Extraños negocios
Hazel
Camino por el largo pasillo fijándome muy bien en las estanterías de la derecha, para poder encontrar la levadura.
Mientras las hermanas asisten a la misa de los sábados yo me dedico a hacer la compra que me encarga la hermana Inés. Solo por eso Angélica me deja saltarme la misa, para mi desgracia los domingos me toca asistir. No es que no sea religiosa, es solo que estar un hora escuchando a un tío sin parar no es algo de mi gusto, mucho menos cuando me obligan a ponerme en el coro con ellas.
Yo no canto - por suerte - pero os aseguro que me sé todas las canciones que debían cantar de memoria.
Doy media vuelta y vuelvo a recorrerme el mismo camino mirando ahora la estantería de la izquierda y celebro cuando encuentro la levadura, antes de echar unos cuantos paquetes a la cesta de la compra.
Una cosa menos.
Estoy por continuar mi camino cuando escucho un carraspeo justo a mi derecha y me giro curiosa para encontrarme con el propietario de este, o, mejor dicho, con la propietaria.
Por el color de su vestimenta gris y blanca, supe perfectamente que pertenecía al convento de San Bonifacio, se puede decir que es el rival del convento en el que yo vivo. Hay una pequeña rivalidad entre los miembros de ambos conventos, aunque finjan llevarse de maravilla.
— Buenos días, por casualidad, ¿no serás la chica que vive en el convento de San Ireneo, verdad?
— ¿Puedo saber a quién le importa esa información? – parece entender mi pregunta porque asiente levemente.
— Soy la hermana Adela del convento de San Bonifacio.
— Eso último lo había deducido. – digo más para mí – ¿Y qué se le ofrece, hermana?
El gesto de que mirase a su alrededor para asegurarse de que nadie nos esté escuchando, capta mi atención por completo a la misma vez que me dice lo que quiere incluso antes de que pronuncie palabra.
— Quiero hacer unos negocios contigo.
— ¿Negocios? – frunzo el ceño confundida y ella asiente.
— Sí, negocios. – la miro como si le hubiese salido otra cabeza.
— Es la hermana Angélica la que se encarga de los negocios del convento, cualquier cosa que quieras hablar deberías hacerlo con ella. – explico – Ahora, si me disculpas, tengo que seguir haciendo la compra.
Me giro dispuesta a continuar con mi tarea y seguir buscando como si de una yincana se tratase cada producto que tengo apuntado en la lista, hasta que la voz de la hermana del convento de San Bonifacio se alza.
— Tres mil. – detengo mis pasos de golpe – Te daré tres mil dólares si me ayudas.
Tres mil dólares es una buena cantidad de dinero, al menos, para empezar a hacer negocios.
La miro por encima del hombro.
— Esta tarde a las cinco en la cafetería Mr Coffee. – respondo mirando de nuevo al frente – Si quieres intentar hacer negocios, sé puntual. – espeto ahora sí pudiendo volver a mis tareas.
Así que una hermana quiere hacer negocios conmigo… Es el caso más curioso e inesperado al que me he enfrentado hasta ahora.
……… ₷ ………
La miro fijamente intentando encontrar una respuesta en su mirada, pero solo veo esos ojos marrones como hierro que no me permiten obtener ni una pequeña pista.
Después de hacer las tareas que me encargaron, la hermana Angélica me hizo llamar. El problema, es que esto pocas veces sucede, solo se ha dado en dos ocasiones, la primera es que he metido la pata hasta el fondo y la segunda suele ser para decirme que algo no va bien.
Teniendo en cuanta mi historial en el día de hoy diría que lo único que puede tomarse mal es que haya hablado con la hermana del convento de San Bonifacio.
— Bien, me rindo. ¿Qué he hecho? – pregunto intrigada y la hermana se reacomoda en su asiento.
— Nada. – frunzo el ceño.
— ¿Nada? – bueno esperaba todo menos esa respuesta – No creo que me hagas llamar porque quieras pasar tiempo conmigo, aunque sé que en el fondo de tu corazón de piedra te encante.
— Pues crees bien, no te he llamado para eso. – por cómo se pasó la lengua por los labios deduje que iba a decirme algo que no me iba a gustar. – Verás, Hazel, he recibido una llamada de la cárcel.
No pude evitar que todo el cuerpo se me tensara de golpe y la miré perpleja. Me había llamado porque algo malo pasaba, eso estaba claro.
— ¿Ha pasado algo? – la pregunta escapó de mis labios sin siquiera pensarla – ¿Está…?
— Tu padre está bien. – sentí una oleada de alivio recorrerme el cuerpo – Pero han cancelado tu visita de este mes.
— Pero… ya me la cancelaron el mes anterior, no es justo. – la hermana suelta un pequeño suspiro y pese a mostrar mucha tranquilidad diría que por primera vez veo un pequeño sentimiento en su mirada solo que no logro identificarlo – ¿Se ha metido en otra pelea?
El destello de la duda surcó su mirada y pareció pensarse el responder la pregunta con sinceridad o mentir.
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Editado: 17.11.2024