Sangre Real

[02] Herederos del dragón

El funeral se llevó a cabo con los mejores honores y reconocimientos que durante su gobierno como rey había logrado. El difunto rey Jacobo de Valencia gobernó durante 35 años; a los 20 años ascendió al trono y su gobierno hasta su muerte fue de paz y seguridad. Con su dragón al lado, ningún otro reino se atrevía a amenazarlo, pero ahora, todo cambió. Con su muerte, su linaje se extinguió y el trono se pone en juego.

La concubina Atelea, la más amada por el rey, no pudo darle ningún hijo, tampoco pudo otorgarle el título de reina, quedando ahora exiliada del palacio imperial y de su título como concubina real.

Los nobles se encargarían, por el momento, de la administración y seguridad del reino. No se sentarían en el trono pero regirían como un rey para tomar las mejores decisiones para su gente. Aunque muchos no estuvieron de acuerdo, el duque logró ganarse la confianza y seguridad de la gente, agregándole a su título el de"Duque regente del reino de Valencia", algo con lo que algunos nobles no estaban de acuerdo, pero tampoco podían sustituirlo, después de todo, ese duque es más fuerte que ellos.

Aunque se tome en cuentas la opinión de los demás nobles, si el duque regente ordena algo, ese decreto u orden debe cumplirse. Sin embargo, su regencia no puede durar mucho, ya que en sus manos está buscar a un heredero perfecto para el trono que tenga la sangre de dragón o, al menos, una gota.

—¿Cómo haremos? La sangre se ha vuelto muy espesa en estos años. La concubina, digo, la señorita Atelea, aunque no tenía sangre pura, descendía de un pariente de sangre de dragón.

—¿De qué nos sirve?—pregunta el duque regente mirando al segundo conde, quien había mencionado el origen de la concubina Atelea. —No sirvió para darle un heredero ilegítimo al rey, ¿podrá servir como reina?—menciona con sarcasmo.

—El rey Jacobo era el único con la sangre de dragón pura, hijo de dos parientes cuya sangre de dragón fluía por sus venas. Solo los puros pueden vincularse con el dragón—menciona un varón, llamando la atención de todos. —. Aún si proponemos a algunos herederos de las hermanas del difunto rey, su sangre estará muy diluida, puede que no logren vincularse con el dragón de su majestad.

Todos empezaron a murmurar ante las palabras del varón. Para ser de la baja nobleza, parecía saber muy bien sobre la pureza de la sangre de dragón y como influía para vincularse.

Un guardia entra a la sala del consejo sin tocar, llamando la atención de todos los presentes. El guardia hizo una reverencia ante el duque.

—Perdón por interrumpir—se disculpa con el duque—.Pero es una información bastante importante.

—Ve al grano—ordenó el duque regente con enfado. No le gustaba para nada ver a la gente titubear, lo hacía denotar inseguridad en las palabras.

—Se dice que antes de su muerte el rey dejó un decreto sellado y firmado por él mismo, donde deja el nombre de un heredero.

—¿Dónde está?—pregunta el papá de Aniamara, interrumpiendo al guardia, dejando ver su exaltación.

El duque lo miró muy confundido, pero antes de sospechar de él, decidió saber sobre ese decreto. Después de todo, su plan está bien planeado y está seguro de subir a un "heredero" al trono de Valencia.

—El problema es que quien escribió el decreto lo escondió, al parecer, con él o en alguna parte del palacio. No lo hemos encontrado—comenta nervioso.

—Vuelquen el palacio imperial si es necesario y traigan a la señorita Atelea ante mí. Estoy seguro de que ella debe saber algo, siempre estaba a la par de su majestad.

—Entonces puede que sí haya un heredero—menciona un hombre de barba negra canosa, cabellos desordenados color negro, ojos cafés y con su mirada llena de esperanza.

El duque regente da un golpe a la mesa con su puño, llamando la atención de los presentes que no entendían su disgusto o eso parecía, disgusto o frustración.

—Todavía no aparece ese decreto, y tampoco se asegura que pueda existir uno. Si el rey hubiera tenido un heredero, aunque sea ilegítimo, me lo hubiera informado a mi primero—les menciona a los presentes con molestia.

—¿Qué hacemos entonces? El pueblo exige un rey, el pueblo exige un heredero—cuestiona el marqués.

—Lo tendrá, a su debido tiempo, pero lo tendrá—murmura para sí mismo. Los presentes no lo escucharon pero esperaban la orden —.Busquen a jóvenes, mujeres y niños lo que sea, que al menos en su sangre fluya un poco de sangre de dragón. Yo elegiré durante pruebas a los futuros herederos al trono.

—Sí, duque regente.

Todos salieron de la sala del consejo. El papá de Aniamara iba pensando en lo dicho; en los ojos del duque pudo ver avaricia y sed de poder, pero éste aún no estaba preparado para decir la verdad no sin antes poner a algunos de su lado.

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Aniamara se encuentra tocando el piano, una música relajante y suave quie por poco le provoca sueño a su madre, quien se encuentra cocinando la cena.

—Hija, por favor, me harás dormir en medio de la preparación—le comunica, soltando un bostezo al final. Aniamara deja de tocar.

—Iré a leer entonces—le dice Aniamara, yendo a su habitación, nuevamente azotando la puerta.

Su madre se da cuenta de lo aburrida, desanimada y cansada que se encuentra su hija al estar rodeada de las mismas paredes, pero ella no podía hacer, no hasta que su esposo le ordenara.

—Hola, regresé—avisa el padre de Aniamara quitándose sus zapatos y poniéndose las sandalias para estar un poco más cómodo y descansar sus pies.

Su esposa sale con un delantal puesto y oliendo a pescado, para darle un beso de recibimiento a su marido.

—¿Qué dirán de mí si se enteran que la condesa está cocinando?—se pregunta a sí mismo, viendo a su esposa.

—Dirán que tiene a la mejor esposa—le contesta, dándole un suave besos en los labios —. Además todos saben de dónde provengo, me encanta la cocina y las comidas me quedan ricas—alardea.



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En el texto hay: amor, traición, dragones

Editado: 16.11.2024

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