Hasta pronto
Solté un suspiro de alivio cuando logré bajar las escaleras, que nunca se me habían hecho tan eternas hasta ahora, y ambos sacos de viaje que colgaban de mi hombros cayeron al suelo justo al lado de las dos maletas.
Escogí marcharme, era lo mejor para todos, aunque no me voy con un buen sabor de boca.
Siempre soñé que dejaría el internado porque empezaría en una universidad que se encontraba lejos y empezaría a vivir aquella etapa de mi vida.
Lo que no esperaba es que lo tuviese que dejar porque las hermanas podían morir, yo también y encima para trabajar en algo que tal y como dijo Bárbara te da mucha seguridad, pero mucho peligro.
Miré a mi alrededor donde se encontraban todas las hermanas algunas con una pequeña sonrisa, otras se pasaban un pañuelo por los ojos limpiándose las lágrimas y su matriarca seguía con su semblante impasible.
Bárbara se encontraba junto a la hermana Angélica esperando pacientemente por mí.
Hasta ahora no entendí el comportamiento extraño de las hermanas, pero estaba claro que ellas sabían que me iría. Bárbara me dio a escoger, pero a las hermanas no les dio más opción que aceptar mi partida.
Técnicamente la mayoría de edad en Estados Unidos es a los dieciocho, pero hay excepciones y en el estado en que habito, Mississippi, no es hasta los veintiuno lo que jugaba a favor de Bárbara. Si mi madre quiere que me vaya con ella está en todo su derecho de llevarme y las hermanas no pueden hacer nada porque nos guste o no, ella tiene mi custodia y en este estado sigo siendo menor.
Retorcido ¿cierto?
Además de jugar la carta de “¿realmente dejaréis a una madre sin su hija?” Las hermanas creen en las segundas oportunidades, creen que todos podemos emendar nuestros errores y ser mejores personas.
En resumen, que sabían que me iría desde ayer, excepto Angélica que creo que lo sabía desde hace días.
Bárbara dijo que si aceptaba nos iríamos hoy mismo porque tenemos que hacer un viaje muy largo y cada minuto que pase aquí es más peligroso para las hermanas, ya que, es un minuto menos que les queda a los enemigos para descubrir que existo.
— ¿Has cogido todo? – la voz de la hermana Gloria me saca de mis pensamientos y asiento. – ¿Segura? ¿No se te olvida nada?
Miro las dos maletas grandes que tengo donde llevo guardada toda mi ropa y los dos sacos de viaje que tienen todas mis pertenencias.
— Está todo, pero si me dejo algo ya tengo excusa para volver. – bromeo para que el ambiente mejore un poco y la hermana Gloria me sonríe.
Es de las pocas que no está con un pañuelo, solo con una sonrisa, parece feliz, no porque me vaya, está feliz por mí.
La hermana Gloria siempre ha querido que partiese de este internado, que descubriera mi camino por mí misma, que conociese más partes del mundo y todas las cosas de ese estilo.
No sé que les habrá contado Bárbara, a lo mejor que me mudo a otra ciudad y me pagará una universidad como Harvard, empezaré una nueva vida, haré amigos... Si les hubiese dicho a dónde me va a meter realmente probablemente las hermanas volviesen el internado una fortaleza para que nadie me lleve ni si quiera la mujer que está aquí ahora mismo.
— Más te vale hacernos alguna visita si no quieres que te vayamos a buscar. – advierte con esa sonrisa típica de ella.
— Y tienes que llamarnos a diario – aclara la hermana Inés – O no te haré más soufflé de chocolate.
Me llevé al mano al pecho como si acabase de decir una barbaridad.
— Os llamaré todos los días si me prometes hacerme unos cuando venga a veros, me extraña que donde vaya hagan una comida tan buena. – le guiño un ojo y todas sacan una pequeña carcajada.
— Y tienes que contarnos todo lo que haces – pide la hermana Jacinta
— Y los cotilleos. – pide la hermana Catalina y Dorotea y Casandra asienten dándole la razón.
— Os contaré todos los detalles. – prometo y todas sonríen finalmente antes de mirarse las unas a las otras.
Parecían estar hablando telepáticamente. No es la primera vez, pero siguen dando el mismo mal rollo que cuando era pequeña y hacían eso cada dos por tres.
— Y no te metas en muchos líos, Hazel – pidieron al unísono.
No pude evitar mirarlas un poco indignadas, pero la situación me hizo tanta gracia que tampoco logré contener la pequeña carcajada que escapó de mis labios.
— Si soy un angelito. – rodaron los ojos y otras lo pusieron en blancos mientras yo sonreía ampliamente.
— Cuando duermes – la voz de la hermana Angélica llamó la atención de todas.
No me había dicho nada desde que me llevó con Bárbara casi creía que no se iba a despedir de mí.
— ¿No quieres darme ninguna recomendación? – pregunto y se cruza de brazos creo que pensando algo.
— No olvides ninguna de las cosas por las que siempre te hemos echado la bronca, porque si me entero de que te pasas de la raya me encargaré de recordarte todo cuando vuelvas.
Puse una mueca que rápido sustituí por una sonrisa.
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Editado: 24.11.2024