Sagradas Mentiras

Sagradas Mentiras

Prólogo

Por la mirada que recibía en ese momento de su capitana, supo exactamente lo que le estaba pidiendo. No necesitaba decir nada, esa mirada era como un libro abierto para ella.

— Con todo el respeto del mundo, me parece una idea estúpida – se reacomodó en su asiento, mientras todas las miradas de la sala se encontraban puestas en ella.

Su respuesta no sorprendió a su superior, más bien, era precisamente la respuesta que estaba esperando.

— Dejadnos a solas. – ninguno allí presente perdió el tiempo ante la orden dada y se levantaron de sus asientos.

— Capitana – murmuran antes de que abandonaran la enorme sala.

Fue cuando el silencio reinó durante unos largos minutos, en los cuales, ambas compañeras se miraban mutuamente discutiendo sin decir una sola palabra.

— Es lo mejor para todos – le aclara la capitana –. Ya es el momento y tú lo sab…

— No – espeta antes de que pudiese acabar la oración –. Hay muchas alternativas.

— No se trata solo de alternativas. Se trata de un tema de seguridad y responsabilidad – aclara –. Puedes engañar a todos en esta base, pero no a mí. Sé perfectamente lo que llevas haciendo estos años cada vez que acabas tu jornada laboral.

Eso último fue lo que terminó de enfurecerla. Si tan bien la conocía su compañera debería de saber que ese tema debería de ser uno tabú pero ahí estaba sacándolo de nuevo.

— No mezcles el trabajo con la vida personal, Bárbara. – habla con firmeza, negándose a ceder a los deseos de su capitana, quien no puede evitar soltar un bufido.

— Precisamente, tú, no eres la persona para dar ese consejo. – la mira con una ceja alzada – ¿Me vas a decir que ahora mismo no estás mezclando el trabajo con la vida personal?

— No lo estoy haciendo – pese a la firmeza en su voz, ni ella misma creía lo que acababa de decir.

— No quieres hacer lo que te pido porque tendrías que enfrentar las consecuencias de tus acciones – la señala con el dedo –. Sabes perfectamente que tendríamos más beneficios. Astaroth, ya no es lo que era.

— Eso no tiene nada qu…

— ¡Tiene todo que ver! – la mira intentando que vea toda la lógica – Escúchame Lia, tomaste la decisión más dura de tu vida por un motivo, uno que te has encargado de quitar del medio en estos años. Acabaste con Astaroth los pocos que quedan de esa organización no son peores que los que fueron sus superiores y aún así la CIE debe crecer porque hay organizaciones que pueden ser peores. ¿Cuánto crees que durará ese secreto?

No necesitaba pensarse esa pregunta. Ella sabía perfectamente que ese secreto tenía un tiempo limitado y mucho le sorprendía que hubiese durado tantos años.

— No solo tú eres conocida. – le recuerda su amiga – Albert también, y pese a que lleve años lejos de este mundo sabes que es odiado tanto por los nuestros como por nuestros enemigos.

— Eso lo sé, pero de momento…

— De momento podemos traerla y entrenarla o esperar a que alguien la descubra, la secuestren, te chantajeen y probablemente que alguna de las dos muera.

Una mala sensación le recorrió el cuerpo al imaginarse todo aquello que acababa de decir. El simple hecho de saber que eso podía pasar, la enfermaba.

— En el hipotético caso de que aceptase. ¿Cómo estás tan segura de que aceptará venirse con nosotros?

La capitana no pudo evitar sacar una sonrisa al saber que esas palabras significaban que se lo estaba replanteando.

— Por muchos motivos – ahora fue el turno de enarcar una ceja de Lia ­­–. ¿Aceptas el plan de tu loca amiga?

— Lo acepte o no harás lo que dé la gana, eres la capitana.

— Cierto, pero también soy tu mejor amiga y tú su madre. – le recuerda – Jamás te diré lo que hacer con tu hija, tú mandas sobre ella. Solo te estoy diciendo lo que creo que es lo mejor, pero es tu decisión seguir el consejo.

Se muerde el labio inferior indecisa al pensar todas las consecuencias que tiene aceptar – aunque no le está dando muchas opciones para hacer lo contrario – Sin embargo, el hacerlo le traerá más beneficios que rechazarlo, por ello, no tarda en soltar un suspiro y asentir.

— Vale, acepto, pero con una condición.

— Soy toda oídos.




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