Sangre Infernal - El comienzo del mal

Capítulo 7: Presencias.

Me desperté exaltada. No lograba entender bien qué era lo que estaba sucediendo, hasta que otro ruido fuerte me hizo entrar en razón. Se oían pasos, como si alguien caminara nervioso en el ático y hubiera tirado algo. 

— Ay, ¿qué hago? ¿¡Qué hago!? — Dije mientras me tomaba la cabeza, aún acostada en la cama.

— Elizabeth, ¿qué ha sido eso? ¿Estás en el ático? — Gritó mí madre desde la planta baja.

No supe qué responder. Si le decía la verdad, todo lo que intentaba averiguar por mí cuenta se vendría abajo. Por lo que intenté mantener la calma, y no descontrolarme más de lo que ya estaba. 

— ¡NO! So... sólo tiré algo aquí en mí habitación. — Respondí, intentando sonar lo más tranquila posible. Oí como la puerta de su habitación se cerró. Tomé mí computadora y decidí buscar en internet qué solución podría darle a lo que me estaba pasando. Tenía un ser malvado asustándome y sinceramente ya me estaba hartando todo lo que era sobrenatural. No podía dormir, no podía estar tranquila en mí hogar, mí madre que quería entregarme a un demonio. Mí vida entera se había vuelto un caos.

Leí algo sobre agua bendita, también sahumar con sándalo, mirra, salvia, para ahuyentar cualquier entidad. Por lo que me puse en la búsqueda (silenciosa) de estos objetos, recorriendo cada habitación de mí casa. Conseguí agua bendita en el living, en el mueble donde mí madre guardaba sus "cosas del trabajo". También encontré salvia blanca, y una pequeña estampita de San Miguel Arcángel, a la cuál me abrace con fuerza, intentando sentirme protegida. Luego, me la coloqué en el bolsillo izquierdo del pantalón que usaba para dormir, y decidí subir al ático para comenzar la "limpieza".

A todo esto, ya se habían hecho las 03:00 am, hora donde, según dicen, las puertas al inframundo se abren y los seres del más allá pasean a su gusto. Por ende, un frío gélido recorrió mí espina dorsal al ver que mí celular marcó ese momento de la madrugada. Subí despacio las escaleras, mientras en el ático parecía que las cosas se habían calmado. Al entrar, un olor fuerte a azufre me anudó el estómago. Podía ver siluetas de sombras moviéndose en la oscuridad, pero no sabía si realmente estaban ahí o si era mí imaginación. Una rama en la ventana, comenzó a golpear como si quisieran hacerme saber que todo era real, que realmente había abierto una puerta al infierno en mí hogar, y que me sería muy difícil librarme de semejante huésped. Tomé el agua bendita en mis manos, y comencé a rociar el lugar donde la copa se había roto. Aún había algunos vidrios rotos en el suelo. Apenas el agua tocó la madera del piso, se oyó un quejido agudo, como si alguien se estuviera desgarrando. Me quedé paralizada. Apreté fuerte la botella, y seguí tirando por el lugar, sumando ahora las paredes de los lados y el techo. A medida que lo hacía, sentía como el olor se incrementaba, hasta que lo ví: parado delante de mí, con esos ojos negros que te penetraban el alma, estaba Evenom, uno de los príncipes del infierno. La botella cayó de mí mano, haciendo que el agua se derramara casi por completo. 

— ¿Qué crees que haces? Niña ilusa. ¿Crees que con eso, vas a expulsarme a mí? ¡Jajaja! Se necesita mucho más que eso.— Dijo señalando el agua derramada. 

No supe qué hacer, sentía como me reducía a una niña pequeña, pérdida, inmóvil, sin poder pronunciar siquiera un suspiro. Cerré mis ojos lo más fuerte que pude, intentando conectar con algo, no sabía con qué, pero inconcientemente mí alma estaba buscando algo (mejor dicho, alguien) con quién defenderse. Fue en ese momento cuando sentí en mí hombro una mano fuerte, pesada. Y en mí mente, escuché a una mujer decir "tranquila, estoy aquí".

Me giré hacia mí lado derecho, y allí vi parada a una mujer de unos 60 o quizás 70 años de edad, que vestía un manto de color violeta profundo, con una especie de velo que cubría su rostro. Comenzó a caminar hacia el demonio, pronunciando unas palabras que no logré comprender, pero que se notaba que le provocaban mucha furia y dolor al maligno ser. 

— Elizabeth, vete de aquí. Dile a tu madre todo lo que está pasando. Yo voy a entretener a este gusano asqueroso. — Dijo la mujer, con voz firme. Pronunció una especie de conjuro en algún idioma desconocido para mí. Acto seguido, ambos desaparecieron, dejándome parada en el medio del ático, con el agua bendita mojándo mis pies. 

Me senté en el suelo y lloré. Lloré como hacía años no lo hacía. No entendía absolutamente nada, ni porqué todo esto me estaba pasando a mí. Pero no podía detenerme más a desahogarme. Debía recurrir a la persona responsable de todo el caos en mí vida: mí madre.

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Espero de todo corazón que les esté gustando la obra. Los adoro y espero que le den mucho amor a mí primer trabajo. Pido perdón por tardar en escribir. Gracias por tomarse el tiempo de leerme. Los aliento a que se animen, si aún no lo hicieron, y escriban también su obra. Sería un placer para mí poder leerlos. ¡Adelante, almas escritoras! S.W.Rose. 🌬

 

 




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