo malo que es —el de cabello rizado soltó una risa—. Usted no se ría mucho, Alfredo, usted anda parecido.
"El de colochos es Alfredo." Pensó Elian, quien tenía una excelente memoria, por lo que nunca se le olvidarían sus nombres.
—Al menos yo no estoy quedado, Fabio.
El comentario cambió completamente la atmósfera del lugar. Kevin lo miró muy impactado, mientras Fabio solamente levantó su dedo del medio en un gesto que a Elian no le gustaba en lo absoluto, pero veía mucho de parte de Lis. Tanto Farith como Lis se mantuvieron inmóviles, esperando que nadie los involucrara en la conversación. Alfredo susurró un perdón mientras se encogía, claramente sabía que lo había arruinado.
Esperaron en un muy incómodo silencio a que iniciara el acto de ingreso a clases.
En el Saint Richard aceptaban estudiantes con "habilidades excepcionales" en lo que llamaban el Programa de Talentos, que buscaban de diferentes colegios de la zona para otorgarles una beca. Algunas eran por actividades académicas o artísticas, pero las más importantes las deportivas. Entre los afortunados ese año, solamente fueron cuatro estudiantes; Elian, Farith, Lis y otro a quien no conocían. Eso significaba que todos en el colegio se conocían desde hacía dos años, posiblemente desde la escuela o kínder, pero ellos no, serían los nuevos. En un colegio pequeño como ese, los haría destacar bastante y a Elian le encantaba esa idea.