Sangre Mestiza i: el inicio de la travesía || L1

14. AUNQUE TRATE DE EVITARLO

Despertó sobresaltada y con el corazón acelerado. No le gustaba revivir aquel día, el primero en que vio a aquel chico que la atormentaba aún sin saber quién era. En su interior ella sabía que es malo, pero muchas veces la confundía. Sus cambios de actitud, la forma de hablarle, el hecho de ayudarla en los momentos cruciales de vida o muerte como aquella primera vez. Uno en particular, las frases inconclusas y el cambio en sus ojos. ¿Cómo era posible que una persona cambie de color de ojos así de la nada?

Muchas veces pensó y enumeró las causas que podría permitir tal cosa, razones lógicas, pero de igual forma también sopesó en demasiadas ocasiones que fuese solo un producto de su imaginación. Sin embargo, se obligó a sí misma a descarta esa opción, porque, a decir verdad, las visiones se sentían tan reales que dudaba fuese solo invención de su mente. No podía ni debía solo confiarse, tenía que prepararse para cualquier eventualidad.

Se levantó y fue directo a la ducha, necesitaba quitarse los restos del sueño y despejar su cabeza de aquellas imágenes. Al bajar sus padres ya se habían marchado, dejándole una nota pegada a la nevera.

«A partir de hoy estarás sola en la casa, espero seas lo suficientemente responsable como para evitar quemarla en tus intentos por cocinar. Como siempre, te hemos dejado una nota con los quehaceres y todo lo necesario para que cocines, además de dinero extra por si llegas a necesitar algo más. Y sí, te hemos levantado el castigo solo porque falta poco para que entres a clases. No abuses, Naomi Patricia.

Te queremos.

Papá y mamá»

—No sé, pero me siento regañada —se dijo a sí misma—, ya que.

Ojeó la lista de quehaceres, eran tantos que decidió solo desayunar cereal con leche y algo de fruta, cocinar en ese momento le parecía un gasto de energía y tiempo innecesario.

—Me viera mi madre vuelve a castigarme —susurró—, igual no está aquí.

Inició su rutina de aseo, música a todo volumen, las ventanas abiertas para dejar entrar aire fresco y despejar el calor, escoba y trapero en mano. Primero fue la sala, el estudio, el patio, sacar la basura y organizar la cocina para luego preparar el almuerzo y dejar la cena lista. Su habitación sería la última parada, allí donde podía hacer todo el espectáculo posible al bailar sin temor a que la vea quien pasara por el frente de su casa.

Preparó arroz de verduras, carne guisada y ensalada de papa, lo primero que se le ocurrió viendo los ingredientes que había. Almorzó y de inmediato fue a su habitación, pero al subir las escaleras un suave toqueteo en la puerta principal llama su atención.

—Hola Naomi, ¿Cómo te va con el castigo? —la sonrisa burlona de Luke y el brillo intenso en sus ojos impedía molestarse por su comentario.

—Luke —contestó con sarcasmo—, me va muy bien, sabes. Mejor que nunca.

—¿En serio? —exclamó en el mismo tono— ¿No te hace falta salir, manejar bicicleta, atropellar gente o quizá otro intento de suicidio no planeado?

—¿Sabes qué? Estoy algo ocupada, adiós —dijo un poco molesta esta vez.

—Espera —se reía a carcajadas por la expresión de enfado de Naomi—, perdón, pero me gusta hacerte enojar, te ves tierna. Pero hablando en serio, ¿Cuándo te levantan el castigo?

Quedo un poco perpleja ante sus palabras obligándose a reaccionar y contestar. No podía quedarse como piedra cada vez que un chico guapo le decía algo parecido, no si quería mantener su cordura intacta, o lo que quedara de ella.

—Mmmm… depende —titubeó— ¿Para qué sería?

—Lo de la nota era cierto, me encantaría hablar contigo —una sonrisa ladeada iluminó su rostro coqueto.

—En ese caso —anunció Naomi con seriedad—, estaré castigada hasta el próximo año, ahora si me disculpas tengo mucho aseo pendiente.

—¿Qué? En serio…

—En serio, estoy castigada por lo que no debo hablar con nadie… Bye.

Cerró la puerta con lentitud mientras decía esas últimas palabras, dejando anonadado a su vecino. Este solo dejo escapar una suave risa, mirando divertido la puerta que le acababan de cerrar en sus narices. Se marchó siendo observado por una muy sonrojada Naomi, quien no terminaba de creerse lo que acababa de suceder.

Terminó de asear su habitación y se duchó, alistándose para salir en su bicicleta y regresar al bosque. Allí había un esplendoroso árbol esperándola para terminar los últimos detalles de su casita, el refugio anti monstruos. Esperaría a que sus padres llegaran para poder salir, llevaría algunas cosas para decorar y poder distraerse mientras esté allá.

Se miró en el espejo de cuerpo completo, su cabello esta vez mas ondulado que de costumbre, tenía ese peculiar reflejo azul que tanto inquietaba a los demás. Era de color negro como la noche, pero por alguna razón desconocida reflejaba un brillo azul oscuro, como si se hubiese aplicado algún tipo de mascarilla. Pero no, era natural y lo tenía desde aquel día en que sus habilidades despertaron. Un tintineo de llaves y pasos en la entrada, le indicaron que sus padres ya habían llegado.

—¡Caramba! —exclamó su padre al verla bajar por las escaleras— Pero demórate un poco más en salir, ¿no?

—Esperé a que llegaran —replicó Naomi sonriente.




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