Sangre de luna

Demonios

Escuchaba unas voces que parecían querer ser susurros, no lo conseguían. Noté un dolor en mi frente, y mi mano notó la sábana de mi cama. Todo había sido un sueño raro de los míos… Abrí los ojos con una punzada bastante grande que provocaba que viera borroso, olía los ungüentos de mi abuela, también notaba el aire frío entrar por la ventana. Era una combinación desagradable.

Froté mis dedos contra mis ojos para espabilarme, estaban llenos de lágrimas y no sabía si era por el dolor o el olor tan fuerte que me rodeaba. Aun así, los abrí como pude para encontrarme con esa criatura en la puerta de la habitación. Me asusté, de nuevo… me incorporé con rapidez y mi espalda se topó en el cabecero de la cama. Pese a que en ese momento todo me daba vueltas, mi instinto era todavía más grande. No me creía lo que mis ojos veían, pero allí estaba ante mí, al menos su espalda y aquellos cuernos puntiagudos. Se giró lentamente, yo busqué algo en mi mesita para defenderme y lo primero que cogí fue una taza a la cual vacié todo su contenido de lápices por el suelo. Cuando se me quedó mirando se la lancé mientras chillaba un poco desesperada. La cogió entre sus manos en el aire sin ningún tipo de esfuerzo.

Salí de la cama con las piernas temblorosas para arrinconarme en un extremo de la habitación, no tenía escapatoria, a no ser que quisiera tirarme por la ventana, y no es que fuera la opción más factible.

—¿¡Qué haces en mi casa!?

—Cálmate fierecilla… —Sonrió, una media sonrisa que parecía amistosa. Seguidamente dejó la taza en mi escritorio mientras yo volvía a buscar algún objeto afilado con la mirada, acabé cogiendo unas tijeras—. Al final te harás más daño tú que yo, deja eso, no queremos más accidentes.

Las agarré con fuerza, no pensaba hacerle caso alguno. Hasta que movió su mano y me abrió esta, sacando las tijeras de ella. No podía hacer nada para detenerle, él estaba ejerciendo una magia contra mí… ¿¡Era magia!? No, yo debía de estar perdiendo la cabeza. Cayeron al suelo y se deslizaron hasta sus pies, donde las cogió de nuevo y las dejó apartadas.

En ese momento mi abuela apareció.

—¡Cuidado, abuela!

Se quedó mirándome, después a esa criatura extraña y pasó por su lado como si nada.

—Siéntate, Circe, te has dado un buen golpe. Lo raro es que te hayas despertado hija, de verdad que susto me has dado.

La miré sin comprender cómo es que no le asustaba o se apartaba de él, desde luego esos cuernos puntiagudos de su cabeza.

Le hice caso, volví a la cama y me senté sin apartar mis ojos de él, lentamente, por si acaso debía de ponerme en pie de nuevo. Mi abuela apoyó sus manos callosas y rugosas en mis mejillas, me movió de un lado a otro la cabeza y cogió de nuevo el ungüento.

—¿Puedes explicarnos…?

—¡Ahora no, Ryu!

Esa criatura se puso con los brazos cruzados, se apoyó en el marco de la puerta y seguidamente miró con los ojos en blanco a mi abuela mientras se burlaba.

—Abu… —No entendía nada y tampoco me salían las palabras, estaba muy mareada—. ¿Quién es…?

Sus manos me aplicaban la pasta en la herida de la cabeza, aunque no parecía querer responderme a mi pregunta inacabada.

—¿Por qué…?

—Eso digo yo, ¿por qué te seguía un asqueroso vampiro? —Fue la criatura quien contestó—. De todas las criaturas que hay, has elegido a un vampiro, estupendo, Circe.

Eso hizo que me quedase un tanto pensativa, ¿qué vampiro? ¿De qué me hablaba? Le observé confundida, mareada y con la estabilidad por el suelo. Tenía marcas en el rostro, pequeños cortes no muy profundos, pero que eran difícil de disimular. Estaban rojos, quizás infectados, mentía, seguro que estaban infectados. Los vampiros no axis… No, eso no era posible.

—No es culpa suya, Ryu… —Mi abuela parecía defenderme.

—Pues no ha podido encontrarla solo, esto no funciona así.  Y me confunde que te encuentres tan tranquila sabiendo que le ronda un vampiro a tu única nieta… —Mi abuela le miró como si le ordenase un silencio inmediato—. Un maldito vampiro, Galena.

Dejó el pequeño cuenco a un lado, se limpió las manos con el trapo que colgaba de su delantal y me miró negando con la cabeza.

—No es nada, Circe, pero… Pero por tu seguridad es mejor que te quedes unos días en casa.

—¿Qué? ¿Y la universidad?

Quizás fue el golpe, pero no podía pensar en nada más. Ni siquiera la palabra vampiro había retumbado en mi cabeza lo suficiente para darme cuenta de ello.

—No puedes salir, ¿no escuchas a tu abuela fierecilla?

No me creía que ese ser con cuernos estuviera dentro de la conversación.

—Pero no lo entiendo… ¿Qué pasa? ¿Quién es él?

—Eso es lo de menos —respondió ella.

—No, no lo es… —Le aparté las manos que había apoyado sobre las mías.

Mi abuela miró a ese tal Ryu, el cual movía uno de sus pies como si ahora no le interesase la conversación.

—Ryu… Él…

—¿Quién es?

—Es un demonio sombra…




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