Sangre Codiciada

XXVIII

"El no tener respuestas de algo tan importante es desesperante, pero peor aún es tener dos versiones incompletas que se contradicen"

 

         Esta vez por mucho que respirara profundo y tratara de dejar de pensar en cosas que solo me hacían sentir mal, seguía igual.

         En mi cabeza no cabía la posibilidad de que aquel niño nerd de Wattpad, al cual ayudé durante años a liberarse de aquellos que se burlaban de él; el dulce chico que no salía de casa nada más que para ver a sus dos mejores amigas y a su primo;  aquel inocente niño, que tanto adoraba, que no podía ver a alguien llorando o sintiéndose mal porque dejaba de hacer lo que fuera para ayudarlo; aquel chico que a pesar de nunca defenderse a sí mismo nunca se quedaba callado ante una injusticia… terminaría mandando a matar a un chico y mucho menos defendiendo al monstruo que destruyó a su familia, intentando y logrando matar a varios de ellos.

         Es que Nad siempre decía que si fuera por él ayudaría a todo el mundo. Siempre prefirió callarse en conversaciones algo controversiales con tal de no caer en una discusión o pelear.

         Si bien él y Cris de vez en cuando peleaban, era cosa de ellos. De hecho, mi madre decía que ellos eran Tom y Jerry porque no podían estar separados mucho tiempo, pero si estaban juntos terminaban peleando. Aunque si uno necesitaba algo ahí estaba el otro para ayudarlo. Simplemente tenían sus rarezas que solo ellos entendían.

         Nunca vi ninguna señal de que la persona que yo pensaba que más conocía en este mundo, era capaz de hacer cosas así…

         Aquí fue cuando me di cuenta de que nunca conocí realmente a nadie a mi alrededor, ni siquiera a mí misma. Todo lo que conocía era una gran mentira. A este punto hasta dudaba de mi propio nombre.

         Logré moverme de mi lugar para ir hacia mi cama, acostarme, taparme con mi colchita, quedarme en posición fetal y solo llorar entre temblores. Miles de cosas que antes me parecían imposibles ahora venían como duda a mi cabeza.

         En este preciso momento necesitaba un abrazo de mi mamá. De esos abrazos que, aunque el mundo se esté cayendo a pedazos solo porque era ella te hacía sentir que todo iba a estar bien. Nunca había sentido tanto su ausencia como ahora.

         Pasaron las horas y ya me había calmado un poco. Miraba a la nada, sin pensar en algo específico, estaba agotada por tantas cosas que habían llegado a mi mente a la vez. No sabía qué creer y qué no, por lo que decidí que todo pasara sin cuestionar nada porque sabía que sería por gusto.

—¿Puedo pasar? —preguntó Osmon, asomándose por la puerta y sacándome de mis pensamientos.

—Es tu habitación también —susurré sentándome en una esquina de la cama para que él se sentara.

—Perdón, no debí reaccionar así, es que… —Se veía muy nervioso y arrepentido.

—Yo tampoco reaccioné bien —le interrumpí —. En todo caso quien se tiene que disculpar soy yo, después de todo sigue siendo tu familia, tu solo los defendías —La verdad que no tenía por qué reaccionar así cuando ellos siempre fueron como una familia para mí.

—Los secretos y las cosas de mi familia son para volverse loco. Yo aún no se mucho, ni siquiera estoy seguro de si lo que sé es cien por ciento realidad o no, pero trataré de responder todas tus preguntas, tal vez tu entiendas mejor que yo —No estaba segura de sí querer seguir con el tema, pelearme con él nuevamente no estaba en mis planes.

—Yo creo que mejor lo dejamos así… —Mi curiosidad era fuerte y la cara que puso cuando le dije aquello me ganaron —. Vale. Lo primero sería que al principio me dijiste que te uniste al templo por el monje, pero luego me dijiste que fue por tu madre. ¿Cuál es la verdad? —Empecé por algo suave, realmente no quería discutir con él.

—Las dos. Ese día por la tarde el monje me dijo lo que me pasaba.  A la noche, luego de saber aquello y ver las reacciones de mis padres quise saber más y por eso fui hasta la cajita que mi madre escondía y comencé a leer. Ella me descubrió y me dijo que ya no debía esperar, que lo mejor sería que entrara al templo, al día siguiente a primera hora… En ese momento pensé que se había molestado conmigo y por eso me echaba de la casa, luego entendí que era por mi seguridad —El dolor en sus últimas palabras era evidente y en parte entendía por qué.

—Ella te amaba nunca te echaría de la casa solo porque leíste unas cartas, Osmon —Acaricié con dulzura su mejilla, dándole ánimos —.  ¿A qué te refieres con que fue por tu seguridad?

—¿Recuerdas que mis padres murieron en un accidente, en uno de sus viajes? —Asentí —. Eso es mentira, los asesinaron cuando fueron a buscar pistas y a darle un entierro digno a mis tíos y primo. Estaban en una llamada con los padres de Nadeem cuando pasó. Les iban a decir algo importante que habían descubierto cuando la llamada se cortó abruptamente y el lazo que Abraham tenía con mi madre desapareció por completo y eso solo significa una cosa… —Notaba que se estaba esforzando demasiado para no llorar.

—Mejor hablamos después, no quiero que estés mal por culpa de mi curiosidad —Tomando sus manos entre las mías, sonriendo con nostalgia.

—No, quiero terminar con esto de una vez. No me gusta que dudes de mí y mucho menos quiero seguir escondiéndote cosas.

—Está bien, pero si en algún momento quieres parar solo dilo —Él asintió —. Hay algo que no acabo de entender, tú y una chica rara ahí me han dicho que nuestro mundo no es como yo creo, que somos diferentes. ¿A qué se refieren?

—Ok —suspiró —¿Tenías que preguntar eso? ¿No podía ser otra cosa? —Se veía demasiado nervioso, como si fuera a abrir la caja de Pandora —. ¿Qué es lo que recuerdas fuera de lugar el día de la Luna Roja?

—¿A parte de que escuché cómo asesinaban a alguien? —Él asintió con obviedad — No me mires así, que eso no es normal… No sé, todo fue muy rápido y raro… Recuerdo mucha sangre, un lobo o un perro enorme, quién arrastraba el cuerpo del chico que apareció muerto. Luego los hermanos raros esos, había algo que me hacía querer huir de ellos, pero por otro lado algo me decía que me quedara.




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