El príncipe Faráz y el rey Corisio viajan a la frontera de Persia con una legión de quinientos guerreros para reunirse con el rey Elízeo. Llevan varios días de viaje y poco falta para llegar al puerto y embarcarse en un barco por casi tres semanas más. La reunión es en Efeso, es territorio espartano, y que fue acordado por los reyes en la última carta. “Voy a casarme” es la frase que se ha repetido una y otra vez en la cabeza de Faráz sin aceptarlo aún pero siendo su realidad.
Han pasado casi veintiséis años desde la última vez que el rey Elízeo se vio con el rey Corisio, de hecho, fue peleando uno contra el otro en la gran guerra cuando aún eran príncipes. Vaya vueltas que daba la vida, porque ahí van padre e hijo cabalgando para fijar una alianza con el enemigo.
— ¿Cómo era la reina Sadira? —, preguntó Faráz aburrido de tanto silencio. Además pareciera que hablar del pasado con su padre resulta más fácil dada las circunstancias.
— Con el paso del tiempo la reina Dana supo conquistarme y llegué a amarla—, dijo sin responder a la pregunta de su hijo y hablando de la que fue su esposa y madre de él—. Pero volviendo a tu pregunta, la reina Sadira podía cautivar a cualquier hombre con su belleza, te dejaba pensando en ella por un tiempo demasiado largo. Pero si tu pregunta se refiere si la amé, la respuesta es no.
Escuchando aquello el príncipe pudo llegar a la conclusión que no hay peor guerra que la de orgullos heridos. También se imaginó a la reina Sadira, seguramente su primogénita heredó esa belleza, porque aunque no quiere reconocerlo a veces piensa en ella y no precisamente para matarla.
— ¿Por qué hubo disputas entre los persas y los celtas? —, preguntó recordando que alguna vez escuchó que los celtas jamás hubieran permitido la unión del rey Elízeo con la reina Sadira.
— Por territorio—, respondió el rey y continuó—. Años atrás cuando Persia expandió sus dominios hubo dos pueblos celtas que aceptaron acuerdos con Persia de los que no estaba enterado el rey celta, así que se sintió ofendido y rompió todo vínculo con el rey Harum de Persia, las hostilidades continuaron por largo tiempo y empeoraron cuando Sadira huyó con Elízeo. Las represalias terminaron cuando llegaron los romanos y masacraron a toda la familia real, quedando como única sobreviviente la reina Sadira que en aquel entonces aún era princesa, pero como ya se había ido con Elízeo no pudieron matarla. Los romanos pensaron que Persia no movería un solo dedo por los celtas, pero muere el rey Harum padre de Elízeo y al ascender al trono inmediatamente desplazó un enorme ejército a territorio celta y expulsó a los romanos. Al ser la reina Sadira única sobreviviente de la familia real, los celtas la reconocieron como reina y a Elízeo como su rey. Desde entonces todo ese territorio forma parte del imperio persa.
— ¿Será la princesa Daríce aceptada también como reina al morir el rey Elízeo? —, preguntó curioso por su condición de mujer.
— Me parece que ya la han aceptado—, dijo el rey—. He oído que el pueblo la quiere. La reina Sadira ha tenido gran influencia en la educación de sus hijas. Ya de antes se oía del poder que ejercía sobre Elízeo—. Concluyó pensativo.
Por otro lado también se sabe que los celtas tienen un respeto muy particular por sus mujeres que no se vé en muchos lados. En el caso de los espartanos significan el poder y el respeto de la procreación. Sin ellas los ejércitos serían débiles. Están dedicadas a encaminarlos para ser buenos guerreros y esa es la fuerza del imperio espartano, en cambio para los celtas además de eso, también las involucran en la política, en las guerras y las entrenan en armas para defenderse.
— ¿Cree que la princesa persa será una reina adecuada para el imperio espartano? —, preguntó porque le interesa saber la opinión del rey, además no se había puesto a pensar en esas cosas antes.
