La calidez del agua recorría su cuerpo dolorido, limpiaba su herida y le producía cierto ardor que le gustaba, el dolor en esos momentos era lo único real que sentía y podía confiar. Se había aferrado demasiado a ello en las últimas horas, no encontraba más salida.
Desde el descubrimiento de sus vecinos como sus supuestos guardianes, las cosas habían sido una pesadilla para Naomi. Deseaba que las mentiras hubiesen sido lo único que eso implicaba, pero había más cosas que le afectaban y no tenían nada que ver con ello. Su paranoia era una de ellas y quería ayuda, pero, ¿cómo hacerlo cuando no sabe en quien podía confiar realmente?
Deseaba poder decirles algo, pero temía lo que pudiese pasar de revelar su verdad. De todas formas, lo único que podía revelar de forma urgente y desesperada era el paradero de su collar, no podía aguantar ni un día más sin tenerlo.
No sabía por qué, pero jamás se sintió tan vacía y ansiosa al perder algo. No le dio tanta importancia antes porque siempre lo llevaba consigo, pero al perderlo las cosas cambiaron y mucho se vio afectado, su tranquilidad en especial. Además, sus pesadillas eran completamente fuera de lo normal y se estaban tornando cada vez más peligrosas.
No entendía el poder del collar, pero según lo que había escuchado, el escudo era más poderoso de lo que incluso sus padres creyeron. No esperaba preguntas sobre ello, y no estaba para hacerla tampoco si sabía que no serían nada, en ese caso, simplemente se limitaría a decir sobre su paradero y esperar que lo recuperaran. Lo haría ella misma, estaba dispuesta a enfrentar a Mara por su collar, pero no podía salir y tampoco estaba de ánimos ni fuerza suficiente para arriesgarse por ello.
Salió un poco más renovada, colocándose una blusa manga larga y esperando ver a sus padres para hablar por primera vez y con más calma desde ese incidente. Ambos estaban en la sala, su padre estudiando papiros y documentos revueltos por toda la mesa del comedor, mientras, su madre hablaba por teléfono en voz baja y expresión asustada.
Por un momento se sintió culpable, ella no era la única estresada con todo ese asunto. Sus padres, al igual que ella, estaban en riesgos de ser encontrados por aquellas criaturas solo por el hecho de estar a su lado. Ambos estaban cansados, ojerosos y asustados, más que ella misma incluso, llevándola a recordar que sabían cosas que ella no y que la gravedad de esto sea la razón de su insistencia en ocultarlo.
¿Estaba segura de querer saberlo? Solo vio como estaban ellos presa del pánico y lo sopesó mucho, demasiado.
Se cubrió el brazo, no era momento para darles más cosas en las que pensar e investigar, como su recientes y más vívidas pesadillas. Un tema a la vez, el primero, su collar.
—¿Cómo te sientes, nena? ¿Te duele la garganta? —indagó Nilsa al verla entrar.
—No, estoy bien, solo cansada —contestó nerviosa—. ¿Qué hacen?
—Investigación, necesitamos saber cómo mitigar tu aura por un tiempo sin tener que usar un hechizo todos los días, eso es desgastante incluso para ti —explicó su padre, desviando por un momento su atención a ella—. ¿Dormiste bien? Tienes ojeras aún, abre los ojos, déjame ver.
Se acercó a ella con intenciones de examinarla cual doctor, abriendo sus ojos y mirando con atención el color de estos. Claro está, no podía hacerlo del todo debido a las lentillas.
—Dormí demasiado, estoy bien, ustedes necesitan dormir más que yo —se quejó Naomi.
—Ya lo hicimos —dijeron ambos al unísono.
—Debes tener hambre, en el horno hay pasta con albóndigas —añadió su madre—, no has comido nada desde ayer, ve.
—Pero quería decirles…
—¡Señor Félix! Encontré… —fue interrumpida, Luke había entrado corriendo con afán a la sala—. ¡Naomi!
Sus ojos grises se enfocaron en ella con tristeza, tal vez era solo la sensación que la invadió en ese momento reflejado en ese brillo que una vez le pareció hipnótico. Sin decir más nada y con el corazón encogido, Naomi solo dio media vuelta y empezó su marcha hacia su habitación.
—Nena, ¿a dónde vas? —indagó su padre.
—Lejos —contestó a secas.
—Ve a comer siquiera, no seas testaruda —le riñó su madre.
A pocos pasos, Luke se interpone en su camino hacia las escaleras, su velocidad era impresionante, pero no se iba a dejar convencer por nada. Estaba herida, le seguía doliendo como nunca antes había sentido. Le habían traicionado.
—Naomi, ¿podemos hablar? —suplicó Luke frente a ella—. Solo un momento, por favor.
—¡Piérdete! —exclamó, desviándose a la cocina sin sentirlo ir detrás suyo.
—¿Ibas a decirme algo, nena? —indagó su padre.
—No era nada, descuida.
Estando en la cocina respiró profundo, el nudo en su garganta empezaba a crecer una vez más, pero se prometió que no volvería a llorar por una causa innecesaria. Tomó agua, creyendo que eso quizás le ayudaría a bajar las ganas de llorar. Se dio un par de golpes en las mejillas y enderezó su postura.
—¡No tiene importancia, solo ignóralo! —se dijo a sí misma.
Revisó el horno, su estómago rugía y no pensaba desaprovechar el momento. Estar triste no significaba que no le diera hambre, mucho menos después de todo ese desgaste de energía. Tuviese ganas o no, su cuerpo le exigía recuperar algo de lo malgastado.
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Editado: 08.12.2024