Sangre Mestiza i: el inicio de la travesía || L1

22. TODO LO QUE TÚ NUNCA TENDRÁS

Estaba decidido, entrarían al club de música los tres. Sin embargo, Naomi no estaba muy convencida al respecto. Aún se debatía entre ese y el club de baile. Ambas cosas le gustaban, la sensación de adrenalina correr por sus venas mientras bailaba era el elixir que necesitaba en sus momentos de aburrimiento. Por otro lado, la música la tranquilizaba y de cierta forma extrañaba tocar la batería. Hace dos años que había dejado a un lado las clases después de una mudanza más, por lo que temía haber perdido práctica.

Pero, ¿qué tan mal podía salir?

El receso seguía y el hambre apremiaba, por más interesante que sea la conversación, las prioridades mandan y en Naomi, quien llevaba la batuta era su estómago.

—Con permiso, señores —interrumpió Naomi a media conversación—, pero muero de hambre, iré a comprar algo.

—Me traes un dulce —exigió Luke sonriente.

—Dos te voy a traer —contestó con sarcasmo.

—Cuanta generosidad, ¿Si ves que me quieres?

Se dirigió a la cafetería no sin antes golpearlo por «accidente» al levantarse, dejándolo quejarse como niño pequeño. Naomi trataba de mitigar el escándalo que reinaba en todo el lugar, llenando su cabeza de profundos pensamientos. «¿Qué compraré? ¿Doritos o papas? ¿Y si mejor me voy por algo dulce? Un ponqué de chocolate me vendría bien» pensaba. Y en efecto, pudo despejar su mente distrayéndose con lo único que le interesaba en ese momento, comer. Una corta fila de estudiantes rodeaba el quiosco en busca de su merienda, las charlas y risas estaban presentes en todo momento.

—Qué maravilla, mira quién está aquí —exclamó burlona—. Nada más y nada menos que la peliteñida. ¿Nadie te ha dicho que el azul no es un color para el cabello? A menos, claro, que tengas problemas mentales.

Las burlas de sus amigas resonaron por encima de las demás, provocando un silencio expectante entre los demás estudiantes alrededor. Naomi seguía distraída mirando la lejanía, no se había percatado de su presencia hasta que sintió el ambiente enrarecido y a todos observándola con curiosidad.

—Oye, arrastrada, te estoy hablando —Mara vociferaba molesta.

No estaba acostumbrada a ser ignorada y confrontada por nadie, creía ser la reina de la escuela y del pueblo entero. Su belleza e influencia de sus padres le daban esa seguridad y altivez típicas de una niña mimada, haciendo de las suyas cada vez que le venía en gana.

—¿Se supone que hablas conmigo? —indagó Naomi molesta— ¿No querrás mejor hablar con un espejo? Pues como dijiste arrastrada, creí que te estabas describiendo.

—Aquí la única arrastrada eres tú —escupió con furia—, no creas que no me doy cuenta de lo que haces para acercarte a ellos. Hacerte la difícil y fingir inocencia, típico de zorras como tú.

—¿En serio? —contestó Naomi con indiferencia—. ¿Se supone que debo sentirme ofendida por eso? Repítelo cuando tu opinión me importe.

Se aproximaba su turno, la persona encargada de despachar los pedidos lo hacía de forma lenta, todo por el simple hecho de estar más pendiente del espectáculo que de su trabajo. Al igual que los que estaban allí, jamás habían visto que nadie la enfrentara de esa manera. Aun así, se alegraban que alguien por fin la pusiera en su lugar. Muchos estaban hartos de sus caprichos y actitud engreída, pero por miedo a represalias mayores con sus padres se tragaban todas sus palabras y odio contra ella. Era mejor verla feliz y contoneándose como siempre lo hace, a hecha una furia que podía arrasar con todos.

—Estoy de muy buen humor hoy, así que te haré el favor de no responder como se debe a tu insolencia —comentó con ironía—, solo te haré una nueva advertencia. Si te llego a ver otra vez de lanzada con alguno de los tres, desearás jamás haber llegado a Betania. ¿Entendiste?

—Claro que entendí, perfectamente —Naomi se reía con sarcasmo—, pero no tengo la culpa que sean ellos quienes me busquen. Lo siento, pero al parecer mi «inocencia fingida» les resulta más interesante que tu vulgar exhibicionismo. Cariño, lo que se pone en las vitrinas no se vende, se daña de tanto manoseo.

Los susurros, risas contenidas y expresiones de completo asombro y admiración llenaron el ambiente. Fue como si el tiempo se hubiese detenido en ese justo instante, el miedo se podía ver en los rostros de las amigas de Mara, mientras que ella aún no salía de su estupor.

—¿Perdón? —balbuceó obligándose a reaccionar— ¿Quién crees que eres para hablarme así?

—Solo alguien con quien no vas a poder meterte tan fácil —sentenció Naomi con firmeza—, no sé porque los demás te temen ni me interesa, solo te digo que si guerra quieres la tendrás. No me conoces, he convivido con muchas como tú, así que sé perfectamente cómo tratarte, es tu decisión si sigues o me dejas en paz.

Por fin había llegado su turno y como si nada fuera de lo normal estuviese pasando, miró con una enorme sonrisa a la chica tras el mostrador.

—Me das tres chocorramos y un dorito, por favor —dijo con voz suave.

—Claro —contestó la chica asombrada.

—No me ignores como si no estuviese aquí —replicó roja de la ira.

—No es que finja que no estás —contestó sin mirarla—, es que tu presencia no me interesa.




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