Sálvame

Capitulo 5. Rebelion.

Fernando

Ha pasado un maldito mes en el que no se nada del pinocho, hice la entrega en la frontera, todo salió perfecto, hice todos los malditos pedidos que me pidió aun no me dice nada del pinocho, me empino la botella de tequila.

—Amor, no solucionaremos nada bebiendo — me quita la botella alma.

—Juro que si le paso algo lo lamentara — murmuro.

—Tal vez solo lo dijo para asustarte — sugiere delia que a esta al borde del colapso.

—Se terminó — me pongo de pie — iré hablar con él y si o si me va a dar una noticia.

Me encamino al rancho, se perfectamente que juan puede defenderse y si está en un aprieto el solo sabrá librarse, eso es algo que admiro de él, aunque también odio que sea demasiado estúpido y quiera sacrificarse por los demás.

—Donde esta Ignacio.

—Fernandito, pero si a ti te estaba buscando — me recibe el tuerto.

—No me interesa, donde está el jefe — me adentro a la casa con el tuerto siguiéndome.

—Te está esperando en su oficina.

Llego a su oficina y ni siquiera me molesto en tocar simplemente entro, me encuentro con el jefe semidesnudo y una de las chicas del club, el carraspea, al ver que no me volteare le pone a la chica para que tape su desnudes.

—Sabrás que esas no son formas de tocar, cabron — me reprende.

—Lo preguntare por última vez y no acepto una evasiva — ignoro su regaño — Donde está, juan.

Su estúpida risa sarcástica me pone peor, aprieto la mandíbula.

—Toma asiento — me dice mientras él sirve dos vasos de coñac.

Me empiezo a impacientar cuando el jefe toma su coñac con tranquilidad, me mira y sonríe, me tomo el coñac de un trago, el sabor es amargo y hasta podría decir que me quema la garganta.

—Pinocho, sabes ese apodo se lo pusimos por mentiroso…siempre fue un traidor, sé que en algún momento te traicionara, te quiero como un hijo y me dolería que el que dice ser tu mejor amigo te dañe, ya pase por lo mismo.

—Yo decido si dejo que me traicione o no — me limito a decir y el asiente.

—Bien. Lo mande como soldado de los García, me pasara todo tipo de información que tenga, tiene que darle honor a su nombre.

La sangre me empieza a hervir, un soldado de los Montero en la casa de los García es muerte segura y peor aún que el hijo heredero asumió el papel de jefe, al parecer es más despiadado que el viejo. Suspiro. Me pongo de pie, tengo que idear un plan para entrar a la casa sin ser descubierto, pero estas me las paga el idiota del pinocho.

—Quedamos que solo será por 6 meses — me detengo frente a la puerta, me giro a ver al jefe.

—Tomo el lugar de él, ha pasado un mes, entonces nos vemos en cinco — salgo de la oficina.

Escucho que me habla, hago caso omiso, me voy a mi cuarto a preparar una mochila, cuando estoy listo me voy para el club, le explico rápido a alma, aunque ella me suplica que no lo haga, no le hago caso.

—Espero verte pronto — le doy un beso en la frente.

—Fer…yo…tengo miedo…promete que volverás — asiento.

Después de despedirme y pedirle a delia que cuide de ella me marcho, afuera del club me encuentro con el tuerto fumando, cuando me ve niega.

—Siempre creí que eras estúpido, pero no a tales niveles.

—No estas a disposición de juzgarme, no cuando darías la vida por un hombre que no le importas — me mira, se ríe.

—Tu eres mejor que yo, que el jefe, que los García, no por nada te dicen el diablo — mira a la carretera — aun no llega el momento en el que los monstros que controlas salgan y te absorban.

Aprieto la mandíbula, eso es absurdo, soy débil como todo ser humano, no soy mejor ni peor que nadie.

—Tu eres un monstro, mataste a tu padre, desafiaste al jefe, mataste a sangre fría, desafiaste a todo mafioso que quería a alma, tu eres un hombre al que prefiere que le teman antes que pasen por encima de ti, el jefe a pesar de que no lo demuestra te teme.

—A qué viene todos estos halagos — lo corto, el asiente.

—Aunque no lo creas eres un montero, no un soldado, si no el próximo heredero — se queda en silencio por un momento — Si te metes a la casa de los García y te descubren el jefe no dará la cara por ti, te dejara a tu suerte y tú no puedes con todo un ejército.

—No soy un montero, no necesito a nadie que me salve, así como el jefe me dará la espalda para no armar una guerra, yo le daré la espalda por los míos.

Me marcho antes de que pueda responder algo más, la idea que tuve fue infiltrarme como un jardinero, de ahí buscare a juan y nos iremos tal vez tengamos que huir por un rato.




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