Sangre Infernal - El comienzo del mal

Capítulo 5: El tablero.

Nos dimos un abrazo gigantezco. Creo que nunca me había sentido tan protegida y amada.

— Mi dulce Lizz, ¡cuánto tiempo ha pasado! — dijo mi padre dulcemente en mi oído, mientras me acariciaba el cabello.  — Te traje éstas rosas, espero que te gusten. Las elegí para tí. —

— Son hermosas papá, gracias. Vamos, entremos y pidamos algo que muero de hambre. — Me apresuré a abrir la puerta. No me gustaba que el resto de las personas me vieran llorando, después comentaban estupideces, y la verdad no tenía tiempo para esas cosas.

Nos sentamos en una mesa al fondo del bar. Había muy pocas personas, así que aprovechamos la situación para poder hablar cómodos. Ambos, disfrutamos de unas deliciosas rosquillas glaseadas, mientras tomábamos nuestro café doble. Mi padre, me contó de su estadía en la cárcel, aunque sin darme muchos detalles. Me contó que estuvo en una ciudad cerca de la mía, donde la cárcel era bastante tranquila. Ayudaban a los presos a rehabilitarse, les enseñaban un oficio para que el día de mañana, puedan reinsertarse en la sociedad. Luego de un rato de charla, decidí comenzar la "conversación de la verdad." Quería saber todo, oído de su boca, por lo que empecé a indagar.

— Bueno papá, me gustaría saber la verdad. ¿Cuál fue el motivo por el que te encerraron? Mamá me dijo que fuiste cómplice en un homicidio. — Pregunté.

— Tienes derecho a saber hija. Lo que pasó en realidad, es que me encerraron por juntarme con las personas equivocadas y no actuar en el momento justo. En ese momento, tú tenías 2 años y medio. Estábamos a meses de celebrar tu cumpleaños y no teníamos mucho dinero para hacer una fiesta. Tu madre, siempre queriéndo competir con las demás mujeres de su familia, para ver quién le daba las mejores cosas a sus hijos, me gritaba constantemente y se quejaba de que yo me gastaba el dinero en alcohol, mujeres. Cuando la realidad, es que nunca fue así. Yo tenía un trabajo en una fábrica automotriz, de la cuál fui despedido porque la empresa cerró. Por lo que tuve que buscar otro empleo. Conseguí ser ayudante en un taller de la ciudad de Windfair, a unos pocos kilómetros de aquí. Las cosas fueron bien durante el primer mes, hasta que empecé a notar cosas extrañas. Se hacían allí cosas clandestinas. Pero como me pagaron para que me callara la boca yo necesitaba el dinero, seguí trabajando hasta que pudiera conseguir un nuevo empleo. Pero no tuve tiempo. Alguien abrió la boca, y una tarde llegó la policia a desbaratar el lugar. Todo se salió de control, y el dueño del taller, le disparó en la cabeza a un policia, asesinándolo en el acto. Nos encerraron a otro hombre y a mi, por complicidad. Me arrepentí tanto de no haberme ido de ese lugar. Solamente quería juntar el dinero para tu fiesta. Y ni siquiera pude estar ahí. Lo siento tanto Lizz, perdóname. — Culminó su relato con lágrimas en los ojos.

— ¡No me pidas perdón! Sabía que eras inocente. Esa vieja bruja me mintió todos estos años, me escondió tus cartas. ¡Es una maldita!. — Golpee la mesa, haciendo que tambaleara mi taza de café.

— Tranquila hija, ya estamos juntos. Eso es lo que importa. En la cárcel, me preocupaba mucho que nunca respondías mis cartas. Un día tu madre me envió una diciéndome que tú me odiabas, que por eso nunca me enviabas nada. Algo en mi interior me dijo que eso no era cierto, por lo que seguí enviándote tarjetas y cartas hasta que salí de allí. Además, pensaba mucho en si tu madre seguía juntándose con esa gente rara y turbia. ¿Sigue yendo a ese "club"? — se rascó la cabeza pensativo.

La pregunta me desconcertó. "Gente rara y turbia". Mi madre yendo a un "club". No logré entender a qué se refería mi padre.

— ¿A qué te refieres con todo eso? Mamá trabaja en un centro holístico, y sé que va mucha gente por día a atenderse por ella. Sé que lee el tarot, que hace sesiones de clarividencia (aunque nunca le creí nada). Pero nunca escuché nada de un club. A no ser... — Se me iluminó la mente y comencé a atar cabos. — Los sábados por la noche, ella dice que hacen reunión de amigas, y se va como a las diez de la noche. Recién vuelve pasadas las cuatro de la madrugada. Pero nunca conocí a ninguna de esas personas. Siendo un ciudad tan pequeña, debería conocerlas.Siempre por un motivo o por otro, no pude verlas en mi vida. Solamente hablé con una de ellas, creo que se llama Gretel, una vez que llamó a casa. En fin, quizás sea eso a lo que te refieres. —

— Estoy casi seguro que sí. Ella pertenecía a un especie de "club", donde había hombres y mujeres que se reunian a "jugar" con el tablero Ouija. Hacían sesiones de espiritismo, y por lo que sé, tu madre era una de las más fuertes. Ella había logrado hablar con varias personas fallecidas, incluso sé que tuvo un encuentro con un demonio. — Dijo mi padre.




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