Sangre de titanes

El rugido que lo cambió todo

La sirena sonó a las 5:03 a. m.
Otra ciudad al norte había sido devorada.

Las noticias lo llamaban “El Sexto Despertar”. Pero Kaksuki no necesitaba ver la televisión para saber que era real.
Desde su ventana, las columnas de humo dibujaban cicatrices en el cielo. Y en su pecho… algo rugía.

—¡Kaksuki, despierta! —gritó la voz de su madre adoptiva desde el pasillo—. ¡Te vas a llegar tarde a la evaluación de ingreso!

Se vistió en menos de un minuto. No por prisa, sino por costumbre. Desde los 8 años soñaba con ese día: entrar a la Academia Militar Shūrai, la más temida del país. La misma que entrenaba a los cazadores de kaijus.
La misma que había entrenado a su padre… antes de que muriera dentro de un coloso de fuego.

Pero Kaksuki no era como los demás.

Debajo de su piel, su sangre no ardía por emoción. Ardía porque no era completamente humana.

—Nombre.
—Kaksuki.
—Edad.
—Quince.
—¿Familia militar?
—Mi madre… y mi padre. Él murió en el frente.

El examinador lo miró sin emoción, como si ya hubiera escuchado esa historia cien veces. Luego lo marcó con tinta roja en el brazo.

—Unidad de prueba 117. Ve al túnel.

Al otro lado del túnel, cien jóvenes como él esperaban nerviosos. Entre ellos, una sola figura parecía no estar asustada. Una chica de cabello largo, con una cinta roja en el brazo y ojos que parecían fuego líquido.

Aiko Shiranami. Subcapitana del Escuadrón Alfa. Conocida como La Destroza-Kaijus.
Y, por razones que Kaksuki aún no entendía… ella lo miraba con desprecio.

El primer desafío no tardó. Una simulación virtual de ataque kaiju.
La mayoría corría. Kaksuki caminó.
Y cuando el monstruo apareció… él no tembló.
Porque el rugido del kaiju no lo asustaba.
Lo reconocía.

Sus ojos se volvieron azul brillante. El color exacto del primer kaiju que existió.

En menos de un minuto, había eliminado al objetivo.
Con sus propias manos.

—¿Qué fue eso? —susurró uno de los instructores—. ¿Cómo… cómo lo hizo?

Aiko frunció el ceño desde lo alto de las gradas.

—Ese chico… no es normal.

Y no, no lo era.

Era el resultado de un experimento secreto. Un error del gobierno. Un arma disfrazada de humano.

Y ese era solo el primer día.




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