Atlas llegó a su casa, tiró su mochila en el suelo y, con el libro que la señora bibliotecaria le había dado en las manos, subió las escaleras y entró en su habitación, abrió el libro y empezó a leer con atención. Si algo deseaba Atlas en esos momentos era descubrir qué era aquella chica. Pasaron horas, pero para el chico fueron apenas minutos, a pesar de las horas que llevaba leyendo, no encontró nada relevante que le pudiera ayudar a encontrar a la chica. En ese momento, Atlas estaba tan centrado en su desesperación por encontrar respuestas que no reparó en la gata que le observaba atentamente desde el otro lado de la ventana. Una preciosa gata albina con los ojos grises claros.
Eirene, a pesar de las prohibiciones de se hermana gemela, quería volver a ver al muchacho de pelo oscuro, por lo que tomó su forma de gato y fue a ver al chico que le había llamado tanto la atención. Pudo ver cómo Atlas llegaba a su habitación, se sentaba en la cama y abría un antiguo libro sobre brujas de la luna, Eirene recordaba haber visto antes ese libro, pero ese tipo de libros eran los libros que solo algunas brujas tenían y que pasaban de generación en generación. La curiosidad de Eirene aumentó y algunas dudas empezaron a aparecer.
Eirene miraba con atención las expresiones del chico, Atlas estaba tan absorto y aburrido a la vez, aquel libro no tenía lo que él necesitaba, era más bien un libro que contaba cosas sobre los poderes de las brujas lunares. La chica rio al ver a Atlas resoplar por quinta vez en dos minutos, era normal que ese libro le aburriera, no había nada demasiado interesante en él.
La pata de otro gato en su cara la sacó de sus pensamientos, se giró para ver qué otro gato había sido y se asustó al ver a su hermana.
Eridani, su hermana, la miraba con decepción y enfado. Eridani era una chica muy tranquila, pero también muy mandona, y no le gustaba que la desobedecieran, por eso tener a Eirene como hermana era una desgracia para ella, no os equivoquéis, Eridani adoraba a su hermana, pero Eirene era demasiado desobediente, traviesa, indomable.
—A casa. Ahora. —ordenó Eridani.
Y Eirene salió corriendo en dirección a su casa. Eirene no haría caso a Eridani nunca, a no ser que ella la mirara con decepción y enfado, lo último que Eirene quería era que su hermana la odiara por desobedecer una orden. Mientras tanto, Eridani frunció el ceño y se quedó viendo al chico de ojos de distintos colores, sin duda ella no entendía a su hermana, ¿por qué se escapaba para ver a un idiota leer un libro?, sin embargo, por mucho que Eridani se fijara en todo no logró ver el nombre del libro que Atlas tenía en las manos.