Sangre de Luna

La prueba

Aria observaba con fascinación desde la ventana cómo su madre, Selene, se movía con agilidad por el jardín, alerta ante la presencia de un intruso desconocido. Mientras tanto, el pequeño dragón Ember permanecía a su lado, emitiendo chirridos nerviosos mientras observaba la escena.

De repente, un destello plateado atravesó el césped, seguido por un gruñido. Aria contuvo el aliento, reconociendo la figura de un vampiro que emergía de las sombras. Su piel pálida resplandecía bajo la luz de la luna, y sus ojos rojos brillaban con un hambre insaciable.

Selene se preparó para el enfrentamiento, sus garras afiladas listas para el combate. Con un gruñido desafiante, se lanzó hacia el vampiro, dispuesta a proteger a su familia a toda costa.

Aria observaba con los ojos abiertos de par en par mientras la batalla se desarrollaba ante ella. Los sonidos de los golpes y los gruñidos llenaban el aire, mientras las dos criaturas luchaban con ferocidad. Por un momento, parecía que Selene tenía la ventaja, pero el vampiro era astuto y escurridizo, esquivando sus golpes con facilidad.

De repente, el vampiro lanzó un ataque sorpresa, atrapando a Selene desprevenida y haciéndola retroceder. Aria sintió un nudo en el estómago mientras veía a su madre luchar por mantenerse en pie, el sudor caía por su frente mientras luchaba contra la oscuridad que amenazaba con consumirla.

Sin embargo, justo cuando parecía que todo estaba perdido, un rayo de luz atravesó el cielo, iluminando el jardín con un resplandor dorado. Aria miró hacia arriba y vio la luna llena brillando con una intensidad deslumbrante, su luz purificadora bañando el paisaje en una atmósfera sagrada.

Inspirada por la fuerza de la luna, Selene reunió sus últimas fuerzas y lanzó un poderoso contraataque, enviando al vampiro retrocediendo con un rugido ensordecedor. Con un último esfuerzo, logró expulsar al intruso de su territorio, asegurando la seguridad de su familia una vez más.

Aria observó con asombro mientras su madre se acercaba a la ventana, su figura bañada en la luz plateada de la luna. Sus ojos se encontraron, y en ese momento, Aria supo que había presenciado algo más que una simple batalla: había sido testigo del poder y la determinación de una madre dispuesta a proteger a los suyos a cualquier precio.

 




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