Luego de un largo día de trabajo cansador solo encontrabas paz y tranquilidad visitando la tumba de tus padres, ellos habían muerto hace años, dejándote a cargo de tu pequeño hermano. Sumidos en la pobreza y sin dinero comenzaste a lavar la ropa de otros a cambio de pocas monedas, tus manos callosas de tanto fregar no eran las de una joven de 18 años, parecían las de una vieja, pero no te importaba mientras pudieras ganas dinero dignamente.
Con esas mismas manos ahora quitabas la hierba de la tumba, colocabas flores y te inclinabas para orar a tus padres, pidiéndoles que, donde quiera que estén, te den fuerzas para seguir adelante, por ti y por tu hermano.
Una vez que terminaste y ya estabas más tranquila notaste que la tumba de al lado le había crecido hierba de nuevo. Te daba pena que nadie venga a visitar a los muertos de esta tumba: “familia Shinazugawa”, rezaba en la roca. Como no te costaba nada, limpiabas la hierba cada tanto y ofrecías una oración para esos difuntos. Cuando acabaste tomaste tus cosas dispuesta a volver a casa ya que pronto anochecería y debías preparar la comida. Mientras pensabas en que cocinar con el poco dinero que te dieron no notaste que casi te chocas con un joven, tenía el cabello blanco, la cara llena de cicatrices y cara de pocos amigos. Te inclinaste para disculparte y seguiste caminando, pero a los pocos pasos te volteaste por mera curiosidad y notaste que el chico se detuvo junto a la tumba de al lado.
“He vuelto a casa…”- le oíste decir.
Sonriendo te fuiste de allí ya que no es de buena educación escuchar a la gente cuando habla con sus difuntos.
Una vez de vuelta en el pueblo compraste algo de pan y vegetales para cocinar, ya había oscurecido y no había mucha gente en la calle, no faltaba mucho para llegar a tu casa junto a tu hermano cuando notaste que alguien te empezó a seguir, con miedo a voltearte solo podías acelerar tus pasos, al hacer esto el que te seguía también apuro el paso. Tenías miedo. En cuestión de segundos sentiste un fuerte tirón del brazo que hizo que tiraras todo lo que habías comprado y sentiste que te lanzaron con fuerza hacia un callejón. Tu acosador era un hombre de gran altura que siempre estaba merodeando en el mercado, ya habías notado las miradas lascivas que te dedicaba pero hasta ahora habías logrado eludirlo.
Ya estabas por darte por vencida cuando de repente algo empujo al hombre para ser estrellado en la pared opuesta del callejón.
Lo que ocurrió luego no fuiste capaz de comprenderlo, en cuestión de segundos el hombre alto quedo quieto unos momentos y luego empezó a escupir sangre, a la vez que el muchacho envainaba su espada…. ¿En qué momento la saco de su funda? ¿Le llego a golpear? Fue tan rápido que no pudiste seguirlo con la vista. Cuestión que tu acosador yacía en el suelo, inconsciente. Dedicaste tu mirada al muchacho y este dijo:
El silencio incomodo que había mientras caminaban te ponía nerviosa, pero fue interrumpido súbitamente por el gruñido del estómago del muchacho. El joven solo chisto y frunció el ceño mirando a otro lado cosa que te genero algo de risa pero lo disimulaste para que no se enfade más.
Al llegar a la puerta de tu casa la abrió inmediatamente tu hermanito quien llevaba rato asomándose a ver si venias.