Apulia - 10 Abril - 3050
Los grandes pasillos eran inmensos y hasta cierto punto infinitos a los ojos, con tonos blancos y decoraciones de oro totalmente puro que con solo uno de esos adornos de gran pulcritud yo podría haber obtenido lo suficiente para ganar la ultima parte de mi colección en una subasta de calidad, y aún así, me sobraría lo suficiente para ayudar a mi madre, o eso creí.
Caminando firmemente por esos gigantescos pasillos, una puerta se me hizo increíblemente llamativa, no por su pomposidad, si no por el hecho de verse tan sencilla, de tanta importancia en comparación a otras.
Un hombre mayor de la servidumbre de esa gran villa, caminó velozmente, tomando la delantera sin darme tiempo a verle, y llamando a la puerta con una voz serena y bastante segura de sí mencionó. -Señor, dos y quince.- quizá tratando de indicar la hora del momento pero era algo incierto para mi, ya que cualquier tipo de dispositivo que pasara de los años 2015 estaba totalmente vetado sin oportunidad de oponerse en absoluto. Desde el interior de una habitación escuché un fuerte sonido de aprobación para poder abrir la puerta, dejándome entrar y cerrándose de inmediato. Merodeando visualmente la habitación vi como un hombre de tez morena revisaba un holograma ilegible de lo que pareció ser su horario del día mientras arreglaba viejos papeles. Levanto severamente su mirada y acomodó sus papeles de lado, pareciendo esperar algún tipo de presentación elegante.
—¿Entonces tú eres...? — preguntó esperando algún tipo de respuesta que le pudiera confirmar lo que él pensaba. Con un ligero toque de confusión soltó un jadeo como si su duda se hubiera contestado por sí sola.
—Un gusto, señor Martinelli. — Proseguí sin prestar mucha atención a su pregunta, haciendo una reverencia sin bajar mi mirada sintiendo sobre mi su pequeña expresión de sorpresa. — Permítame decir que su villa es totalmente maravillosa, se ve realmente impecable. — caminé un poco hacia él mientras deambulaba mas con mi mirada hasta que él interrumpió mi inspección.
—Debo admitir que me sorprende el hecho de que sepas mi nombre, pero no es de extrañar que, al igual que yo, investigues sobre tus clientes. — alzando un poco sus cejas dirigió sus palabras hacia mi, soltando una sonrisa leve, hizo un gesto invitando a sentarme en el sofá que estaba justo en frente. —Pero no obtuve una respuesta a mi pregunta. — cruzando sus piernas y brazos, se recostó lévemente en su silla.
Sentado en el puesto indicado lo escaneé cuidadosamente con la mirada, dándome cuenta que en su antebrazo izquierdo resaltaba una cicatriz muy notoria; Hubo un silencio corto hasta que por fin soltó la pregunta que todo mundo se haría si me viera entrar de ese modo.
—Entiendo la necesidad de encubrir una identidad tan importante, su mascara es... — La vio con cuidado, notando que su forma era un poco peculiar y solo se notaba mi ojo izquierdo hacer movimientos leves. —interesante — colocando una de sus manos en su boca. Que forma tan elegante para decir "¿Para qué c#jones ocupa una mascara tan rara?", dibujé en mis labios una gran sonrisa bajo mi mascara y acomodándome en ese sillón, me alisté para decir un par de palabras, mientras que por su parte, él parecía prestar suma atención.
—Yo no vine a hablar sobre mi o mi vida señor Martinelli — tomé un poco de aire. —Saltemos esa tediosa introducción, yo se perfectamente quién es usted y espero lo mismo de su parte — hubo silencio por unos momentos.
Soltó una pequeña risa y ladeo su cabeza ligeramente —¿Tú crees que puedes venir a mi casa y decirme como hacer negocios? — su expresión se volvió gélida. —Aquí las cosas son como yo quiera, no como un francotirador de segunda lo indique — y de nuevo se recostó en su silla.
De inmediato reconocí ese intento casi en vano de ridiculizar mi presencia y estaba a punto de lograrlo, baje mi mirada con intenciones de responderle sin mucha gracia cuando un pequeño destello molestó mi ojo y mi mirada al instante quedo fija en su origen... Ese anillo... con esa hermosa piedra preciosa, que destellaba un color purpura suave al contacto con la luz, desde lejos se veía que era una pieza para personas muy adineradas; Ese hombre egocéntrico y mimado lo tiene,— "Estoy más que seguro que él no necesita esa hermosura en su vida”— pensé en mis adentros al caer en cuenta que esa bella pieza la tiene el famoso Nill Martinelli mejor conocido como " El Demonio de Apulia".
Reaccioné rápidamente y fijé mi mirada en su cara una vez más al ver que él escondía su mano con cautela. Manteniendo una ridícula sonrisa en su cara vio su mano y regreso a mi.
—Debo admitir que tu forma de trabajar es bastante peculiar, ¿Tienes algún equipo o asistente para trabajar? — cuestionó mientras que un par de hologramas aparecían, dejando ver un par de noticias de hace ya varios años. —Trabajaste para la familia del adinerado Benedetti Smith, a los pocos días después se reportó un atraco de 50 mil dólares en efectivo y una pieza de joyería con un jade que irradiaba un color similar al de tus ojos... — al mover un poco su mano hizo que esos hologramas se desvanecieran. —Un color único en su existencia... Pero que pena que se haya perdido, ¿No es así? — Al fin guardando sus palabras.
—Nill Martinelli, veintiocho años, padre, muerto; paradero de su madre, desconocido; nacido un 30 de septiembre de el 3022, italiano desde nacimiento y vaya que sabe de idiomas. — Su risa tonta se disolvió al escucharme hablar, mientras un pequeño holograma salía de un lapicero que un querido amigo hizo para mi.
—¿Cómo carajo metiste eso aquí? — Expresó con notorio enojo pues pareciera que es un caprichoso total.
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Editado: 27.11.2024