Aunque el tiempo había pasado, no lograba encontrar la calma mental ni espiritual. No hubo una sola noche en la que no soñara con ellos, ni un solo día en el que la culpa se desvaneciera. La paz interior parecía estar a años luz de distancia.
Me encontraba en un desequilibrio emocional que me devoraba el alma. Y aunque luchaba por estar bien, aunque contaba con el apoyo incondicional de alguien, no lograba salir de ese abismo. Era una situación que escapaba de mi control.
—Has bebido demasiado —dijo Darren mientras me quitaba la botella de coñac de las manos—. El día aún no ha terminado, Danielle.
—Olvidé por completo que soy un proyecto bajo supervisión —repliqué con sarcasmo.
Darren sabía que no dejaría el alcohol a menos que ingresara a Alcohólicos Anónimos, pero no se dio por vencido conmigo. Hizo todo lo posible para que llegáramos a un acuerdo: él dejaría de insistir en que abandonara la bebida, siempre y cuando yo redujera su consumo. Como ya dependía de ella para sobrevivir el día a día, acepté.
La cantidad de alcohol que ingería apenas me permitía sobrellevar las horas. Había momentos en los que la ansiedad me empujaba a discutir con Darren. Aunque le dolía mi comportamiento, nunca me dejó sola. De alguna manera, siempre lograba tranquilizarme.
—Es por tu bien —insistió con una mirada firme.
Permanecí en silencio, incapaz de discutir más.
—Señora… —la voz de la cocinera interrumpió el momento.
—Dime.
—El señor Thomas ha venido a verla.
—Hazlo pasar.
—Sí, señora —respondió antes de retirarse de la sala.
—¿Quién es? —preguntó Darren, murmurando.
—El asistente de él… del padre de mi hija.
—¿Qué querrá?
—No tengo idea.
—Buenas tardes, señora Danielle —saludó Thomas al entrar.
—Buenas tardes. Toma asiento.
—Gracias —dijo mientras se acomodaba—. Seguramente se estará preguntando el motivo de mi visita.
—Así es.
—Dada la situación actual, y por lealtad a mi jefe, me tomé el atrevimiento de gestionar el trámite de posesión efectiva de bienes. Estoy aquí para entregarle la documentación legal sobre su herencia.
—¿Herencia?
—Así es… Aunque hubo una solicitud de divorcio, esta nunca se concretó, y cuando su esposo falleció, usted seguía siendo legalmente su esposa. No hubo testamento, y, lamentablemente, la hija que tenían en común también falleció. Por lo tanto, usted es la única heredera de todo lo que pertenecía al señor Freeman.
—Rechazo la herencia —declaré con firmeza.
—Respeto su decisión, pero será un proceso que deberá tramitar. Mi trabajo con la familia Freeman ha concluido —colocó dos sobres amarillos y uno blanco, marcado con la palabra “renuncia”, sobre la mesa—. Gracias por su tiempo, señora Danielle —dijo, levantándose rápidamente y retirándose antes de que pudiera refutarle.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó Darren, mirándome con curiosidad.
—Donar toda la herencia.
Aunque despilfarré el dinero de mi esposo, nunca me interesó realmente su fortuna. Las compras lujosas y excesivas no eran más que una manifestación de mi ira. Era mi manera de protestar contra él, de intentar que se hartara de mí. Por eso, no tenía ningún motivo para aceptar lo que heredé. Esa fortuna no la quería, ni me pertenecía.
[***]
Por el tema de la herencia, me vi obligada a regresar a la casa de mi progenitor. A pesar de que no me agradaba, no todo era tan malo. Darren había tenido que ir a atender un asunto familiar con su madre, así que no contaba con su compañía. Iba a aprovechar esos minutos de descuido para ingerir alcohol.
—Me sorprende que hayas venido a verme —dijo una elegante mujer, que escaneé de pies a cabeza. Parecía nerviosa—. ¿Qué te trae por aquí, Danielle?
Me crucé de brazos y me senté.
—Necesito los contactos de los abogados de la familia —respondí con frialdad, observando cómo fruncía ligeramente el ceño.
—¿Para qué necesitas los contactos de los abogados?
—¿Acaso tengo que explicarte cada cosa que hago? Ya no soy una niña para que vigiles todos mis movimientos.
—Solo me preocupo por ti. Danielle, la última vez que te visité, no estabas bien. Ahora vienes aquí pidiendo los contactos de los abogados sin previo aviso. Me inquieta tu cambio de actitud.
Solté un suspiro frustrado. No tenía ganas de discutir, ni mucho menos de buscar abogados competentes para que me ayudaran con la herencia. Podría haberle pedido a Darren que se encargara de todo, pero no quería darle más trabajo.
—Si tanto insistes en saber, te lo diré. Hace unos días heredé una gran fortuna, la cual no deseo.
—¿Cómo dices?
—¿De verdad tengo que darte todos los detalles?
—Danielle…
—Heredé la fortuna Freeman. No la quiero, así que la donaré. Y para eso necesito la ayuda de abogados competentes. ¿Contenta ahora?