Sangre Infernal - El comienzo del mal

Capítulo 3: Revelaciones.

Mientras mi madre se hacía un café, me senté en el living. El dolor de cabeza se me había pasado, pero tenía un torbellino de recuerdos de ese momento escalofriante. 

— Bueno Lizz, necesito contarte algo — dijo mirándome con cara de preocupación.

— Estoy esperando Helga — respondí con mi mejor cara de enojo.

— Primero Elizabeth, háblame bien. Te guste o no, soy tu madre. Yo te traje a este mundo, y me debes respeto. Si no fuera por mi, no existirías. — Dijo con tanta sobervia que creí que se ahorcaría con su propio ego.

— Ahórrate el drama y ve al grano — resoplé, esperando a que me diga todo.

— Ha venido tu padre a mi lugar de trabajo, a decirme que quiere verte. Que quedó en libertad hace una semana, y que quiere recuperar el tiempo perdido contigo. — Tomó el café con las manos temblorosas. — Y sinceramente, creo que te haría bien ir con él. —

Me paralicé por un instante. Mi padre, Robert Burns, quien había estado preso durante casi 15 años por complicidad en homicidio, quería llevarme a "recuperar el tiempo perdido". Genial. No sabía si alegrarme o si debía salir corriendo hacia otra ciudad. Mientras yo esperaba una respuesta a todo lo que me venía ocurriendo, este hombre reaparecía en mi vida, justo en el peor momento. 

— ¿Pero qué demonios? Prácticamente no recuerdo su rostro, jamás me envió una carta para saber de mí. Y ahora quiere que caminemos por el parque mientras comemos algodón de azúcar — dije irónica.

— Mira Lizz, he cometido muchos errores en mi vida. Y creo que este es uno de ellos. Tu padre sí te envió cartas, para cada cumpleaños, para cada navidad, para cada año nuevo. Pero yo nunca te las dí. No quería que tuvieras contacto con él. Pero creo que erré en hacer eso. Además de que, quizás, el no tener un padre presente ha sido lo que arruinó nuestra relación. Y quiero recomponer algo de lo que hice, dejándote ir con él.— Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. Nunca la había visto llorar, pero sinceramente, no me conmovió.

— ¡Genial. Excelente.! — Grité. ¿Cómo te atreves a hacer algo así? ¿Qué derecho crees que tienes a quitarme mis cartas? ¡Mis cartas! — A estas alturas, lo que me había pasado ya había quedado olvidado por un momento. Era demasiada la impotencia que sentía. Las venas me quemaban y quería gritar, a la vez del deseo de romper todo a mi alrededor.

— Perdón Lizz. Es mejor si te vas con él. — Dijo mi madre, mientras secaba sus lágrimas.

— Mira, yo venía a hablarte de lo que me viene sucediendo mamá. De mis sueños, de mis visiones, de mi contacto con ese ser horroso y demoníaco que me amenaza. Pero sinceramente, no se quién es el verdadero mounstruo. Si él o ¡tú! — seguía enfurecida.

— Esto es real Elizabeth, déjate de esas estupideces místicas. Ya vas a cumplir 18 años, no seas inmadura. — Esto que me dijo, incrementó mi rabia a un nivel extremo.

— ¡Eres horrible! Lo único que te agradezco, es haberme criado y darme lo necesario para vivir. Por lo demás, eres increíblemente egoísta, dañina y tóxica. Me voy a ir con él, ¡incluso preferiría que ese maldito demonio me mate.! ¡No puedo creer que seas capaz de generarme tanto dolor! ¡Y te dices ser Terapeuta Holística! Pobre de las personas que atiendes, ¡deberían avisarles el mounstruo que eres!

Mi madre me respondió pero no entendí lo que dijo. Me fui de la sala. Subí a mi habitación llorando de rabia. No entendía nada. Mi vida se había vuelto un caos. Llamé a Chris llorando. 

— Amigo, estoy destrozada. Necesito que vayamos a nuestro lugar — supliqué. A lo que mi amigo respondió sumamente preocupado.

— Lizz, ¿qué pasó? ¿Te dijo por qué esa cosa te persigue? — se lo escuchaba tenso.

— Sobre lo que me pasó, no. Nada. Me habló de mi padre. Salió de prisión, y quiere verme. Aparentemente, quiere que vaya a vivir con él. Y sorprendentemente, mi madre está de acuerdo. — Dije sollozando.

— Espera, espera niña. ¿Qué? ¿Va a dejarte ir con ese tipo? ¡Es un delirio! — gritó.

— No es toda la historia completa Chris, por eso quiero verte. Necesito contarte todo. Veámosnos en una hora en el acantilado. Te contaré todo. — Le dije. Chris y yo teníamos nuestro lugar secreto. Era el borde de un hermoso acantilado, cerca de mi casa. Amábamos ir allí, la vista era increíble, además de las flores hermosas que crecían a los alrededores.

Mi amigo respondió afirmativamente. Colgué. Fui al baño a lavarme el rostro. Miré mi reflejo en el espejo, y pude notar el cansancio que denotaban mis ojeras. Estaba harta. Harta de no entender, de sentirme engañada, perseguida, hostigada. Y que, encima de todo, la persona responsable no me crea. Y me arroje a las manos de un hombre que no pude tener contacto en años.

Decidí abrigarme y salir de mi casa, sin decirle nada a mi madre. Ella ya no estaba en el living, asumí que estaría en su habitación, embriagándose como solía hacer después de una pelea conmigo.

Luego de caminar unas pocas cuadras, llegué al acantilado. Chris aún no estaba. Por lo que aproveche el momento para sentirme una con la naturaleza. Cerré mis ojos, respirando el aire fresco. Intentando entender algo de todo aquello que me había ocurrido. Me sentía vacía, sola. Todo lo que sabía de mi padre quizás era mentira. Quizás él no era un asesino, quizás era inocente. Y pagó el precio por un crimen que no cometió. ¿Qué dirían esas cartas? ¿Realmente me querrá? Fueron preguntas que vinieron a mi mente. Mientras estaba sumergida en mis pensamientos y en el suave sonido del viento, una mano me acarició la espalda. Era Chris.

— Hola nena, ¿cómo te sientes? — dijo amorosamente.

— Sinceramente, no lo sé. No puedo describir lo que siento. Estoy desconcertada. — Solté un suspiro.

— Ven, sentémosnos. Traje algo de comer — dijo chris, mientras se sentaba a mi lado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.