Sálvame del Infierno

Prefacio: Fuego

Zehael sonrió, y empujó a James para que éste cayera. Se colocó encima de él para impedirle que se volviera a levantar y con suavidad le acarició la mejilla.

— Oh. ¿Es cierto eso? ¿Que uno de esos lobos te dijo que le gustabas? — preguntó, conteniendo la risa—. ¡Eso es ridículo! Me sorprende que por una vez tengas razón. Me alegra que te des cuenta que es obvio que te está mintiendo. Yo lo haría: es muy divertido burlarse de ti. Tendría que estar ciego como para que le gustes. ¿Quién querría estar contigo? ¿Cómo podrías gustarle a una persona cómo él? Skoll es mil veces mejor que tú. Es valiente, es fuerte, es un líder. ¿Y tú que eres? —le limpió las lágrimas que empezaban a brotar—. ¿Qué eres, James? Sabes la respuesta, ¿no es así?

— Soy un cobarde — susurró James con la voz ahogada. Ahora que tenía a Zehael tan cerca una vez más el miedo prácticamente lo consumía—. Yo no soy fuerte.

—Tienes razón. ¿Por qué se fijaría en ti? No tiene sentido, ¿verdad? Yo creo que es más probable que los malditos cerdos vuelen a que alguien siquiera se fije en ti — dijo Zehael y puso la navaja en la comisura de sus labios—. Mira esto. Esta es una forma casi infalible para saber si le gustas o no. O si está ciego. Ya de por sí eres un desastre. Con tu cuerpo huesudo, tu cabello sin vida y tus piernas temblorosas. Si después de esto sigue diciendo que eres muy lindo entonces realmente te ama, o realmente quiere ver tu expresión cuando te diga que tiene novia, pero que fue muy divertido usarte… Pero eres James Mebrak. ¿Quién se va a enamorar locamente de James Mebrak?

Y empezó a cortar.

James forcejeó para quitárselo de encima, pero Zehael no sólo era más fuerte que él, sino más pesado, así que no pudo moverlo ni un centímetro. Zehael cortaba sin prisa, además era una navaja casi sin filo, y disfrutaba enormemente de cada gemido de dolor que soltaba James, con una amplia sonrisa. Ninguno de los dos se percató de que Skoll y Hati estaban cerca hasta que fue muy tarde.

El lobo negro, Hati se abalanzó sobre Zehael y lo obligó soltar la navaja y apartarse de James. Con un gruñido de frustración, Zehael se apartó con agilidad antes de que Hati lograra atacarlo otra vez y ocasionarle un daño verdadero. Era listo y tenía un excelente oído, así que logró esquivar al lobo blanco, Skoll, cuando éste quiso saltarle por la espalda. Los dos animales se interpusieron entre Zehael y James, quien se ponía de pie con un gran esfuerzo, a pesar de la sangre que le resbalaba desde las heridas en las mejillas y el infernal dolor.

Si he pasado cosas peores” pensó. Sabía que ni Skoll ni Hati eran rivales para Zehael. Ellos iban a morir y todo iba a ser su culpa. Y aun así, de todas formas, no se interpuso entre Zehael y sus amigos.

Cobarde.

Estaba ya en la puerta de la casa cuando un quejido de dolor lo paralizó. Apenas se atrevió a mirar atrás; Zehael había arrojado a Hati contra la puerta de un coche. Había perdido su forma lupina, estaba inconsciente y a la luz de las lámparas de la calle James podía notar que el golpe sangraba.

Skoll se interpuso entre su hermano y el demonio, pero éste tenía fuerza sobrehumana, y con Hati fuera, tenía toda su atención para el lobo blanco. Pero James sabía que a él no lo iba a matar. Lo iba a dejar vivo por aquella declaración de amor. Lo iba a dejar vivo para que pudiera ver en primera fila cómo Zehael torturaba a James, otra vez. ¿Por qué tuviste que decirme eso, Skoll?

Pero James no se dio la vuelta, ni cuando Zehael pateó al lobo blanco con tanta fuerza que se estampó contra el mismo coche donde yacía su hermano.

Entró a la casa, temiendo que Zehael lo siguiera para seguir cortándole la cara, pero no fue así. Porque James escuchó el graznido de un cuervo. Por fin, Jade había llegado.

(...)

James respiró hondo, temblando, y se miró por última vez en el espejo. Seguía resbalando sangre de su cara; dolía como el infierno. Él no había estudiado nunca enfermería, y en la casa no había hilo para suturar, así que había tenido que usar una aguja normal con hilo normal. Un sollozo le sacudió el cuerpo, mientras se dejaba caer contra la pared. ¿Quién era esa persona que lo miraba a través del espejo? Casi no podía reconocerse.

El chico que una vez había sido sano, el que sabía divertirse, el que tenía amigos y no se preocupaba por nada y a nada temía, ¿dónde estaba? Porque James ya no se creía que él y ese chico fueran la misma persona. Quien le miraba por el espejo era un joven maltratado, humillado y herido.




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