Antes de llegar a la residencia del general, Kaksuki caminaba solo por el pasillo que conectaba la zona de entrenamiento con el centro de mando.
Iba vestido con el uniforme de descanso, limpio y presentable, pero aún sentía el corazón acelerado.
De pronto, en su cabeza…
la voz volvió.
—A ver, niño… ¿estás listo?
Kaksuki rodó los ojos.
—Fundador… otra vez tú.
—No te emociones tanto. Solo estoy aquí para darte apoyo emocional antes del desastre.
—Gracias, muy alentador.
—Solo recuerda esto: si algo sale mal… si dicen que la carne está mal cocida o si intentan matarte por "besar a la hija", yo estaré listo para ayudarte.
—¿En serio? ¿Aparecerás en mitad de la cena con mi guadaña?
—No. Solo si tú me lo pides. Pero claro, lo haré con estilo.
Hubo una pausa.
—Y por cierto… ¿cuándo es la boda?
—¡Cállate!
El Fundador se rió en su mente, y Kaksuki empujó la puerta de la entrada principal.
La casa de los Shiranami no era una casa cualquiera.
Era prácticamente una fortaleza de madera antigua, estilo tradicional japonés, pero con toques tecnológicos.
La familia ya lo esperaba.
Aiko lo recibió con una ligera sonrisa. Se notaba nerviosa también.
—No te preocupes, Kaksuki. Si mi tío te mira feo… solo ignóralo.
—¿Tienes un tío?
—Y una abuela… bastante directa.
Kaksuki tragó saliva.
—Genial.
Entraron al salón principal. Había al menos ocho personas sentadas:
El General Shiranami, con su típica pose seria.
Una señora de cabello blanco con bastón (la abuela).
Dos primos de Aiko, ambos cazadores.
El tío (que parecía medir dos metros).
Y tres soldados veteranos de la familia.
Todos lo miraron al mismo tiempo.
—Así que tú eres el chico… —dijo la abuela con voz firme—.
El que besó a mi nieta sin pedir permiso.
Kaksuki palideció.
—Con todo respeto, señora, no fue planeado. Fue el destino.
—¡Bah! Si lo vas a besar, hazlo bien —respondió la abuela, cruzando los brazos—. Aiko, este sí me cae bien.
El general suspiró.
—Ya que estás aquí, siéntate. Quiero ver si puedes sobrevivir a una cena con esta familia antes de sobrevivir a otra batalla.
Durante la cena:
El tío lo retó a ver quién comía más picante.
Un primo le preguntó si pensaba tener hijos con Aiko.
La abuela le guiñó el ojo tres veces.
Y Aiko lo miraba con una mezcla de risa y vergüenza.
Kaksuki sobrevivió a todo.
Incluso al arroz con wasabi concentrado que casi lo mata.
Al final, Aiko lo acompañó hasta la entrada.
El cielo estaba despejado. La noche tranquila.
—¿Lo hice bien? —preguntó él.
—Mejor de lo que esperaba —respondió ella—.
Pero no le vuelvas a hablar a mi abuela de "herencias de poder". Ahora cree que le vas a dar nietos con sangre kaiju.
—¿Qué?
—¡Olvídalo!
Ambos rieron.
Kaksuki la miró un segundo más… y en su interior, una voz murmuró:
Cuando sea la boda, invítame.
Quiero ver si ella te vuelve a besar así frente a todos.
Kaksuki no dijo nada. Solo sonrió.