Entre rugidos y corazones

La tierra aún temblaba, el aire olía a quemado y el kaiju enemigo yacía inmóvil en el suelo, vencido por el poder absoluto de la guadaña celestial.

El cuerpo de Kaksuki brillaba levemente con energía oscura, mientras la voz del Fundador resonaba dentro de él con calma.

—Ya está. La amenaza fue neutralizada.
Has usado bien mi poder, portador.

Kaksuki respiraba agitado, sintiendo cómo su cuerpo volvía poco a poco a la normalidad.

—Gracias… Fundador.

—Antes de devolverte el control completo… solo una cosa.
—¿Qué?

—Ese beso. ¿Te gustó o no?

Kaksuki se quedó callado un segundo… luego sonrió.

—…Sí. Me gustó mucho.

La risa del Fundador retumbó en su mente como un rugido juguetón.

—Sabía que ibas a decir eso. Ahora sí… tu cuerpo es todo tuyo otra vez, “prometido”.

Kaksuki cayó de rodillas por el esfuerzo, jadeando. El tatuaje en su muñeca se apagó lentamente… pero el eco de su poder aún estaba en el aire.

Aiko corrió hacia él, sin pensarlo.
Se lanzó a sus brazos con fuerza.

—¡Kaksuki!

Él apenas tuvo tiempo de mirarla antes de que ella lo abrazara con todo su cuerpo y le plantara otro beso, esta vez más largo, más intenso… más real.

—¡Eso fue increíble! —le susurró al oído—. Jamás había visto algo así.
¡Tú… tú fuiste una bestia!

Kaksuki se rió, cansado pero feliz.

—Eso no suena tan romántico como esperabas.

—Cállate —le dijo sonriendo—. Ahora estás oficialmente invitado a conocer a mi familia.

—¿En serio?

—Sí. Hoy. Después de esto.

Kaksuki tragó saliva.

—¿Y qué pasa si no les caigo bien?

Aiko lo miró con esa misma mirada intensa de siempre.

—Entonces… será tu última batalla.

Kaksuki levantó una ceja.

—Vaya, qué motivador.

—Vamos, prometido. —le dijo bromeando—. A ver qué pasa…

Ambos se alejaron del campo de batalla entre risas, sin saber que alguien los observaba a lo lejos desde una torre, con un par de binoculares y una expresión sombría.

—Así que el chico del experimento…
Ya despertó.