Saga Morfus 1: Éter Humano

Capítulo 6: El velo ilusorio

La urgencia en la voz de Zabatho, "Tenemos que movernos", resonó en la pequeña cueva, amplificada por el creciente zumbido de ansiedad que Samara sentía a través de su conexión. La burbuja de relativa seguridad se había roto. La idea de ser descubierta por los humanos, y lo que eso significaría para Zabatho y su gente, la golpeó con una fuerza abrumadora. Pero su mente, siempre práctica, ya estaba buscando soluciones.

"Mi familia no se detendrá", dijo Samara, su voz firme a pesar del miedo. "Recibieron mi mensaje, pero es demasiado vago. Liam no es tonto; sabe que hay algo más. Y ahora, la guardia… solo los estás retrasando, no deteniendo." Miró a Zabatho, sus ojos castaños fijos en los ámbar. "Necesitamos darles algo. Algo que los convenza de que estoy bien y que he regresado."

Zabatho la observó, su expresión ilegible. "No puedo exponer a mi gente. Los humanos… son un peligro incalculable. Y tú eres… irremplazable." La posesividad en su tono era absoluta. No podía arriesgarla.

"No pido que expongas a nadie", replicó Samara, la idea ya formándose en su mente. "Y no pido que me dejes ir. Pero si podemos… crear una distracción. Una ilusión. Algo que parezca yo, pero que no lo sea. Que se aleje, y así dejen de buscar aquí."

Los ojos de Zabatho se intensificaron, una luz de comprensión brillando en ellos. La sutileza de la mente humana, su capacidad para la estratagema, era algo que fascinaba al Morfus. "Una ilusión", repitió, la idea no era ajena a sus habilidades. "Una proyección. ¿Crees que funcionaría?"

"Si es lo suficientemente convincente, sí", Samara asintió con determinación. "Un breve vistazo, un rastro, una dirección de huida que los aleje de aquí. Luego, simplemente 'desaparecería' de nuevo. Dirán que estaba desorientada, que volví a perderme, o incluso que me asusté y no quiero que me encuentren. Lo que sea, menos que estén aquí buscandónos."

Zabatho reflexionó por un momento, sus pensamientos fluyendo a través del vínculo hacia Samara, una compleja mezcla de cautela, urgencia y una creciente admiración por su astucia. No era el método Morfus, pero era efectivo para la mente humana. "Puedo proyectar una forma. Crear una resonancia ilusoria que los engañe. Podrá hablar, sí, pero muy poco. Lo justo para convencerlos. Y no la podré mantener por mucho tiempo." El esfuerzo sería inmenso, pero el riesgo de ser descubiertos era mayor.

"No lo necesita", dijo Samara. "Solo una visión fugaz. Un rastro. Necesitan la esperanza de que estoy 'fuera' del bosque prohibido."

La decisión estaba tomada. Zabatho la guio más profundamente en los túneles, pero no hacia la ciudad principal. En su lugar, se dirigieron a una caverna más pequeña, menos frecuentada, donde las paredes resonaban con una energía particular. Era un lugar que los Morfus usaban para prácticas sutiles de proyección y manipulación de la luz y el sonido.

Allí, bajo la guía de Zabatho, Samara comenzó a visualizarse a sí misma: su altura, su cabello castaño revuelto, la forma en que caminaba. Zabatho, con sus habilidades sísmicas y etéreas, canalizó la energía de la tierra y la esencia de Samara. La cueva vibró con una energía inusual. Del aire se formó una figura translúcida, una silueta que se parecía a Samara. Era fantasmal al principio, pero gradualmente tomó forma, brillo y contornos, imitando su aspecto, su ropa, incluso el modo en que su cabello solía caer. La Samara falsa tomó vida, una réplica convincente.

"Necesito una dirección", dijo Zabatho. "¿Dónde esperarán buscarte?"

"Hacia el sendero que lleva al Lago de la Luna Plateada", Samara respondió rápidamente. Era un lugar conocido, una ruta popular que la alejaría de las profundidades y hacia una zona menos densa, donde las patrullas humanas se sentirían más cómodas buscando. "Lo más rápido posible."

Zabatho asintió, su concentración intensa. El esfuerzo era visible en el leve temblor de su piel. Era un gasto considerable de energía para él, pero la necesidad de asegurar la seguridad de Samara era primordial. La ilusión de Samara se solidificó por un instante, una réplica perfecta pero inanimada. Él extendió un brazo, y la figura translúcida se movió, deslizándose por el túnel hacia la superficie.

En la superficie, el grupo de búsqueda de Liam, ahora más grande y con algunos miembros de la policía local, peinaba la "Garganta del Susurro". La noche se había cerrado de nuevo, y el miedo crecía con cada hora sin noticias. El mensaje de Samara había sido un alivio a medias, pero la falta de rastro, la incapacidad de contactarla, mantenía la angustia viva.

Liam, con una linterna en mano, tropezó con una rama recién rota. "¡Aquí! ¡Otra vez! ¡Va por esta dirección!" Su voz estaba llena de una mezcla de esperanza y frustración.

Fue entonces cuando la vieron. No era una silueta fugaz esta vez. La Samara falsa emergió de la oscuridad, su figura tangible, su cabello revuelto, la ropa que reconocían. Parecía exhausta, sus ojos apagados, pero viva. Liam sintió una oleada de alivio tan potente que casi lo hizo caer de rodillas.

"¡Samara!", gritó Liam, corriendo hacia ella. Susan y Richard se acercaron, las lágrimas asomando a sus ojos.

La Samara falsa se detuvo, su expresión era extraña, casi vacía, pero su voz, aunque apenas un susurro, era inconfundible. "Estoy... bien." Era lo justo y necesario. Su mirada esquivó el contacto directo, centrada en el suelo, como si estuviera desorientada. "Necesito... descansar."

Susan la abrazó con fuerza, sintiendo la extraña rigidez en su cuerpo, pero el alivio era tan abrumador que lo atribuyó al shock. Richard se unió al abrazo, mientras los policías observaban, aliviados de que la joven estuviera a salvo.

"¿Qué pasó? ¿Dónde estabas?", preguntó Liam, intentando mirarla a los ojos.

La Samara falsa apenas articuló unas palabras, su voz monótona. "Me... perdí. Tuve que... esconderme." Miró a la distancia, hacia el Lago de la Luna Plateada. "Solo quiero... ir a casa."




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