Había sido agradable visitar a Connor pero el alma de Caleb se exaltó al regresar a su hogar.
Recorrió con una lenta cabalgata el camino de cerezos que le daban la bienvenida a su hogar y sonrió, sonrió pensando en volver a ver a la gente que amaba.
Habían pasado pocos días, pero la necesidad de verlos era casi como sed, sobretodo si pensaba en Fair. Había extrañado su presencia terriblemente.
Al entrar al Castillo avanzó sigilosamente y cuando llegó al Salón principal, se detuvo y observó en quietud a su familia.
Era casi como si estuviera contemplando un tesoro o algo sagrado, ver aquel querido panorama mientras ellos aún no se percataban de su regreso.
Posó su mirada oscura en cada uno de ellos y luego sintió que algo pasaba, algo no encajaba en aquel cuadro que se le ofrecía, pero no sabía qué.
Sus hijos menores ,Christopher y Lionysse , estaban sentados a los pies de su madre escuchando un cuento.
Fair , contaba la historia haciendo gestos y con los ojos verdes chispeantes de emoción, ella brillaba como siempre. Caleb estaba convencido de que de perderse en una noche oscura podría guiarse por la luz de su esposa, ella era su propia estrella.
Hasta allí todo normal.
Tampoco había nada raro con Blaze, su hijo mayor. Estaba junto al fuego echado en el regazo de su esposa y el amor que vibraba entre ellos era casi tangible , incluso desde la distancia desde la que Cal los observaba.
Luego su mirada se detuvo en sus padres, todo bien por allí...Kyrios jugaba al ajedrez y Elady bordaba.
Sonrió ante el amor que sentía por aquellas dos personas que le habían dado la vida, entonces se dio cuenta.
Supo que era lo que no encajaba.
Quien jugaba al ajedrez con Kyrios era Ariadne y eso era bastante común , pues su hija amaba todo aquello que tuviera que ver con estrategia y lógica , y quien bordaba junto a Elady era Brianna , aunque eso era menos frecuente, lo cierto era que Bri tenía talento para cualquier actividad artística.
Lo verdaderamente raro era la quietud en las gemelas, la serena tranquilidad que poseían en ese momento.
No parecían estar tramando nada, sus posturas indicaban que estaban relajadas disfrutando de la armonía doméstica .
Totalmente inofensivas, alejadas de problemas y gozando de la paz.
Aquello era lo raro y Caleb sintió una leve alarma, que aquellos pequeños demonios de ojos verdes estuvieran tan tranquilos sólo podía presagiar que pronto le causarían algún dolor de cabeza.
Uno grande.
Un par de meses después...
Como cada año estaba por celebrarse la Feria en las tierras Blackdalion, durante una semana mercaderes y artistas de distintos lugares llegarían y traerían el exotismo y la aventura.
- ¿Estás segura?, sabes que no es necesario – dijo Fair Blackdalion acercándose a Brianna.
-Sí – contestó la jovencita y expuso a la luz solar la gema que tenía en las manos. Los reflejos verdosos se fundieron con su mirada.
Había conseguido aquella esmeralda en su infancia, en la famosa aventura de la búsqueda del tesoro que los había metido en problemas. Ella y Ariadne habían obtenido una cantidad de gemas como su parte del botín, pero Bri había intercambiado toda su parte con su hermana por aquella única esmeralda. Era bastante grande y había sido recortada con la forma de una estrella de cuatro puntas, y por sobretodo tenía el mismo color que sus ojos. Siempre le había fascinado aquella piedra, pero había decidido venderla en la Feria y utilizar el dinero en ampliar la escuela de la aldea. Sabía que no era necesario, tanto su padre como su hermano habían insistido en eso, pero quería contribuir en algo y aquel objeto no tenía más valor que su belleza, aparte de eso era totalmente inútil.
Brianna no era superficial, le gustaban las cosas bellas como a cualquier jovencita pero sus intereses se centraban en cosas mucho más profundas.
Tal vez quería que aquella joya sirviese para algo porque estaba cansada de ser tratada como un objeto bello, no por su familia, obviamente, sino por sus pretendientes. Hacía años que los hombres desfilaban por el hogar de los Blackdalion, buscando conquistar a alguna de las gemelas, pero ni siquiera podían distinguir a una de la otra. Tampoco era que les importara, admiraban la hermosura de las muchachas, su linaje y lo demás era secundario.
Tanto Brianna como Ariadne se rebelaban a ser vistas como objetos decorativos, así que a la edad de veintitrés años, seguían solteras. Cosa muy extraña en una familia donde el promedio de edad casadera de las mujeres eran los diecisiete.
Y últimamente todo había empeorado, las jovencitas habían acudido a todo su repertorio de tretas para espantar a sus pretendientes sin causar daños en la reputación familiar.
-Bri..-la llamó su madre y la joven dejó de contemplar la joya y miró a la menuda mujer rubia que parecía conocer lo que turbaba su corazón.
-¿Sí mamá?
- ¿Ya hiciste todos los preparativos?
-Sí, distribuí con mensajeros los dibujos que Blaze hizo de la esmeralda y el joyero que se encargará de venderla ya llegó, hablaré con él mañana.
-¿Necesitas ayuda? Tu padre y tu hermano volverán pasado mañana y los demás llegarán también para esa fecha.
-No, está bien. Ariadne me ayudará, también Raine, el herrero, ya que estará preparando las estructuras de los diversos puestos. Y hay mucha gente de la aldea trabajando, cualquier cosa puedo pedir su ayuda.
-Bien, con Saoirse, tus hermanos y tus abuelos ayudaremos a instalarse a la gente que ya ha llegado. No quiero que tu abuelo se esfuerce mucho, ya que su pierna aún no está totalmente curada – mencionó Fair refiriéndose a una herida reciente de Kyrios que lo tenía en reposo.
-Sí, no te preocupes por nada – dijo y su madre suspiró como si aquello no fuera una opción. Siempre se preocupaba por sus hijos, y más si se trataba de las gemelas.
#16811 en Fantasía
#35821 en Novela romántica
amistad, guerreros magia amor familia, distintas generaciones
Editado: 30.08.2020