Después de aquel desagradable encuentro con la secretaria, las visitas de esa mujer se volvieron continuas. Prácticamente, Noelle ya no pasaba tiempo en casa.
Al principio, no me importaba. Era agradable no tener a Noelle cerca. Pero cuando me enteré de que esa mujer estaba usurpando mi lugar, sentí una rabia incontenible. No me molestaba que ella hiciera lo que yo no hacía, pero saber que se presentaba en la escuela como la señora Freeman y madre de Noelle era algo que no podía tolerar. Después de todo, ella solo era la amante, y tenía que dejarle muy claro cuál era su lugar.
Los sirvientes me informaron que la usurpadora volvería a ocupar el lugar que había dejado vacío, y mi orgullo no me permitió tolerar otro atrevimiento. Quería recordarle a esa mujer quién era la verdadera señora Freeman. Así que, ese día, hice lo que nunca antes había hecho: presentarme en la escuela de Noelle.
Ingresar a la institución y encontrar a los amantes fue sorprendentemente fácil. Ese día me sentía viva, sabiendo que borraría la sonrisa de ese hombre. Deseaba que fuera tan infeliz como yo.
—Lamento llegar tarde —dije soltando una risita, captando la atención de todos los padres de los compañeros de Noelle.
—Buenas tardes… ¿?
—Danielle Freeman —odiaba usar ese apellido, pero si quería arruinarle la vida a ese desgraciado, tenía que hacerlo.
—¿Freeman? —preguntó la maestra con incredulidad.
—Sí, soy la madre de Noelle…
Como lo deseaba, los murmullos no se hicieron esperar. Era más que obvio que la esposa y la amante habían "coincidido".
—Danielle…
—Vaya, supongo que arruiné la reunión familiar. No esperaba que pusieras a tu amante a ocupar mi lugar.
Lo miré con altivez.
—No sigas, tu hija está aquí.
—¿Yo tengo la culpa de todo esto? —Miré a la usurpadora—. Yo no tengo un amante.
En ese momento, deseaba con todas mis fuerzas que la reputación del gran empresario Freeman se desplomara, que se arrastrara como una vil cucaracha.
—¡No sabes cuánto te odio, Danielle! —gritó Noelle entre lágrimas, saliendo corriendo, seguida por Katherin y su padre.
Me sentí dichosa de que mi plan hubiera salido a la perfección. Estaba segura de que haría infeliz a ese hombre. Pero mi confianza era un bumerán que pronto me alcanzaría.
Después de aquel espectáculo, me fui de compras y, más tarde, regresé a casa, llevándome una inesperada sorpresa. Mi esposo estaba allí, junto a su amante.
—¿No me digas que vas a traer a tu amante a vivir en esta casa? —tiré las bolsas en el mueble y me crucé de brazos, haciendo una mueca de total desagrado—. Ya tengo suficiente contigo y con Noelle como para soportar a otro ser despreciable.
—Lo que hiciste hoy es imperdonable. ¡Humillaste a tu propia hija!
—¡¿Cómo te atreves a gritarme?!
—¡No voy a permitir más humillaciones a mi hija!
—Pero si el que la humilló fuiste tú al presentar a esta… —Señalé a esa mujer—. ¿Cómo decirlo? Poca cosa como la madre de Noelle.
—¿Ahora te nació el amor de madre? —preguntó frustrado—. Nunca has asistido a ninguno de los programas de Noelle.
—¿Cómo iba a hacerlo si me da vergüenza decir que soy su madre?
Se pasó la mano por el cabello y habló: —Traté de entenderte, pero ya no puedo soportar más tu desprecio. Ni Noelle ni yo merecemos esto.
—¿No lo mereces? Arruinaste mi vida, y no solo eso. ¡Te encargaste de dejar tu maldita descendencia en mi interior!
—¡¿Cómo puedes expresarte de esa forma acerca de tu propia hija?! —fulminé con la mirada a esa mujer—. ¿Cómo pudieron darte la oportunidad de ser madre con ese corazón podrido que tienes?
Le dediqué una sonrisa torcida. Había llegado a la conclusión de que ella no sabía por qué odiaba a mi esposo.
—¿Quieres saber cómo me convertí en madre sin desearlo?
—¡Detente, Danielle!
—¿Por qué lo haría? ¡Tú me destruiste la vida! Por eso te odio a ti y a tu hija bastarda.
—¡Y yo te odio a ti, Danielle!
Mis ojos se clavaron en esa pequeña como dos flechas llenas de veneno. Noelle se acercó a mí con una mirada llena de rencor y dolor.
—Te odio demasiado… ¡Desearía que no fueras mi madre! ¡Prefiero que estés muerta! —sollozó.
Sus palabras me hicieron sonreír.
—Katherin, llévate a Noelle y espérenme en el auto.
—Sí.
Esa mujer acató rápidamente la orden dada y se llevó a Noelle, dejándonos solos.
—Aunque nunca fue mi intención, he lamentado cada segundo haberte arruinado la vida… Pero ya no puedo seguir con esto. Lo intenté, intenté salvar este matrimonio, pero lo único que conseguí fue tu odio y desprecio; ya pagué por todo el daño que te hice sin querer.
Pese al dolor que transmitían sus palabras, yo no me inmuté ni un poco y dejé que siguiera hablando: —Danielle, yo también me he sentido tan miserable por lo que pasó esa noche… Si pudiera regresar en el tiempo, nunca habría ido a esa fiesta y así evitaría tanto dolor e infelicidad para ti, para mí y para Noelle; quien, siendo inocente, ha pagado con creces por algo que no deseé hacer y que me ha carcomido el alma por años.