Abrí los ojos y me encontré en la oscuridad. Sentía mi cuerpo flotando, pero la ausencia de luz me impedía comprender lo que estaba sucediendo. En medio de ese silencio absoluto, una voz femenina resonó en la penumbra:
«Ni siquiera en la muerte, tu hija y tu esposo encontraron la paz que tanto merecían. Tu resentimiento, ese veneno que alimentaste durante años, atrapó sus almas y las condenó a vagar en la ososcuridad. Esto es apenas el comienzo...»
Una fuerza invisible me arrastró, y la oscuridad se desvaneció de repente. Cuando volví a abrir los ojos, me di cuenta de que estaba en una ceremonia de graduación. Mi ceremonia de graduación. Aturdida, caminé entre los asistentes, buscando respuestas. Entonces vi a Darren. Corrí hacia él, lo llamé, pero no me escuchaba, ni siquiera me veía. Era como si me hubiera convertido en un fantasma.
—¡A la una, a las dos y... a las tres! —exclamé, y los birretes se elevaron en el aire como gotas de lluvia, cayendo en las manos de sus dueños.
Verme sonreír en el pasado hizo que algo se rompiera dentro de mí. Contemplar lo feliz que fui ese día, por haber alcanzado una de mis primeras metas —graduarme con honores, como la mejor estudiante de mi generación—, me hería profundamente.
—Danielle...
La sonrisa de mi padre se unía a la mía mientras corría hacia él para abrazarlo.
—¡Felicidades, mi reina!
Esa escena sólo intensificaba el dolor que sentía. Quería huir, dejar de ver esos recuerdos que me atormentaban, pero estaba atrapada. Obligada por una fuerza superior a ser testigo de mi pasado.
—¡Gracias, papá! —Lo abracé con fuerza—. ¡Gracias por venir!
Papá era un hombre de negocios, siempre con la agenda llena. Apenas tenía tiempo para mí, pero en los momentos importantes, siempre encontraba la manera de estar presente.
—Felicidades, Danielle —me dijo la esposa de mi padre.
—Gracias, Agustina.
—Ve a despedirte de tus amigos. Te espera una sorpresa en casa —anunció ella con entusiasmo.
—¿Puedo saber de qué se trata? —pregunté emocionada.
—Es una sorpresa, hija —respondió mi padre con una sonrisa.
—Está bien. No tardaré.
Llena de emoción por lo que me aguardaba, me despedí de mis amigos uno a uno y luego regresé con mi padre para irnos a casa.
[***]
Al llegar, fui recibida por los invitados, la mayoría amigos y socios de mi padre. Agradecí cada felicitación con una sonrisa cordial, pero reservé una sonrisa más sincera, casi secreta, para mi novio.
—Felicidades, Danielle.
—Gracias, Logan —respondí, y con una mirada cómplice seguí mi camino, aferrada al brazo de mi padre, pero sin apartar los ojos del hombre que amaba.
Logan era el hermano de mi madrastra, por lo que nuestra relación era un secreto. Sabíamos que mi padre jamás lo aprobaría. No solo nos separaban la clase social, tambien la diferencia de edad. Él tenía veinticuatro años y estudiaba en la universidad, mientras yo aún era menor de edad y dependía completamente de mi padre. Aun así, estábamos decididos a estar juntos.
[***]
La celebración fue maravillosa, y mi felicidad alcanzó su clímax cuando vi mi regalo de graduación: el auto de mis sueños. No podía ser más feliz aquel día. Mi dicha se completó cuando Logan me citó en un rincón apartado; tenía un regalo para mí.
—Pensé que no podrías escaparte —dijo mientras me rodeaba con un dulce abrazo.
—Por ti, hago lo que sea —contesté, y él se adueñó de mis labios con un beso suave.
—Tengo un regalo para ti.
—¿Para mí? —pregunté, soltando una pequeña risa, ilusionada.
—Así es —dijo mientras deslizaba su mano por mi cabello—. Quería dártelo en tu cumpleaños, pero no puedo esperar más.
—¿Qué es? —Mi corazón latía con fuerza.
—Cierra los ojos...
Obedecí, sintiendo cómo sus brazos se alejaban. Luego, su voz me indicó:
—Ahora, ábrelos.
Cuando lo hice, lo vi deslizar un anillo en mi dedo anular.
—Te doy este anillo como símbolo de mi amor y compromiso. Te prometo que estaré a tu lado, y juntos construiremos un futuro lleno de felicidad. Algún día serás mi esposa. Te amo, Danielle.
Estaba tan ilusionada que creí ciegamente en cada palabra. Fui tan ingenua.
—Te amo, Logan.
Sonreímos, y nos fundimos en otro beso, interrumpido por la voz de mi padre.
—Nos vemos más tarde —le susurré a Logan, dándole un beso rápido antes de que se marchara. Me quedé sola en el pasillo.
—¡Oh, mi Danielle! —exclamó mi padre con una sonrisa. Me di la vuelta, nerviosa—. ¿Por qué no estás con los invitados?
—Quería tomar un respiro... —respondí. Entonces noté una mirada fija en mí. Mi padre no estaba solo; lo acompañaba un hombre apuesto y elegante—. Buenas tardes...
—Buenas tardes —respondió con una voz amable, que contrastaba con su expresión seria.