Sangre de Hacedor

VII. Desolación

Tess despertó con el cuerpo entumecido por su encuentro con aquel ser el día anterior. Ella seguía tratándolo como un ser porque aquel poder no le pareció humano. Desde la habitación se podía oler el pan recién hecho y la mantequilla que, a buen seguro, había preparado Veryl. Al viejo le gustaba hornear su propio pan. Demasiado tiempo libre estando retirado. Aunque para provecho de Tess, era mejor ese pan recién hecho que el que venía del mercado, que llevaba varias horas expuesto al aire ambiental. Salió de la habitación dispuesta a comer hasta reventar para que su cuerpo se recuperase lo antes posible. Todavía andaba con el cuerpo encorvado y ayudándose de las paredes para continuar. El dolor seguía presente. La luz tenue matinal inundaba el comedor. En la cocina, justo al lado del salón, se encontraba Veryl terminando de hornear la última remesa de panecillos.

—Vaya, viejo. —Tess había probado uno de los panecillos que había encima de la mesa —. No dejas de sorprender. Cada vez te salen más buenos. Supongo que será por la inmensa cantidad de años que tendrás. La experiencia al final es un grado.

—No seas irrespetuosa, Tess. —contestó Veryl con la templanza que le caracterizaba —. Llevo toda la mañana trabajando en ellos. Llevan un poco de apiomenta. Seguro que te ayudan a recuperarte antes.

Tess se dio cuenta de que Veryl se sentía culpable de lo que le había ocurrido. Si bien era cierto que él le ofreció el trabajo, fue ella la que aceptó, y con ello, también la responsabilidad de lo que durante el mismo pasase. Evitó sacar el tema para que pudiese sentarse con ella a desayunar sin tener más remordimientos que los que ya tenía.

—Bueno, Tess. —se sentó enfrente de ella, poniéndose una servilleta de tela bien amarrada al cuello para evitar mancharse la camisa de lino —. Creo que tenemos una conversación pendiente. Como bien me dijiste, te lo debo.

—Me lo debes, sí. —cogió otro panecillo y comenzó a extenderle mantequilla por encima.

Veryl se sirvió un panecillo como acababa de hacer Tess y comenzó a desayunar. Era de las pocas veces que habían compartido mesa durante una comida. Llevaban años de relación profesional pero no solían compartir esta clase de momentos juntos. Se sentía bien, como tener una familia de nuevo.

—Cuando quieras, viejo...

El hombre puso los ojos en blanco ante la insistencia y desesperación de la joven por saber más del tema.

—Bien, bien. —dio un trago de agua —. Verás. ¿Qué sabes acerca de los libros de Heino?

—¿Los libros de quién? —dijo Tess, perpleja. La joven era muy inteligente en cuanto a lo relacionado con su profesión. Pero se había criado sola, sin educación. No sabía mucho sobre historia y leyendas pyrmenianas.

—Los libros de Heino. —repitió Veryl —. Bien. Heino fue un sacerdote poco ortodoxo del oscurantismo. Tanto es así, que está considerado un hereje por parte del clero. Hay pocos registros sobre él. Ninguno de sus escritos ha sobrevivido a su muerte. Bueno... Asesinato.

—¿No me jodas? —dijo Tess, con los ojos abiertos como platos —. Esta historia empieza fuerte, viejo.

—¿Qué te tengo dicho sobre las formas, Tess? — dijo negando con la cabeza en gesto de desaprobación —. Bueno, continúo. Heino estuvo parte de su vida estudiando el mundo que nos rodea. El por qué de las cosas. Se dice que su obra magna constaba de tres libros. Uno en el que explicaba la relación de la luz y el artificium. Otro en el que exponía sus hallazgos en cuanto a los dioses antiguos. Y otro en el que explicaba quiénes eran los hacedores y por qué podían hacer uso del artificium.

Tess estaba atenta a lo que Veryl le estaba contando. La historia le tenía enganchada. Fuese verdad o fuese mentira, Veryl la contaba con una credibilidad asombrosa. El hombre volvió a llevarse a la boca un trozo de panecillo con mantequilla y bebió agua antes de continuar con la historia, haciendo que la desesperación de la joven fuese en aumento.

—¡Venga hombre! Te recuerdo que no tenemos todo el día —dijo tocándose las costillas por el dolor —. Me estarán buscando.

—Vale, vale. Tienes razón. —contestó Veryl mientras dejaba a un lado el panecillo —. Por dónde iba... ¡Ah! Sí... Los libros. —se dio un leve golpe en la frente —. Estos libros fueron prohibidos por el oscurantismo y, por consiguiente, los reyes de Sulhätar y Cörum coincidieron en seguir este mandato. Se creía que habían sido destruidos, pero existían rumores. Decían que esos libros habían ido pasando por diferentes manos de casas nobles por el morbo que suscitaba leer algo prohibido. No sin antes pagar cantidades desorbitadas por ellos. —Veryl veía que Tess no le quitaba los ojos de encima mientras contaba aquello —. Desde que oí estos rumores cuando era pequeño, estoy buscando estos libros. El que tú robaste anoche, es uno de ellos. En concreto, el que trata sobre los hacedores.

Tess asentía una y otra vez con la cabeza. El movimiento fue degenerando poco a poco en una negación clara mientras miraba a Veryl. Había algo que no entendía de todo esto.

—¿Cómo van a tener un libro así expuesto con el resto de sus libros? Si lo tuvieses tú, lo tendrías guardado bajo llave como mínimo. ¿O me equivoco, viejo?

—No te equivocas. —se rió levemente —. Pero, ¿y si lo heredas sin saber lo que es? Cuando Conrad Ürathe murió, ese libro, junto al resto de herencia, pasó a su hijo Tadeus. —hizo una señal de respeto haciendo un mudra de oración por la muerte de este último —. Seguramente, Tadeus no supiese ni de la existencia de estos libros. Y, según parece, la persona o ser, como tú le llamas, que ocupa la mansión tampoco sabe de su existencia. Pero supongo que empezará a investigar el por qué del robo de un simple libro.

—Entonces ese libro contiene información sobre qué soy, ¿no? —preguntó Tess, con el tono de quien se asoma a un abismo —. ¿Has podido leer ya algo, viejo?

—Sí, Tess. En teoría, aquí viene explicado todo sobre por qué ciertas personas pueden hacer uso de artificium y el cómo. —cogió el libro en alto —. Todavía no he podido sentarme a devorar todos y cada uno de sus párrafos. Pero no voy a tardar. Llevo esperando toda la vida a tener uno de estos libros en mis manos.



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En el texto hay: fantasia, amor, magia

Editado: 04.11.2024

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