Sangre Rouge

Capitulo 1: ¡Linaje, determinación y poder!

Desde tiempos inmemoriales, el apellido de una familia resuena en pueblos y reinos más allá de las fronteras de Ashendrell, un nombre teñido de muerte y de incontables cadáveres a sus pies, generación tras generación. Otros, más conservadores, los ven como la sombra del rey, aquellos que defienden el reino en las tinieblas y cargan el peso del castigo divino con sus maldiciones.
Ese linaje solo conoce la sangre como castigo y, de esa misma, queda un recordatorio eterno en su poder ocular: el "Ojo Sangriento", que tiñe de rojo sus cabellos como marca característica.
Los Rouge, más conocidos como: "Los demonios pelirrojos".

Cuentan que el primer hombre y fundador que dio inicio a aquella familia, Xavian Rouge, era un chico huérfano de los pueblos bajos. Quizá fue abandonado por su insólito pelo rojo, pues se tenía la creencia de que ello representaba un futuro de muertes y tragedias. O quizá, simplemente, sus padres fueron víctimas de esa dura vida de miserias y lamentos.

Según los documentos, Xavian viviría como vagabundo y mendigo por las calles hasta que un duro invierno de aquella época azotó el reino. Las cosechas se perdieron y la comida empezó a escasear. Tal hambruna afectó incluso a los más acomodados, aunque nunca se compararía con la del chico. Agonizante y con la amenaza de morir de inanición como los demás desafortunados, descubrió un mundo donde, ante la desesperación, el único camino posible era el sicariato.

Xavian cayó bajo los pies de un hombre con botas elegantes y lustradas de negro, donde el reflejo en ellas de su propio rostro moribundo anunciaba su destino.
—Ey... —pateó con curiosidad al escuálido chico bajo sus pies— ¿Quieres comida?—dijo con una sonrisa macabra al verlo despertar con un ceño desolador y ansioso—. Mata a ese hombre y te daré un pan —señaló a un anciano andrajoso en sus últimas, que meramente esperaba su muerte.

El hambriento joven empuñó el cuchillo dado por dicho señor, y, como si hubiese nacido para eso, no se inmutó. Caminó con cautela hacia el mencionado viejo, que ni notó amenaza alguna debido a una enfermedad que lo asfixiaba con una tos seca, acompañada de unos ojos prácticamente cegados por lagañas densas, convirtiéndose en una presa sencilla.
Su corazón latió entusiasmado, como si le emocionara tal sensación. Y, firmando un destino casi predestinado, apuñaló repetidamente al desamparado decrépito. Cada puñalada, como si de un desahogo tratase, una sonrisa de éxtasis lo envolvía. La sangre cubrió rápidamente sus manos, cara, pecho e incluso tiñó de más rojo algunos mechones de emblemático pelo. En total, hizo diez apuñaladas en su abdomen y nueve en el cuello, matándolo inmediata, pero dolorosamente. Aquellas diecinueve puñaladas se volvieron posteriormente un símbolo de la familia Rouge, un número de la fortuna.

—Toma —tocó el hombro del conmocionado Xavian para darle su recompensa, que en la emoción incluso olvidó su motivo inicial; solamente respiraba agitado, como si todo se cerrara en él y el cadáver bajo sus pies—. Come, lo necesitarás si quieres seguirme y sobrevivir —agregó el enigmático hombre mientras reía y se alejaba lentamente entre la niebla del callejón, cuyo único sonido perceptible eran los bocados del perturbado chico.

Los archivos guardados tras generaciones nunca mencionan la identidad del señor en cuestión, pero se rumorea un posible conflicto entre ellos. El censurar el nombre del que dio los primeros cimientos puede deducirse como una grave disputa, ya que, gracias a él, Xavian Rouge se integró subsecuentemente a la banda de mercenarios más temibles conocidas, los "Cruces Negras".

Al tiempo presente, han transcurrido dos siglos de aquel primer acontecimiento. Además del nacimiento de una prominente familia cuya unión de Xavian Rouge y Aelia Fairbairn daría inicio a los famosos Rouge, actualmente con ocho generaciones y una posición poderosa en la política, pero un difamado linaje que los persigue.

La rama principal de los Rouge se aloja en el centro de Ashendrell, en una mansión alejada de los aristócratas a causa de la discriminación que sufren debido a sus historias, legados y, principalmente, su rol de asesinos.

La familia central estaba encabezada por Hadrian, conocido como "el de las mil sombras", un título que se había ganado gracias a su maestría en el dominio del elemento oscuro. Como cabeza de la familia, su presencia imponía respeto y temor a partes iguales. A su lado estaba Isolde, su esposa, mejor conocida en su juventud como "la noble seductora". Se decía que en su época dorada encantaba a los hombres solo para atacarlos, una habilidad que la convirtió en una leyenda dentro de su linaje.
Juntos, habían traído al mundo a tres hijos. El mayor, Alaric, con dieciocho años, era recordado por su carácter inteligente y alegre. Sin embargo, el destino le tenía preparada una tragedia que lo transformaría en "el despiadado". Luego estaba Ezren, de dieciséis años, un joven de expresión serena y determinada, cuyo corazón noble le valió el título de "el héroe", aunque pocos se atrevían a mencionarlo. Por último, Astrid, la menor, con apenas catorce años, quien poseía una mirada confiada y desafiante. En un principio, se ganó el apodo de "la obstinada", pero en los días venideros su nombre sería temido en todo el reino como "la Dama Muerte".

Exterior norte de Ashendrell, Mansión Rouge — 19 de Janwarius, 12:00 del mediodía.

Ezren agitaba una espada larga y delgada de acero, tratando de controlar su fuerza en cada movimiento. Sin embargo, el arma era demasiado ligera para su gusto.
—¡Pff! Necesito una más pesada... —pensó, limpiándose el sudor de la frente, más producto del sol abrasador que del esfuerzo.
Dejó la hoja a un lado y se dirigió al almacén de armas, situado frente a una habitación cercana al patio donde entrenaba. Sus ojos recorrieron las distintas espadas hasta que, casi por instinto, su mirada se topó con una imponente hoja larga, gruesa y pesada. Una sonrisa se dibujó en su rostro. Aquella bestia de filo blanco sería un desafío digno, un entrenamiento perfecto.
La tomó sin dudar y regresó al patio. Pero en cuanto intentó blandirla, el peso lo venció, haciéndolo caer de inmediato. Subestimó su carga.
Se puso de pie con determinación y, con un rugido desafiante, logró completar un oscilante movimiento. Sin embargo, la espada casi lo derriba de nuevo. Aun así, no se rindió. Con cada intento, empuñaba con más fuerza, con más precisión, refinando su técnica con la perseverancia que lo caracterizaba.
¡Fshh! ¡Fshh! El filo cortaba el aire con un sonido limpio y poderoso, como el espíritu inquebrantable del joven Rouge. No era ambición lo que lo movía, sino algo más profundo: la necesidad de no quedarse atrás.
Ezren sentía cómo, poco a poco, sus hermanos se alejaban de él. Todos decían que Alaric y Astrid eran los más prodigiosos de la familia principal. ¿Acaso él no había nacido con el mismo talento?




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