Sangre Mestiza i: el inicio de la travesía || L1

29. EXPLICACIONES OBLIGATORIAS

Despertó sobresaltada, aún seguía en su habitación a oscuras y sola. El sonido de voces llamó su atención, sus padres ya estaban en casa. Se encontraba mucho mejor, demasiado para ser cierto. En su abdomen no había nada, ni cicatriz de ningún tipo y no sentía ardor. Las heridas que se había hecho durante su última visión habían desaparecido también, como si nada de eso hubiese pasado. Una venda húmeda y algo fría reposaba en su frente, una muy parecida a la que solía colocar su madre cuando tenía fiebre.

¿Cómo era posible que estuviese totalmente sana? Al inicio había pensado que pudo ser obra de las hadas, ellas estaban cerca cuando cayó inconsciente la primera vez. Pero allí en su habitación, sola, lejos del bosque, ¿Cómo pudo pasar? El único que estuvo allí fue Jeimmy, y era imposible que el haya hecho algo. La única opción que quedaba era su padre, experto en magia curativa. De ser cierta su sospecha, estaría en gravísimos problemas. Decidió ducharse y bajar a enfrentar el problema, si esperaba más la ansiedad podría jugarle una mala pasada.

—Por fin sales de esa habitación, niña —exclamó Nilsa al verla bajar—, creía que dormirías hasta mañana para ir a clases.

—¿Qué hora es? —preguntó con naturalidad.

—Son las siete de la noche —contestó Félix llegando desde el comedor—, y ni siquiera has almorzado.

—Y tampoco cocinaste —recalcó su madre.

—Sí, bueno…

—Yo sé que te estas volviendo a acostumbrar al horario escolar —continuó Nilsa—, pero eso no es excusa para no hacer tus deberes, ¿por lo menos hiciste tarea?

—Para mañana no tenía —contestó Naomi a la defensiva—, y no me di cuenta en qué momento me quede dormida, lo siento. ¿Estoy castigada?

—Debería, pero no —dijo Félix con mirada seria—. Ahora ven a comer, no quieras perder la figura.

—Eso fue un chiste, ¿verdad? —indagó confusa, pero con una sonrisa burlona en su rostro.

—También te va a dar risa el regaño que te daré si no haces caso —añadió Nilsa en tono amenazante.

—Ya, calma mujer —dijo entre risas, caminando lento hacia el comedor sin quitar la vista de su madre.

Cenaron con tranquilidad, charlando de los acontecimientos del día, la escuela y el trabajo. Naomi les comentó sobre la opción de unirse a un club y cómo afectaría su horario de clases, saltándose algunos los detalles en particular los acontecidos después de salir de la escuela. No sabía si sentirse agradecida con su suerte o preocuparse el doble, sus padres no habían dado señales de estar enterados de nada, no había ninguna evidencia que demostrara que eso sucedió en realidad y, a decir verdad, temía que alguien hubiese intercedido por ella en el bosque. ¿Quién sería capaz de hacer algo así? No estaba segura de querer o estar preparada para saber la respuesta.

—¿Ya decidiste a cuál te inscribirás? —preguntó Nilsa curiosa.

—No sé, en realidad no me interesa mucho —contestó distraída—, pero como es obligatorio le seguiré la corriente a Grace, entraremos al de música a ver qué pasa.

—¿Quién es Grace? —intervino Félix.

—Es… —se interrumpió al ver las expresiones llenas de ilusión en los rostros de sus padres— Ya valí.

—Lo sabía, ya tienes amigos —exclamó Nilsa con emoción—, espero no hayas dejado a Luke por fuera, quiero un yerno así de bien parecido y él es un buen candidato.

—Mamá, por favor —reclamó Naomi exasperada—, contrólate. No diré más nada.

—Nilsa, déjala respirar —solicitó Félix con seriedad—, un paso a la vez, no abusemos de nuestra suerte.

—Con ustedes no se puede —se quejó entre risas—, en serio, los voy a demandar por… por lo que sea.

—Quiero ver que lo intentes —retó su padre divertido.

Terminado el bullying, Naomi limpió los trastes que se ensuciaron y salió a garaje, necesitaba ver qué tan mal estaba su bicicleta y si podría arreglarla para usarla el día siguiente. El neumático estaba abierto, por lo que necesitaba comprar uno nuevo.

—¿Algún día aprenderás a conducir sin matarte o tratar de asesinar a alguien? —preguntó Peter llegando por su espalda.

—Hasta no tener mis primeras tres víctimas no —contestó con el ceño fruncido— ¿Quieres ser voluntario?

—No, gracias —le sonrió con dulzura—, es que quiero evitar la fatiga.

Las quejas de Naomi siguieron hasta el cansancio, pero Peter se limitaba a seguir con sus comentarios burlones y risas para molestarla más.

—¿Se supone que en eso irás a la escuela mañana? —preguntó Peter sarcástico.

—Últimamente hace un buen clima en las mañanas —contestó Naomi con diplomacia—, estupendo para caminar un rato.

—Me alegro mucho, esa figura no se cuida sola —el sarcasmo y la burla fueron evidentes en el tono de su voz.

—Me voy a buscar otros amigos, los que tengo no me sirven —exclamó Naomi con fingida indignación.

—¿Segura? ¿Dónde conseguirás uno que sepa de mecánica y que además esté dispuesto a arreglar, por segunda vez, la pobre bicicleta? —indagó con seguridad.

—Peter —dijo Naomi con su expresión de niña buena y una amplia sonrisa—, somos amigos, ¿verdad?




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