Me giré de golpe al escuchar una suave risa, reconociendo de inmediato la pequeña figura de espaldas.
—Noelle... —llamé, y ella se giró hacia mí, sin mostrar ninguna expresión al principio, pero pronto una sonrisa se dibujó en su rostro.
—Papá... —musitó, comenzando a correr. Intenté alcanzarla, pero desapareció ante mis ojos.
—¡Noelle…!
Abrí los ojos de golpe, respirando agitadamente. Me senté en la cama rápidamente, dándome cuenta de que solo había sido un sueño.
—Buenos días, Danie… —giré mi rostro instintivamente.
—¿Darren...? —susurré, y él me sonrió con ternura. Al instante, los recuerdos de lo que había ocurrido esa tarde inundaron mi mente.
—El mismo —respondió mientras se sentaba al filo de la cama—. ¿Te sientes mejor?
—Digamos que sí.
Mi mente seguía nublada, pero sabía que Darren comprendía el caos que me consumía por dentro.
—¿Por qué has venido a verme? Yo me alejé de ti... Deberías odiarme.
—¿Cómo podría odiar a mi mejor amiga? Danielle, ambos sabemos por qué te alejaste —tomó mis manos entre las suyas—. No te odio, ni lo haré jamás.
—Gracias por no odiarme... y por venir.
—No tienes nada que agradecer —acarició mi mejilla con suavidad—. La cena está lista, deberías comer algo.
—No tengo hambre.
—Danie, necesitas alimentarte. Tu salud empeorará si no te cuidas.
—No tengo ganas de nada... Solo quiero olvidar todo lo que pasó. Quiero olvidar que yo soy la culpable de todo.
—¿Por qué insistes en culparte? Fue un accidente.
—Si hubiera evitado que salieran de esta casa, ellos no estarían muertos.
—No podías saber lo que iba a suceder —sostuvo mi rostro con ambas manos—. No es tu culpa. No deseabas que ocurriera.
—Pero…
—Sin importar lo que sucediera antes del accidente, no fue algo que provocaste.
—Aun así, me siento como una asesina —sollocé—. Darren, desahogué toda mi frustración en Noelle, la hice pagar por un crimen que no cometió. Fui tan cruel con ella... —Él limpió mis lágrimas—. Por eso mi hija murió odiándome.
—Estoy seguro de que no fue así.
—No me mientas —lo miré a los ojos, sintiendo que las palabras se atoraban en mi garganta—. Fui la peor madre que Noelle pudo tener. Y aún tengo el descaro de llamarme su madre… —murmuré antes de que él me envolviera en un abrazo.
—Detrás de cada una de tus acciones hay una historia. No seas tan dura contigo misma, no es justo. Tú también has sufrido…
Esas palabras hicieron que las lágrimas brotaran de nuevo.
—Danie, he vuelto por ti. No te dejaré sola en este proceso. Será difícil, pero estoy seguro de que podrás superar todo lo que has vivido. Recuperarás tu vida. Sé que puedes hacerlo —aseguró con firmeza.
Quería confiar ciegamente en las palabras de Darren, pero sabía que la posibilidad de ser feliz de nuevo era tan lejana como tocar las estrellas con mis manos; imposible. Sentía que no podía recuperar mi vida, no solo por los años que habían pasado o el sufrimiento que había soportado, sino por la ausencia de la hija que había abandonado. La hija que tuve que perder para entender su inocencia.
El vacío que dejó la muerte de Noelle era un testimonio silencioso de lo que había perdido para siempre. El recuerdo de esa pequeña estaría presente en mi vida hasta mi último aliento, al igual que la culpa por ser una madre despreciable.
[***]
A pesar de mi pena, el tiempo seguía avanzando cruelmente. Las noches eran interminables, las mañanas insoportables, y las tardes llenas de lamento. Incluso el simple hecho de respirar se sentía como un castigo.
—¡Noelle!
Ambos se giraron hacia mí.
—Vámonos, papá...
—¡No te vayas! —Corrí hacia ella—. Estoy arrepentida de todo lo que te hice. Noelle, dame la oportunidad de ser una madre para ti.
—Papá y yo estamos muertos, Danielle... —dijo, y tanto ella como su padre se desvanecieron como humo.
—¡Noelle! —grité, despertando de golpe.
Con la respiración agitada, miré a mi alrededor, encontrando los ojos de Darren.
—¿Otra vez soñaste con ellos? —Asentí lentamente—. ¿Qué soñaste esta vez?
—Estaba de nuevo en ese lugar oscuro... —comencé a relatarle mi sueño.
Desde el día en que fui honesta conmigo misma, las visitas de mi hija y su padre en mis sueños se habían vuelto constantes. Siempre era lo mismo: el sueño comenzaba con oscuridad, luego los veía y trataba de evitar que mi hija se fuera, pero no lo lograba. Noelle y su padre desaparecían, dejando una opresión aplastante en mi pecho.
—Danie, ¿has pensado en hablar con Lisbeth? —me sugirió, ganándose una mirada de reproche—. No lo tomes a mal, pero siento que esa culpa que te atormenta te impide seguir adelante. Estás aferrada al pasado, al dolor, y a acusaciones que no son ciertas. Danielle, el peor castigo para un ser humano es el que se impone a sí mismo. No te pierdas tratando de expiar tus acciones.