Sacrificio [yo soy fuego]

Capítulo 20

Los susurros

Darleen 

Después de debatirme en un duelo de miradas y gritos entre todos los presentes del día anterior simplemente decidí ignorarlos a todos y cada uno es mejor darle la cara ante los problemas en los que nos ha metido Bain de nuevo. Maldito mocoso. Sigue siendo igual de malcriado que cuando éramos pequeños. Uno nunca aprende de sus problemas y mi ejemplo es Bain ya una vez se enfrentó cara a cara a Aubery y salió corriendo a esconderse detrás de la falda de mi vestido y por su culpa me encadene cuatro años a él maldito rey oscuro.

Problemas, esa es la palabra que representa el nombre de Bain, nada más y nada menos que eso.

Caminar por los pasillos es tener que escuchar los murmullos de las sombras inquietas que tiene mucho que decir, pero nada que mostrarme. No me quejo sin ellas estaría perdida.

Más tarde en escaparme de entre las garras de Adalyn que en llegar a las ruinas del castillo de nuevo. El bosque oscuro es uno de los bosques en donde más leyendas lo proceden y no solo por ser parte del reino de un príncipe oscuro que se convirtió en un rey sin corazón.

Las malas lenguas siempre han de contar que antes de conocerme era una príncipe alegre y justo, pero cuando puso sus ojos sobre mí y al darse cuenta de que yo era una princesa que estaba maldita y fuera de su alcance se comenzó a pudrir desde dentro y haciendo que su peor versión saliera a la luz y acabara con todas las personas que vivían en su pueblo.

Se quedo sin personas que lo aclamaran y las pocas que quedaron solo le servían para alimentarse y mandar recados que él mismo no era capaz de decir personalmente. Muchas veces intento persuadirme para verlo a escondidas de mis padres, aunque él ya estaba comprometido, juraba que solo quería charlar y disfrutar de mí compañía siendo un ser místicamente desconocido y jamás visto con anterioridad; pero siempre lo rechazada y eso fue lo que hizo que su corazón se volviera negro y solo guardara rencor por mis rechazos constantes. Ahora me arrepiento, pero antes jamás le hubiera faltado a mi palabra.

Aun puedo recordar como fue cuando llegue a este castillo Aubery había mandándolo a sembrar un montón de rosales en todos sus jardines por qué a mí me encantaban las rosas. Hizo que todos sus sirvientes me atendieran las veinticuatro horas del día, también se dedicó el primer año a pasarla únicamente a mi lado haciéndome reír y acostumbrarme a su compañía pero después llego el primero año de la oscuridad en donde nos tuvimos que enfrentar cara a cara demostrándole que yo nunca sería sumisa de él aun teniendo en cuenta que así me tuviera que encadenar a su mano y arrastrarme por todos los rincones de su castillo de él pero de mí jamás obtuvo ni siquiera una caricia o un beso en la mejilla. Tal vez eso fue lo que provocó que toda su rabia la destara con el único ser capaz de aguantar su poder; yo.

Pero la verdadera leyenda de Aubery es que cuando él era niño sus padres adoptaron a una niña mortal ya que sus padres habían muerto en una guerra que hubo antes de mí.

Cuando los siete reinos luchaban a muerte por demostrar quién era el vampiro más digno de guiar a los de nuestra raza, él como todo un caballero la atendió y cuido de ella cuando su padre salía del castillo y encabezaba a su ejército. Su madre por su parte siempre los observaba jugar desde el balcón de su habitación y los escuchaba reírse y charla por horas hasta que la mortal tenía que descansar y Aubery la observada dormir hasta que su madre lo llamada y le explicaba siempre como debía de tratarla y que debía de controlar su sed si quería estar con ella por lo que él joven príncipe siempre solía capaz y beber más sangre de la que debería de beber para no pasar hambre frente a lo que ya no era su hermana sino en su amor platónico, ese primero amor a primera vista que quieres que dure toda la vida. Serena. Ese era el nombre de aquella mortal que lo amo hasta el último de sus días.

La mortal que iba a ser la madre del primer bebé procreado de un vampiro con una mujer mundana y tal vez todas aquellas personas religiosas pensarían que era un hijo inmortal transformando, pero en realidad sería una mezcla entre ambas razas, aunque ninguno de los dos sobrevivió y ese fue el precio que tendría que pagar aquel príncipe por desafiar al destino y las leyes naturales de nuestra raza con la suya. Serena, por mucho tiempo fue la luz de sus ojos, la razón de su corazón fuera justo y valiente pero después de su muerte comenzó el verdadero terror.

Claro que nadie habla de su origen hasta el día de hoy ya que todo el mundo piensa que fui yo quien lo transformo en el monstruo que tuve que desterrar con los ojos llenos de lágrimas y con el corazón en la mano cubierta de sangre por todo lo que había provocado. Dolía de una forma que jamás me había imaginado.

Llegue hasta el gran salón en donde solíamos pasar tiempo tocando el piano o bailando como si hubiera un gran público observándonos a nuestro alrededor. Las posibilidades de que Aubery fuera un rey malvado eran grandes, tan grandes como la oscuridad que reina dentro de nosotros dos. Ambos dejamos caer nuestra corona cubierta de sangre en el campo de la batalla. Fue una decisión que ninguno de los dos iba a llegar a tomar de la forma correcta, pero al final termino siendo lo mejor para todos los reinos y para que tener enemigos su puedes ser amigo de él, a nadie le vendría nada mal. Ya suficiente tengo con tener que soportar a Dorian Gray.

—Hola, Darleen mi amor —ronroneo Aubery detrás de mí.

Seguí mirando hacia el frente sin tomarme la molestia de girar y confrontarlo.

Aubery es bastante listo como para hacer que me sienta de nuevo segura entre sus brazos, pero la seguridad me abandono cuando el soltó el primer golpe y yo me lo calle. Paso uno de sus brazos por mi cintura pegando mi espalda a su pecho y comenzó a balcear conmigo. Al principio mis pies eran como dos piedras hasta que él volvió a hablar y no pude evitar seguirle la corriente.




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