Sangre Mestiza i: el inicio de la travesía || L1

47. PERDIENDO EL CONTROL

Regresaron a casa en sus bicicletas a paso lento, Naomi estaba muy cansada después de tanta actividad física en un mismo día. Las burlas de Luke por sus lloriqueos no se hicieron esperar, durante todo el camino le recriminó su mal estado físico, asegurando que se debía al exceso de consumo de comida chatarra.

Sin contar aquel episodio con Mara y sus preocupaciones, había sido un día agradable y lleno de distracciones para su enredada mente. Sin embargo, el regreso a casa y el ver a sus padres implicaba recordar todo lo que la atormentaba. Por primera vez desde hace mucho, creía necesario hacer preguntas sobre la situación. Hubo un tiempo en que las hacía con insistencia, obteniendo solo negativas o respuestas vagas y falsas.

Había pensado que se debía a su edad, siendo muy pequeña para entender la realidad, pero ya estaba lo suficientemente grande y madura para hacerlo, y aun así no le decían nada. Cada vez callaban con mayor firmeza, ocultando la verdad de su propia naturaleza antes sus ojos. De no ser por sus visiones y sus intentos por averiguar lo que sucede a su alrededor, jamás se enteraría de nada.

Gracias a aquella reunión a medianoche pudo aclarar varias de sus sospechas, pero surgieron mil interrogantes más por averiguar. Una de ellas y la que por el momento le causaba más intriga, era con respecto a la señora Nieves, ¿Quién es en realidad? ¿Desde cuándo se conocen sus padres y ella?

Desde ese día que la conoció sintió algo extraño, esa visión fugaz y sensación electrizante al estrechar su mano fue solo la primera señal. No podía sacar demasiadas conjeturas, su relación con ella no era muy extensa. Se limitaba solo un par de saludos, la conversación más larga que había tenido hasta el momento con ella fue el día que la invitó a almorzar en su casa. Ese día la había mirado con añoranza, de la forma en que se mira a alguien que llevas demasiado tiempo extrañando.

Por otro lado, estaba la identidad de sus protectores, lo único que sabía era que era son hombres y no solo uno. Por el tono de sus voces intuía que eran mayores, pero no tanto como sus padres, algo así como adultos jóvenes. Sin embargo, eso no era suficiente para ella; quería ver rostros, poder identificarlos, sentir su aura al igual que con los demás. En ese momento trató de usar su radar, pero no sintió más que el aura de sus padres, ni siquiera detectó la presencia de la señora nieves. Era como si pudiesen ocultar su esencia, hacerla invisible ante todo o por lo menos de ella.

Se duchó tratando de relajar su cuerpo y mente, necesitaba dormir con urgencia y reponer la energía que perdió durante el día. Bajó a cenar sintiéndose un poco más fresca, encontrándose con sus padres en el comedor esperándola.

—¡Que cansancio! —exclamó Nilsa burlona— Casi me contagias.

—Madre, no te burles de tu hija —replicó siguiéndole el juego, no quería demostrar por el momento sus verdaderas emociones—, me duele cada parte de mi cuerpecito.

—Pobrecita —se burló Félix— ¿Qué tanto hiciste que vienes tan cansada y dolorida?

—Tuve clases de deporte y ensayo del club de danza —comentó dando los primeros bocados a su comida—, el profesor de deportes nos detesta, aunque el amor es mutuo.

—¿No estabas en el de música? —indagó Nilsa curiosa.

—Sí, bueno…. Me di cuenta que no es lo mío —se encogió de hombros—, culpa a tu querido vecino Luke por eso.

—¿Querido? —exclamó Félix.

—¿Por qué culparlo? —preguntó Nilsa divertida.

—Por su culpa me hicieron cantar —contestó indignada ignorando la pregunta de su padre—, y no, gracias, prefiero bailar.

—Tu si eres dramática, por Dios —entre risas, blanqueó los ojos ante la expresión exagerada de su hija— ¿Y qué tal te fue en este nuevo club?

—Ahí, más o menos —contestó con desgana.

—A ti no te gusta nada, caramba —expresó Nilsa.

—¿Volverás a cambiarte? —intervino Félix.

—Ya no puedo —se quejó.

Ante su expresión de profundo pesar, las preguntas de sus padres se hicieron más insistentes alargando cada vez más la cena. No la dejarían en paz hasta saber todo, era algo a lo que estaba acostumbrada con ellos. A veces eran demasiado entrometidos en sus asuntos, pero siempre le daban la ayuda y consejos que necesitaba. De no ser por ellos, en muchas de esas ocasiones hubiese tomado malas decisiones, de las cuales se estaría arrepintiendo aún.

Con calma y paciencia, les contó en resumen lo acontecido omitiendo su discusión con Mara, solo dio algunas indirectas sobre su malestar hacia ella sin revelar demasiada información al respecto. Al igual que sus amigos, la felicitaron y elogiaron por sus logros.

—Te lo dije —exclamó Nilsa con ilusión en sus ojos—, este año iba a ser diferente.

—Y sí que lo es —murmuró Naomi.

Durante la cena notó miradas entre sus padres, esas miradas que se dedicaban como en medio de una conversación secreta, una que Naomi jamás había podido descifrar por más que intentara ver más allá de sus ojos, como si se comunicaran por telepatía. Pero en esta había algo diferente, notó desesperación en los ojos de su madre y profundo miedo en los de su padre. En su cabeza navegaban miles de preguntas que quería resolver de una buena vez, sin embargo, sintió la necesidad de callarlas por un poco más de tiempo. Lo que menos quería era atormentarlos más de lo que ya estaban.




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