— Sino lo creyera no estaríamos aquí—, fue la respuesta.
Siguieron cabalgando en silencio mientras el príncipe piensa en Mirza, porque es la forma en que deja de pensar en que va a casarse con otra mujer, una a quien no ama. Así que pensar en Mirza, en su inocencia, la forma en que sus cuerpos se entregan, la manera en que ella lo mira, distraen su mente. Pero luego vienen imágenes de la princesa, la que será su esposa, la que le trae recuerdos de Amir y el momento en que la espada de un guerrero persa lo mató. Y regresa el enojo, la negación ante esa unión. Y después también piensa en Grecia y la amenaza que representan, la cual debe ser frenada a tiempo.
— ¿Cuánto tiempo piensa que pase para que Grecia quiera atacar? —, preguntó después de bastante tiempo en silencio.
— No será precipitadamente después de que se enteren de la unión. Se tomarán el tiempo necesario para reorganizarse. Buscarán más aliados para garantizar la victoria porque ni con el apoyo de Megára será suficiente—, contestó pensativamente.
— Me sigo preguntando qué van a obtener los megarianos de esta guerra—, comentó pensativo el príncipe con evidente incertidumbre.
— Debieron haberles prometido parte del territorio que creen van a conquistar. Sin embargo, conociendo la naturaleza traidora de los griegos posiblemente dentro de sus planes está eliminarlos también para hacerse de Megára—, fue la respuesta del rey.
Siguieron pasando las horas, nuevamente el sol se ocultó y por fin llegaron al embarcadero donde un barco los espera y los llevará a Efeso. Son tres semanas de viaje, haciendo parada de un día en la isla de Creta perteneciente a Esparta.
Pasaron los días y las semanas en altamar, hasta que llegaron a tierra y Faráz sintió un respiro cuando sus pies pisaron el suelo, porque el vaivén de las olas ha terminado y por fin están en Efeso. Ahí los espera Sihan que ha viajado antes para tener todo listo a la llegada del rey y el príncipe.
Todo va en calma según lo informado por Sihan. Los reportes de exploración confirman que no hay peligro por el cual preocuparse. Así que las tiendas de campaña ya están levantadas e inmediatamente Faráz entró a la suya acostándose y pensando en todas las cosas que van a cambiar a partir de mañana después de la reunión con el rey persa. Inconscientemente se preguntó si la princesa Daríce vendría con el rey. Cerró los ojos sintiendo la pesadez y el cansancio de golpe. Ni siquiera se dio cuenta que se durmió al instante y profundamente.
A la mañana siguiente apenas salió el sol se despertó parándose rápidamente, vistiéndose y tomando la espada para dirigirse al río para asearse. Cuando terminó caminó a la tienda de campaña de su padre para reunirse con él. Posteriormente cabalgarán como dos horas hasta el punto acordado donde levantaron una tienda de acampar y una carpa de descanso para el rey Elízeo.
Así inició su día. Nuevamente montado a caballo andando a lado de su padre. A lo lejos vieron la tienda de acampar y mientras se acercan observaron al rey Elízeo sentado. Siguieron avanzando hasta que los reyes quedaron uno frente al otro. Corisio bajó del caballo y ambos se miraron para después saludarse de mano. No puede decirse que como amigos, pero sí con el protocolo correcto de cortesía.
— Rey Corisio. Bienvenido—, dijo el rey Elízeo extendiéndole la mano al príncipe también.
— Bienvenido rey Elízeo—, contestó el otro rey.
Los cambios de uno como del otro son evidentes después de veintiséis años. Uno con el vientre medio abultado que deja ver que se ha sentado en el trono a gobernar y desde ahí dejado a su hijo ganar las batallas. Y el otro rey se nota claramente que su salud no favorece en nada su aspecto. Del hombre que fue quizá queda poco. Se ve realmente enfermo.
