Sangre Mestiza i: el inicio de la travesía || L1

10. MI CULPA

—¡Oh por Dios! —exclamó aterrorizada— Estoy muerta.

Con rapidez se duchó y preparó psicológicamente para el regaño, porque suponía que el que venía en camino sería descomunal. Bajó con temor las escaleras directo a la sala, donde sus padres la esperaban sentados en el sofá con expresión sería y los brazos cruzados sobre el pecho. Sabían que estaba despierta y eso era una mala señal. «Ya valí» pensó.

—Naomi Nosborn —inició Félix—, espero y aspiro a que tengas una muy buena explicación al por qué, por segunda vez, el vecino deba traerte cargada a casa.

—A las cinco de la mañana, completamente dormida y toda sudada —continuó Nilsa exaltada—. ¿Dónde demonios estabas a esa hora y qué hacías?

—Te escuchamos.

—Bueno, antes de decir cualquier cosa —titubeó Naomi nerviosa— ¿Puedo saber que les dijo Jeimmy?

—¿Por qué importa si él dijo algo o no? —indagó Nilsa molesta— ¿Crees que vio algo que no debía?

—No, es…

—¿Qué hacías en la calle tan temprano? —interrumpió Félix.

—Soy… sonámbula —murmuró Naomi con la mirada gacha.

—¿Perdón? ¿Dijiste algo? —preguntó su madre con sarcasmo— ¿Escuchaste algo Félix? Porque yo no.

—En absoluto.

—Soy sonámbula, ¿sí? —profirió Naomi algo exaltada— Suena extraño y poco probable, pero lo soy.

Ambos la miraban con dureza, sus expresiones reflejaban entre asombro e incredulidad. Naomi sabía que su versión de los acontecimientos era algo absurda, pero era lo único que podía decir por el simple hecho de no saber qué dijo Jeimmy al traerla.

—Se supone que debemos creer semejante historia, ¿no? —vociferó Nilsa.

—¿Desde cuando eres sonámbula? —indagó Félix pensativo.

—¿En serio lo estas considerando, Félix? —Nilsa lo observó extrañada más que molesta.

Este le dedicó una mirada de soslayo, callando sus réplicas de inmediato. Conocía a la perfección a su esposo como para entender ese tipo de mensajes, había algo detrás de todo eso.

—Yo… la primera vez que recuerdo fue… —Naomi tartamudeaba al hablar, sin poder mirar a los ojos a su padre, no le gustaba cuando lo hacía de esa manera— cuando tenía siete años.

—¿Cómo pasó? —habló Félix con calma pasmosa.

—Me despertaba a mitad de la noche en diferentes partes de la casa —explicó Naomi—, no le preste atención hasta que empecé a ir más lejos, como el patio o el jardín.

—¿Por qué lo dices hasta ahora? —vociferó esta vez muy molesto— ¿Eres consciente de lo que pudo haberte pasado?

—Sí, pero…

—Pero ¿qué?

—Lo estaba controlando, hace dos años no pasaba, no sé qué sucedió esta vez —lloriqueaba Naomi—. Desperté y estaba fuera con la bicicleta y… —se quedó callada, solo encogiéndose de hombros.

—¿Pensabas ocultarlo para siempre? ¿Por lo menos entiendes la gravedad del asunto? —la frustración y el enojo era evidente en el tono de su voz, Félix muy poco se alteraba por algo, pero el tema lo sacó de sus casillas.

—No creí que fuese tan… serio —susurró Naomi apenada.

—A tu cuarto —exigió Félix.

—Pero…

—Y castigada —interrumpió Nilsa—, por tiempo indefinido.

Solo asintió resignada, regresando al encierro en su habitación donde, por lo visto, estará por un largo tiempo. Escuchó susurros agitados provenir de la sala, sabía que sus padres estarían discutiendo el tema por un largo periodo. Se tumbó en su cama suspirando de angustia, las cosas no habían salido como esperaba. En realidad, salieron peor que si hubiese dicho la verdad. No entendía porque su padre se había alterado de esa manera, y le dolía que fuese por una mentira. O una dicha a medias.

A decir verdad, el sonambulismo era algo que hacía parte de su vida. No mintió cuando dijo que le ocurría desde los siete y mucho menos en la forma en que se daba. Muchas veces se despertaba por el frio y la incomodidad, para darse cuenta que no estaba en su cuarto. Extrañada, se preguntaba porque se movía de allí por las noches sin tener el control de lo que hacía. Progresivamente iba empeorando, pero se obligó a sí misma a controlarlo tal y como hacía con sus visiones. Una parte de ella creía con fervor que las dos cosas eran paralelas, en el sentido que estaban relacionadas con aquel chico de ojos verde-azules, sin saber con exactitud cómo o el motivo.

Por un lado, entendía la preocupación de su padre. Su sonambulismo podría causar muchos problemas, el primero que se le ocurría era cruzarse con «ellos» durante uno de esos episodios, sin poder defenderse y, por ende, salir herida de gravedad e incluso no poder sobrevivir. Otro sería que, por accidente y llevada por el sueño que estuviese recreando en su cabeza, usara sus habilidades de forma inadecuada llegando a causar daños, o peor, dejarse ver por alguien.

—Eso no puede volver a pasar —susurró con voz quebrada—, nunca debe suceder.

Con el corazón oprimido por la tristeza, recordó aquel día en que todo se salió de control, el inicio de su vida nómada como ella misma lo había llamado.




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