Sana las heridas de mi corazón-Sanemi Shinazugawa x lectora

Capítulo 3

Tu hermano y tú se dirigieron al rio temprano, tu para lavar la ropa que te encargaron y tu hermano Josh para entrenar con Sanemi, al llegar lo vieron cerca de la orilla, como les había prometido,  los esperaba de pie apoyado contra un árbol.

Al verlo sonreíste de inmediato e hiciste una leve inclinación

  • Buenos días señor Shinazugawa, estamos bajo su cuidado.
  • Buenos días.- También saludo aunque su cara seria no había cambiado mucho, fruncir el ceño parecía un hábito común en él.
  • ¡Vamos a entrenar señor!- dijo ansioso tu hermano sacando su espada de madera que le había fabricado su padre hace tiempo para jugar.- ¡Ya estoy listo!

Pudiste ver como Sanemi dirigió su vista al trozo de madera y quitándolo de las manos del joven lo arrojó al suelo.

  • Olvídate de esto. Es muy pronto, primero tienes que entrenar tu cuerpo antes de tomar una espada.
  • ¿Entonces que hare?
  • Ven aquí- tu hermano obedeció y se paró frente a Sanemi.- Imagina una línea recta desde aquí en adelante, quiero que corras en línea recta hasta una roca que está más adelante que yo mismo pinte con una “X” y vuelvas para acá.
  • Pero…- dijo el joven señalando con el dedo- … justo en frente hay un árbol.
  • Lo saltas o lo destruyes, para que ya no vuelva a molestar.- Respondió con confianza el peli blanco.

La cara del pequeño fue de total asombro, pensó que era una broma pero el peliblanco no parecía estarse riendo. Miro al frente, trago saliva y comenzó a correr ante la atenta mirada de los 2 mayores, al llegar al árbol comenzó a treparlo y cayo pero volvió a intentarlo hasta que finalmente pudo cruzar al otro lado.

Suspiraste aliviada de que no se hubiera hecho daño, no comprendías la naturaleza de ese entrenamiento, pero si aquel hombre de las cicatrices lo consideraba necesario sabias que tu hermano estaría en buenas manos. Mientras tu lavabas la ropa pensabas en cuantos días tu pequeño hermano podría permanecer con este duro entrenamiento, solo estabas segura de que esa noche dormiría como tronco.

Cuando acabaste de lavar te pusiste en pie y miraste alrededor, el chico de las cicatrices estaba sentado a la sombra de un árbol y no había señales de tu hermano. Decidiste irte a tu casa a tender la ropa pero el peliblanco te detuvo.

  • Dame eso, -dijo en tono imperativo- lo llevare yo.- agrego mientras tomaba el pesado cesto de ropa.
  • Pero, ¿y el entrenamiento?
  • Tranquila, eso le tomara un tiempo…

Solo te limitaste a sonreír y asentir mientras caminaban juntos hasta tu casa. Después de todo rara vez recibías ayuda de alguien, la gente del pueblo se preocupa de sus propios asuntos y muy pocos se preocupan de unos pobres huérfanos como ustedes. Los únicos que eran buenos contigo eran la señora del almacén y su hijo que tenía más o menos tu edad. Pero de la nada apareció este joven y te socorrió esa noche, y sin esperar nada a cambio, no podías más que admirarlo desde el fondo de tu corazón.

En tu mente no parabas de preguntarte ¿de que trabaja? ¿Cómo se había hecho esas cicatrices? ¿Por qué llevaba una espada siempre consigo? Tantas preguntas pero no te atrevías a preguntar, más bien no te parecía adecuado hacerle esas preguntas así, de la nada, tenías miedo que se enfade y se vaya, así que preferiste callar.

Una vez llegaron el chico con cicatrices dejo el cesto de ropa en la entrada de la casa, sabias que si no le decías algo, lo que sea, él se iría así que aventuraste una invitación:

  • Señor Shinazugawa ¿le gustaría pasar y tomar algo de te?

Él apoyo su mano en tu cabeza lo que te lleno de ilusión, pero lejos de hacerlo con delicadeza la movió para despeinarte por completo, haciendo que te quejes.

  • Te he dicho que no invites a extraños a la casa.- exclamo.
  • Pero usted no es un extraño ya…- ignorando completamente tu comentario se alejó diciendo
  • Debo volver al rio, el mocoso ya debería estar por volver…
  • Vaya con cuidado… -le gritaste, pero ya estaba lejos.

 

Las horas pasaron, aprovechaste a hacer las tareas domésticas  y con las pocas monedas que tenías fuiste a comprar comida, ya era lo último, contabas con que, al entregar la ropa mañana por la mañana, ya tendrían más dinero.

Fuiste al mercado y la amable señora del almacén, la única que se preocupaba por ti, te pregunto si te habías metido en algún lio, ya que te vio pasar esta mañana con un tipo lleno de cicatrices que daba miedo el solo verlo. Le respondiste que sí, que era un amigo. La mujer no muy convencida, te advirtió que no te juntaras con alguien así ya que dañaría tu reputación y no podrías conseguir esposo luego. Sabías que no lo decía con maldad, genuinamente se preocupaba por ti, pero te enojaba que pensara así del señor Shinazugawa como tú lo llamabas, es verdad que parecía un matón, pero era buena persona.

Al volver del mercado te sorprendiste que tu hermano no haya vuelto aun, pero te pusiste a preparar el almuerzo ya que de seguro vendría con hambre… ¿vendrá el señor Shinazugawa de nuevo?  ¿Se quedara a almorzar? ¿Qué le gustara comer? Quizá si preparo algo que le guste si acepte pasar un poco…

Mientras pensabas en ello la puerta se abría de golpe y la figura desastrosa de tu pequeño hermano se hizo presente: estaba cubierto de tierra, hojas en el cabello y cara de pocos amigos. No pudiste evitar reírte de él.

  • Pfff…. ¿Qué te paso?
  • No preguntes… - respondió con el ceño fruncido mientras cerraba la puerta.
  • De acuerdo… Ve a lavarte, la comida ya casi esta.

Cuando la comida estuvo lista la serviste y comieron. Una vez terminaron grande fue tu sorpresa al ver que tu hermano, sin haberle dicho nada, se puso a levantar los platos y lavarlos. Siempre tuviste que regañarlo para que lo haga y ahora sin más lo hace, curiosa preguntaste:

  • ¿Y esto a que se debe? ¿Te golpeaste muy fuerte la cabeza y ahora eres ordenado?




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