Fernando
Muy pocas cosas me han importado en la vida, desde que vi morir a mi madre a manos del desgraciado que dice ser mi padre, desde ahí dejé de tomar como prioridad a cualquier basura que me prometiera una buena vida, prefería acciones y no palabras.
—Eres estúpido o que, te dije que el jefe no está — me avienta contra la pared el tuerto.
—Una apuesta que está justo detrás de esa puerta follandose a una de las chicas.
El imbécil me suelta un puñetazo que me tambalea, por un momento veo el suelo sonrió, me enderezó soltándole uno yo, el intenta volverse a mí, pero la puerta de la oficina del jefe se abre de golpe.
—Es que no puedo tener un poco de paz porque mis princesas se empiezan a pelear por mi atención — aparece el jefe enfadado.
—Le dije al cabron que estabas ocupado, pero como ya se cree el mero mero… — explica el tuerto y el jefe alza la mano callándolo.
—Mira diablito, sabes que te tengo aprecio mas no sobrepases los limites.
Le ofrezco una sonrisa — Yo también lo aprecio, Jefe…No sobrepasare ningún límite si usted no sobrepasa mis límites.
El jefe arquea una ceja, se acerca, alzo el mentón sin miedo alguno.
—¿Disculpa?
—Los García atacaron el prostíbulo, hirieron varias chicas, Alma logro escapar, pero temo que su suerte no esté en una próxima.
En un movimiento inesperado me estampa contra la pared, toma mi camisa arrugándola contra sus puños.
—Alma solo es una puta y tu un peón, que quede claro que por más respeto que le tenga alguien si tengo que sacrificar a otros para mi bien lo hare — habla por lo bajo.
Sonrió quitando sus manos de mi camisa.
—Bien, me ha quedado claro, jefe — retomo mi camino, su mano sobre mi brazo me detiene.
—No hagas estupideces — me advierte.
—Máteme si así lo desea, como usted dijo, no me importaría armar una masacre por los míos.
Me voy antes de que pueda contestar, cuando me trajo a su rancho lo admiraba de alguna manera, al principio quería llegar a ser como el, respetado, amado y poderoso, sin embargo, me di cuenta que eso solo era una fachada detrás del cobarde que había detrás, desde que atento contra la vida del pinocho le perdí el respeto y solo seguí con él por Alma.
—Te volviste a pelear con el jefe, el tuerto me dijo que somos hombres muertos — me dice el pinocho cuando me ve.
No le contesto, me dirijo a una de las camionetas subiéndome, pinocho me sigue, al estar dentro me pregunta que a donde vamos, no recibe respuesta de mi parte, sigo el camino decorado de árboles, el camino no es largo, me paro frente al prostíbulo, al entrar pregunto por alma, me dirijo a las habitaciones cuando me dicen que se encuentra en la suya.
—Nos vamos — le digo cuando entro a su habitación.
Ella se cubre su cuerpo desnudo con una toalla.
—Dia…Fernando — me mira sorprendida — a que te refieres con que nos vamos.
Me dirijo a su armario tomando lo más decente y poniéndolo en una mochila, estoy molesto, no por él, sino por mí, por ser un imbécil que se deja pisotear, alma toma mi mano deteniendo mi trabajo de meter la ropa, me obliga a verla, trago saliva cuando noto que tiro la toalla.
—¿Qué ocurrió?
—No pienso quedarme de brazos cruzados y ver que te hacen daño — trato de no mirarla, ella lo nota y ríe.
—Yo estaré bien, tú me enseñaste a pelear, peleare mientras tu llegas, príncipe — pone su mano en mi mejilla, cierro los ojos sintiendo su calidez.
—Si algo te pasa yo…
No termino ya que ella me jala de la camisa, toma mi boca desespero, le correspondo tomándole la cintura, la aviento contra la cama, me quito la camisa, ella no disimula cuando me ve con lujuria, me lanzo contra ella y la beso, una de mis manos juguetea con su pezón, mientras que con la otra va jugueteando con su zona sensible, ella gime, eso es música para mis oídos, me pongo duro, ella saca mi pene, lo toca y juega con el asiéndome gemir.
Tomo ambas manos poniéndoselas sobre su cabeza, cuando estoy apunto de entrar en ella nos hayamos interrumpidos por una persona que toca la puerta, me levanto más molesto de lo normal le digo que espere a la otra persona mientras espero que alma se vista. Cuando termina de vestirse abro la puerta y me encuentro con Delia quien nos mira apenada.
—El jefe mando a sus hombres y se llevaron al pinocho.
Aprieto la mandíbula, lo único que me faltaba, salgo de la habitación como alma que lleva el diablo, le pido un carro a uno de los guardias aquí, conduzco a toda velocidad llegando al rancho, me bajo de la camioneta y me dirijo a toda velocidad a la oficina del jefe, ni siquiera toco, solo entro, me encuentro con el jefe y el tuerto sonriendo.
—Donde está el pinocho — hablo.
—Mi pequeño diablo, tienes que entender que no siempre se tiene todo.
—Váyase al carajo, más le vale que no le haya hecho nada — grito.
—Te lo diré con una condición.
—Habla de una vez.
—Entrega una merca en la frontera, si lo logras sin que te atrapen te diré dónde está.
En este maldito mundo tener a personas importantes en tu vida es la paga, traicionas los matan a ellos, te revelas, se van contra ellos, quieres huir, los secuestran, es por eso que es meterse a este mundo sin tener ningún vínculo afectivo con nadie.
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Editado: 06.12.2024