Cuáles son las causas de la Ansiedad?
La ansiedad es uno de los principales motivos de consulta psicológica actualmente. Se trata de una tipología de trastorno psicológico que se asocia a una diversidad de causas relacionadas con múltiples factores:
Factores de índole social (relaciones sociales, familia, pareja…)
Factores de índole cultural (creencias, religiosidad, ideales…)
Factores relacionados con patologías de naturaleza orgánica (enfermedades físicas…)
Factores relacionados con patologías de naturaleza psicológica (trastornos psicológicos, situaciones traumáticas…)
Factores relacionados con el entorno, coyunturales o estructurales, como puede ser una pandemia, una catástrofe natural, un golpe de estado, una guerra…
La ansiedad se desencadena cuando una situación determinada es capaz de generar en la persona la expectativa de que su resolución va a ser negativa o que tal situación va a tener consecuencias negativas. Una reunión profesional con tu jefe y pronosticas que te va a reñir o que te va a despedir, un familiar padece una enfermedad grave y prevés que tiene difícil solución…
En numerosas ocasiones, determinadas situaciones o estímulos desencadenan la ansiedad al reactivar redes neuronales vinculadas a experiencias previas dolorosas, la sintomatología de este tipo de ansiedad está asociada a vivencias del pasado que no se han asimilado de manera adecuada. Esas situaciones o estímulos activan tales vivencias negativas del pasado que actúan como “disparadores” de la ansiedad
Sufrir ansiedad con frecuencia y de forma intensa puede interferir en el día a día de la persona, que puede llegar a evitar la vida social, los encuentros familiares, los deberes diarios, las responsabilidades laborales… En definitiva, la ansiedad puede provocar que la persona deje de realizar actividades necesarias para su desarrollo personal, social y laboral, llegando a desarrollar trastornos en el estado de ánimo (incluso depresión) y graves problemas de autoestima.
Causas de la depresión
Un evento negativo como la pérdida de un ser querido, de un trabajo, padecer una enfermedad médica grave, o estar bajo largos periodos de estrés, pueden ser “disparadores” de un episodio depresivo, aunque a veces la depresión puede ser espontánea y la persona no puede asociarla a un evento o causa específica.
Factores genéticos, cambios hormonales, ciertas enfermedades médicas, estrés, duelo o circunstancias vitales estresantes también pueden contribuir al desarrollo o mantenimiento de la depresión. La combinación de cualquiera de estos factores puede producir cambios en nuestro cerebro y dificultades para adaptarnos a los eventos internos o externos, contribuyendo a que aparezcan síntomas depresivos.
En algunos casos, existe un evento disparador y luego comienza a producirse una especie de espiral, por ejemplo: supongamos que tu pareja te deja, empiezas a sentirte triste y a evitar ver a tu familia y amigos, y además comienzas a consumir alcohol. Esta secuencia de eventos relacionados pueden hacer que te sientas cada vez más triste y más deprimido.
Muchos estudios muestran que hay un componente genético en la depresión, aunque aún no se ha podido identificar un gen. Algunos estudios (incluidos trabajos con población general y estudios de gemelos) muestran que las probabilidades de desarrollar una depresión se triplican para las personas cuyos padres o hermanos han tenido este trastorno. En otras palabras: las personas que tienen un familiar que haya tenido depresión son mas propensas a desarrollar el trastorno, aunque también son necesarios otros factores.
La depresión es un trastorno biosocial. Esto quiere decir que para explicar la génesis de la depresión es necesario considerar la interacción entre factores biológicos y ambientales o psicológicos. Ambos factores son caras de la misma moneda y su interacción es importante para explicar la depresión y otros trastornos psiquiátricos. Estos factores pueden interaccionar a distintos niveles, a nivel de la resiliencia, como disparadores, como mantenedores y como factores para acabar con un episodio depresivo.
Ejercicio
Ejercicio: “Carta que nunca enviaré”
Objetivo: Expresar libremente lo que sientes hacia alguien, sin filtros, para liberar emociones acumuladas.
Duración: 15 a 20 minutos
Material: Papel y pluma (o documento digital, pero recomiendo papel para mayor conexión).
1. Prepara el momento
Busca un lugar donde estés tranquilo/a y sin interrupciones.
Respira profundamente y piensa en la persona a la que quieres escribirle.
2. Elige a quién va dirigida
Puede ser un amigo, pareja, familiar, alguien que ya no está en tu vida… o incluso tú mismo/a.
Elige a quien tengas algo importante que decir y no te hayas atrevido o no hayas podido hacerlo.
3. Empieza así:
“Querido/a [nombre o apodo]:”
O si es más fácil, empieza con “Hola…”
. Escribe sin censura
Incluye:
Lo que sientes ahora (“Siento…”, “Me duele…”, “Me alegra…”)
Lo que nunca dijiste (“Nunca te dije que…”, “Ojalá hubieras sabido…”)
Lo que quisieras que supiera (“Quiero que sepas que…”)
Lo que te hubiera gustado que pasara (“Me hubiera gustado que…”)
Ejemplos de frases para empezar:
“No sabes cuánto me afectó…”
“Todavía recuerdo…”
“Odio que…”
“Me gustaría agradecerte
5. Cierre
Puedes terminar la carta de varias formas:
Agradeciendo: “Gracias por…”
Cerrando un ciclo: “Hoy decido soltar esto…”
Expresando un deseo: “Te deseo lo mejor aunque…”
6. El ritual de liberación
No la envíes.
Guárdala en un lugar privado, rómpela o quémala (con cuidado).
Mientras lo haces, repite: “Me libero de este peso.”
Empiezo yo con mi carta así se darán una idea
Valeria:
Te escribo desde un lugar donde las palabras se ahogan,
donde el aire pesa y el pecho duele.