— Me gustaría hablar en privado con su Majestad, si me lo permite—, pidió el rey persa.
— Por supuesto—, respondió el rey Corisio.
Como el protocolo lo requiere se enviaron tres guardias espartanos a revisar la tienda de campaña. Al salir asintieron con la cabeza y ambos reyes entraron, cada uno con dos guardias privados. Les llaman Sombras. Inseparables al rey y solo si ellos lo piden pueden retirarse. Minutos después los cuatro Sombras salieron y nadie supo que se habló ahí dentro. Pasó bastante tiempo hasta que ambos salieron. Algo cambió entre ellos. El ambiente se sintió diferente, más amigable. Y después de eso la reunión que los trajo hasta ahí dio comienzo.
Sentados les llevaron alimentos y vino. El diálogo comenzó para establecer los acuerdos de alianza entre ambos imperios, dejando claro que la hegemonía de cada uno queda igual, que la alianza funcionará como en tiempos anteriores. Fue el rey Corisio quien extendió un papel viejo que muchos años atrás fue firmado por los antecesores de ambos imperios. El rey Elízeo tomó los documentos y los hojeo rápidamente mientras Faráz observa la debilidad de sus manos al hacerlo.
El príncipe también los ha leído detenidamente durante el viaje por mar. Considerándolos bastante completos y aceptables aunque hayan sido redactados casi cien años atrás. Harán algunas modificaciones comentaron, pues la nueva alianza será por matrimonio, así que se agregarán algunos términos más.
— Algo que me gustaría comentar es sobre la educación religiosa que será enseñada a los hijos que nazcan de los príncipes, sobre todo por la diversificación de culturas y religiones que existen en Persia—, comentó el rey Corisio.
Se sabe que Persia es un imperio bastante tolerante en cuanto a las creencias religiosas que cada pueblo conquistado tiene, los cuales no son sometidos (como otros imperios hacen) para que adopten un culto en específico, los persas respetan las creencias de los otros, y quien por voluntad adopta sus creencias es aceptado también.
— Ustedes tienen a Amagenon, nosotros a Zaratustra. Pero los pilares son los mismos: Creer en el bien y en el mal, “Pensar, hablar y hacer el bien”. Los hijos que vengan de ésta unión pueden ser ordenados en su religión—, fue la respuesta del rey Elízeo.
Mientras los reyes hablan un concejero de cada imperio toma nota de todo lo que se dice. Poniendo y quitando de acuerdo a lo que más conviene para ambos imperios, siempre dejando claro que Esparta no se somete a Persia o al revés. Si antes funcionó bien esa ecuación no debería haber problemas en la actualidad. Al final de la reunión se celebraron los acuerdos y se puso fecha a la ceremonia de unión, que será en la misma Persia el primer día del mes dentro de tres meses. Una vez unidos en matrimonio la princesa viajará a Esparta y vivirá en el palacio hasta el día que sea coronada reina de Persia. Cuando el rey persa muriera, regresará a Persia en compañía del príncipe para presentarse como soberanos del imperio persa. Y también se dijo que al morir el rey Corisio, Faráz debe regresar para ser coronado rey. Así que de ahí en adelante se deberá construir un palacio en el punto medio de ambos imperios, porque algún día un heredero nacido de los futuros esposos, gobernará ambos imperios y la hegemonía será completada al fin. Aquella es una realidad inevitable y todos lo ven. Un imperio unificado por un solo gobernante.
Ahora que si vemos la situación actual de Persia y las condiciones de su rey, se puede asegurar que el rey Elízeo piensa que morirá pronto, y seguramente es la razón por la cual está haciendo todo rápidamente para proteger y asegurar el ascenso de la princesa al trono.
#35 en Joven Adulto
#1201 en Novela romántica
amor celos odio, poder muerte traición, reyes intrigas ambición
Editado: 15.02.2025