Llegaste a casa con más ropa que lavar y te dirigiste a la caja en donde guardabas el dinero, apenas había unas monedas para comprar pan. Además te había estado doliendo la cabeza desde ayer, pero le restaste importancia porque había mucho por hacer, igual que hoy. No podías quedarte sin hacer nada, ya pronto llegaría tu hermano de entrenar y llegaría con hambre. Te pusiste a cocinar una sopa con los pocos vegetales que tenías. De seguro se quejaría pero terminaría comiéndola. Estabas triste de no poder invitar con nada a Sanemi que siempre te acompañaba a tu casa, pero es que apenas tenían para comer, el no decía nada pero comprendía la situación. Él siempre te pagaba un poco de más por lavar su ropa. Nunca te ofreció dinero de la nada, lo cual agradecías. Para ti era humillante recibir dinero como limosna, preferías recibir dinero justo a cambio de trabajo. Sanemi… con solo pensar en él ya te ponías a sonreír…
Cuando oíste barullo fuera supiste que tu hermano había vuelto, te peinaste un poco y arreglaste tus ropas por si venia el peli blanco con él. En efecto, había venido acompañado de Sanemi que lo estaba regañando por lo débil que era, cuando saliste a saludarlo él se te quedo viendo y te pregunto
Sanemi no parecía conforme con esa respuesta, sin embargo no dijo nada y se marchó.
Cuando volviste a entrar le serviste una gran porción a tu hermano y una pequeña para ti, cuando tu hermano te pregunto porque lo hacías le mentiste diciendo que habías comido algo antes de que el llegara.
Por la noche ya no había mas comida, solo un trozo de pan que le ofreciste a tu hermano con algo de té. Ya mañana tendrías dinero para comida, luego de lavar esos manteles, solo tenías que aguantar.
A la mañana siguiente no podías creer lo difícil que fue levantarse, te dolía todo el cuerpo y tenías poca energía, pero debías que hacerlo, nadie vendría a ayudarlos a ti y a tu hermano, solo estaban ustedes dos en el mundo, tus padres te habían dejado a cargo de cuidarlo, él era lo único que tenías en este mundo…
Llegaron al rio como de costumbre y los esperaba el señor Sanemi con su clásica cara arisca, sin embargo sabias que era solo una fachada que ocultaba su gentileza. Cuando te vio se acercó a paso decidido, sentiste como tu corazón se desbocó ante tal acercamiento inesperado. El hombre sin mediar palabra puso su mano en tu frente y otra en la suya.
En contra de tu voluntad te llevaron al médico, cuando te examino dijo que tenías una gripe, que con un par de días de reposo mejorarías, y que además estabas anémica, dijo que era debido a una dieta pobre en carne y legumbres. El cazador de demonios oyó el diagnostico atentamente y pago por la consulta y también por la medicina. Afortunadamente para volver te llevo en su espalda y no como una bolsa de papas como había hecho anteriormente.
Al llegar a tu casa entro y te ordeno que te recostaras, no tenías ni fuerzas para discutir así que le obedeciste, viste como le dio órdenes a tu hermano pero no escuchaste de que, e l rápidamente le obedeció, los ojos te pesaban, los cerraste lentamente hasta quedarte dormida.
Te despertó un delicioso aroma, abriste lo ojos y pudiste ver a Sanemi preparando la comida y a tu hermano barriendo la casa… era demasiado bueno para ser cierto. Creíste que aun estabas soñando pero te frotaste los ojos y la imagen seguía ahí…
Ante tanta preocupación de los dos hombres que te acompañaban no pudiste más que aceptar los términos que te ofrecían. Te sentías dichosa de ser consentida de esa manera, hacía ya tiempo que nadie se preocupaba tanto por ti.