Sangre de bruja

1: Luna y Marte

Días después del encuentro con aquella chica albina, Atlas se encontraba en la biblioteca en busca de libros sobre la luna de sangre y brujas. Cuando por fin encontró un libro sobre brujas quedó totalmente insatisfecho, puesto que todo lo que había conseguido había sido un cuento para niños, con marionetas para los dedos y con no más de tres frases por página. Suspiró, volvió a poner el libro en su sitio y siguió buscando, cuando se hartó de buscar sin tener ningún éxito, cogió su mochila del suelo y colgó una de las asas en su hombro, empezó a caminar hacia la salida cuando la bibliotecaria le detuvo.

—¿Qué es lo que busca, joven? —preguntó la señora de pelo blanco, ojos oscuros, piel blanca y arrugas notorias.

—Un libro sobre brujas… —Atlas hizo una breve pausa antes de volver a hablar. —O sobre la luna de sangre.

—Lamento informarle, joven, de que no tenemos nada de lo que usted necesita aquí. —respondió la señora. —Pero yo podría contarle cosas sobre ambos temas.

El rostro de Atlas se iluminó y sus ojos brillaron con esperanza.

—Sí, por favor.

La señora sonrió, se acercó a las mesas de estudio y lectura de la biblioteca, la cual estaba desierta, y se sentó en una silla. Atlas hizo lo mismo que la bibliotecaria y se sentó frente a ella.

—Empecemos por la luna de sangre. —dijo la bibliotecaria. —¿Quiere los hechos científicos o quiere que le cuente la leyenda?

—La leyenda.

La señora asintió y comenzó a relatar:

—Ella era una mujer que sabía susurrar al corazón de los hombres y las mujeres del mundo, y con sólo su mirada era capaz de aliviar cualquier mal. Era libre como el viento y dinámica como el mar. Era tan atractiva que nadie podía parar de escuchar sus canciones e historias. Era tan interesante y llamativa que no había posibilidad de apartar la mirada de su discurso de rebelión contra los dioses que tenían a la gente explotada y el mundo comenzó a seguirla. —contaba la vieja bibliotecaria. —Los Dioses la acusaron entonces de enloquecer al planeta. La culparon de que las personas se volvían rebeldes e indomables bajo su influencia. La llamaron bruja, la juzgaron por delitos terribles contra las personas y las deidades, y la desterraron lejos de la humanidad a la que ella tanto amaba. Pero el castigo fue más cruel. La mandaron lejos, pero condenada a ver, desde el cielo, a los seres humanos que tanto amaba mientras eran sometidos por los Dioses. Jamás podría volver a pisar la hierba, jamás podría volver a respirar el olor a tierra mojada, jamás podría dar un beso o sentirse amada. Y los Dioses la llamaron Luna y en las noches, iluminaría todo aquello que tanto anhelaba y quería.

—Luna —murmuró el muchacho y la bibliotecaria asintió con una leve sonrisa.

—Nacida libre y rebelde, Luna supo esperar su momento. Se dio cuenta con el tiempo de que algunas noches, las nubes cubrían el cielo y nadie podía verlo. Entonces, aprovechó una de esas veladas para desaparecer del cielo y bajar a la Tierra. Visitó sus lugares favoritos: los mares, los ríos, las montañas, las playas… —siguió relatando. —Finalmente llegó a un valle surcado por un río y lleno de flores de lis, y ahí se detuvo, cautivada por su aroma promovido por un viento quieto y suave. Caminaba tranquila por el valle sin darse cuenta de que, hacía ya unas horas, la seguía un apuesto joven que se percató de su presencia.

—¿La secuestraron? —preguntó Atlas confundido y la señora negó.

—Él se llamaba Marte. —aclaró la bibliotecaria. —Era pasional y despierto. Estaba lleno de sueños. Era un rebelde, poeta y guerrero. Con sus palabras era capaz de mover los sentimientos más profundos del ser humano. Marte no entendía a Zeus, o era Zeus quien no entendía a Marte… El jefe de los Dioses quería un hijo para nombrarlo Dios de la guerra, pero Marte era desobediente y sensible, empatizaba con todo ser y no se sentía capaz de hacerlo. Al ser hijo del Dios Zeus, él sabía quién era Luna y quería conocer a la hermosa y libre mujer que había sido desterrada por los Dioses. Seguro de sí mismo, se acercó a ella. Luna se asustó al verle. Intentó escaparse presa por el pensamiento de que la castigarían los dioses por su atrevimiento. Pero Marte la detuvo con un leve roce en su espalda y las palabras que emanaban de su grave voz la convencieron de que solamente quería conocerla. —la señora hizo una pausa y luego siguió relatando— Luna había actuado por instinto al aceptar la petición del hijo de Zeus de quedarse y conocerse. Estuvieron toda la noche hablando y, sin darse cuenta, se conocieron el uno al otro. Tanto se conocieron que se acariciaron el alma y surgió un amor rebelde y bello.

—Wow. —pronunció el chico absorto en la historia.

—Así, nacieron las amazonas y los poetas, los bailarines y las guerreras, los piratas y las corsarias, los locos y los inadaptados a las miserias de este mundo. Nacidos fruto de un amor prohibido, rompiendo las reglas de los dioses, los hijos de Luna y Marte rechazarían las normas y no respetarían el orden del mundo. Sabedores de que sus hijos se quedarían solos y serían perseguidos por los dioses, y de que su amor era fugaz como la noche, pues no querían ser descubiertos por Zeus, decidieron dar un regalo a sus hijos para que pudieran estar a salvo cuando se despidieran de ellos. —la bibliotecaria se levantó, sacó un libro de su bolso y se volvió a sentar frente al muchacho. —Luna llamó Brujas a sus hijas, y les dio poderes de adivinamiento y conocimientos amplios sobre el uso de las plantas y del cuerpo. Por su parte, Marte regaló a sus hijos una fuerza similar a la del fuego y les dio cuerpo de lobo para que nadie pudiera comérselos.



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En el texto hay: brujas, luna de sangre, marte y luna

Editado: 21.10.2023

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