PALACIO IMPERIAL
—¿Crees que me aceptarán?—pregunta un joven de cabellos rubios, ojos verdes y piel clara, mientras mira el gran palacio que le rodea.
—Te tendrán que aceptar. Después de todo, vas a demostrar que eres el único con la sangre del dragón—le afirma el duque regente con una sonrisa malvada, abrazando a su sobrino.
—Mi sangre no es pura, es mezclada, y cuando digo mezclada es porque en serio está muy diluida—le comenta.
—Leander, mientras te vincules con el dragón de su majestad, no pensarán sobre si tu sangre es diluida—le menciona alejándose de su sobrino. —Siempre y cuando confíes en mí, tengo el plan perfecto para que subas al trono. Solo debes seguir mis instrucciones al pie de la letra—le menciona tomando un mechón de su cabello rubio. —Empezando por ir a la tintorería a cambiar tu cabello de color.
Un trono solo. Un reino sin gobernante. Ningún heredero, o eso todos creen. Cuando todas esas cosas quedan al aire, siempre hay alguien en la oscuridad esperando que todo juegue a su favor.

El padre de Aniamara aún seguía en duda sobre decirle la verdad a su hija. Temía que esta se fuera a exaltar o tan solo reírse por la ridiculez dicha, pero no tenía otra opción. Muy pronto el plazo para llevarle un descendiente terminaría. Aunque no estaba seguro de cómo iba a reaccionar su hija, podía asegurar que ella es la legítima heredera al trono.
La noche llegó. Aniamara se sentó en la sala, su padre se encontraba mirando al suelo, su madre tan solo jugaba con sus dedos nerviosa y, como ninguno de los dos decidía empezar la comunicación, ella la empezó.
—Me has citado aqui porque me tienen que decir algo serio—menciona Aniamara viendo a sus padres. Estos dejan de hacer lo que estaban haciendo y voltean a ver a su hija, que no se encuentra con una cara de muy buenos amigos—. Sea lo que sea, lo tomaré con calma—dice Aniamara para demostrarle seguridad a sus padres y así ellos puedan hablar.
—No es algo que nosotros hubiéramos querido ocultar mucho tiempo...—empieza a decir su madre con un tono dubitativo —. Tu padre sabe cómo son las cosas, la historia detrás de tu...—Aniamara levantó su mano haciendo callar a su madre.
—Sé que no soy su hija biológica—les dice con una expresión tranquila, algo algo dejo muy sorprendidos a sus padres—. Pero desconozco mi origen, mi linaje—menciona viendo al suelo, como buscando respuestas en él.
—¿Cómo lo sabías?—le pregunta su padre aún sin creer que ella ya se hubiera enterado—. ¿Alguna vez nos escuchaste hablar a tu madre y a mí sobre ti?—sigue cuestionando. Aniamara mueve su cabeza en negación.
—No, pero es lógico. Digo, me veo en ustedes, no tengo ninguna característica física que sea similar o igual a ustedes—le contesta relajada, como si ella hubiera estado enterada de hace mucho tiempo.
—Si ya lo sabes, nos quitas una carga a la hora de decirte lo demás—menciona su madre más calmada —Pero es necesario que te enteres de tu verdadero origen, quiénes son tus padres y porqué acabaste en nuestros brazos.
—Lo deseo escuchar—dice Aniamara bastante relajada, aunque por dentro se encuentra asustada y nerviosa por saber la verdad de su verdadero origen.
—Hace años atrás...—la madre fue interrumpida por su esposo.
—Debemos ir al grano—aclara su padre con voz de seriedad, viendo a su esposa—. Eres la hija del difunto rey Jacobo de Valencia.
Esa verdad. Esa verdad que nadie espera. Ella, que pensó sería una campesina o una recogida de algún lado, terminó por ser la hija de un rey.
—Entonces...yo soy...la heredera—menciona Aniamara palabra por palabra, tratando de salir de su asombro. En serio que eso no se lo esperaba.
—Tu madre era una princesa de un reino, vecino pero ahora enemigo. Eres la única descendiente legítima del difunto rey, la única que puede vincularse con el dragón.
Aniamara se sostuvo del sillón. La verdad no era como ella imaginaba; esas palabras eran bastantes fuertes. Ella en serio no se creía ser la heredera de Valencia.
—¿Por qué no me coronaron cuando murió mi padre?—pregunta, sintiendo duda sobre lo que sus padres dicen es verdad. —Si yo hubiera sido su hija, ya estaría sentada en el trono, gobernando.
—Porque nadie sabe, aparte de nosotros, que existes. Tu madre murió al día siguiente de darte a luz. Tu padre no quería que te pasara nada malo; aseguraba que podía tener más hijos aparte de ti, pero...—su padre toma un suspiro—...a su muerte no tuvo más hijos. Antes de su muerte, antes de todo, me afirmó que si no tenía ningún heredero varón, haría un decreto donde te deja como su sucesora, como la heredera.
—¿Dónde está el decreto?¿Por qué aún no estoy estoy el palacio?—cuestiona, aún sin entender nada. Todo le parecía muy fantasioso.
—El decreto no lo encuentran y tengo miedo del duque regente. Siento que trama algo para quedarse con el trono. Necesito que asumas lo que te corresponde, pero no te van a creer si les dices que eres su verdadera hija; solo lo harán hasta que te vincules con el dragón de tu padre.
—Dragón—murmura Aniamara. La misma noche que murió el rey, ella sintió la tristeza de un ser desconocido, el rugir de una bestia y el temblor provocado por esta. Ahora creía que lo que sintió fue producto de ese dragón.
—Te voy a llevar como si fueras una descendiente lejana. Harás que no me conoces y siempre te ayudaré desde las sombras a que nada malo te pase.
—Hija, aunque no eres mu verdadera sangre, te amé. Fuiste la única que le dio sentido a mi vida cuando te tuve en mis brazos. Tu verdadero nombre no es Aniamara; ese nombre te lo di yo por el gran amor que te tengo...tu verdadero nombre es Aliwa, como tu difunta abuela.
—A todo esto...¿Por qué nadie se enteró sobre la relación de mi padre con una princesa y menos sobre mi existencia?
—Eso es porque él tomó a su sobrina, tu madre, la hija de su hermana , quien era reina consorte del reino Stevanor. Hay una ley donde tu padre prohibió unir sangre con sangre, más que todo para su linaje—le responde su padre, sin tener consideración. Si ella quería saber la verdad, tenía que saberla completa.
Editado: 16.11.2024