Fiesta
— Joder. — Podía sentir como los bellos de mi cuerpo se erizaban al sentir eso.
— Hijo de... — Ni siquiera pude terminar la frase y ¡solo imploraba porque esto se acabara ya!
— ¡Diosssss! — Dije casi en un grito.
Y escuché que empezaron a aporrear la puerta.
— ¡Oye idiota solo es un baño no te están matando! — Escuche a Lilian gritándome del otro lado de la puerta.
— ¡Deja de gritarme puedo quejarme todo lo que quiera, esta es mi casa! — Grite de vuelta.
— ¡Pues también es mía y como no te apresures voy y desenchufo esa cosa para el agua caliente! — La chica del otro lado parecía molesta.
— ¡Que dejes de estar jugando con los flipones de la luz te he dicho! — Escuche a mi hermana regañándola. Y yo suspiré. mientras ella se quejaba.
— Como no te Apures entró y te apagó la luz entonces. — Escuche a Lilian.
Tan amigable como siempre.
Amaba la época de invierno pero ¿¡por que debía hacer tanto frío!?
Y odiaba a mi hermana siempre se vivía quejando de que yo era una asquerosa, un día por no darme un baño no iba a ser fatal igual ni sudaba con el frío que hacía.
Una semanita tan poco sonaba mal.
Pues sí pero ahí si podríamos infartar a los demás una semana no sería tan agradable de... Oler.
Hice una mueca ante la conversación que estaba teniendo conmigo misma como decía yo para no pensar que era una loca que hablaba con su conciencia.
Esos son detalles nada más.
Me duché en menos de diez minutos y me puse rápidamente la bata de baño.
Que ganas de irme a echar a la cama y enchamarrarme.
— ¡Al fin! — Lilian entró apresuradamente al baño y cerro de un portazo, realmente había tardado más en decidirme en ducharme que en lo que me había duchado.
Lilian realmente era un poco pesada a veces sin contar su falta de tacto al hablarle a los demás. Quien la conociera diría que simplemente era una idiota por como es.
En realidad si es una idiota pero ya la queremos así.
Pues como no quererla, ni modo que fuésemos a andar peleando como locas para siempre teniendo en cuenta que ya llevábamos 2 años viviendo aquí juntas.
No sé cómo mi hermana hizo para hacerse amiga de Lilian de verdad, mi hermana es como decirlo ahhh.
Empalagosa.
No, no creo que esa sería el mejor adjetivo para describirla.
Sosa
Naa, ella no era tan Sosa.
Obsesiva.
Naaa, bueno si, obsesiva sería con lo que mejor podría describirla.
En fin es que mi hermana era tan empalagosa y no sé, tan atrevida y optimista y pues Lilian era... Lilian.
Gruñona, abusiva, mal hablada y poco gentil.
Naaaa tan abusiva no era, bueno un poquito si pero ya hasta que tomaba más confianza, aunque a pesar de no decirlo yo sabía que nos amaba.
Además este era el apartamento de mi hermana así que tenía que respetar sus decisiones, al fin y al cabo ella y Lilian, Vivian juntas desde hace años y yo acababa de llegar aquí hace poco.
— ¡Tia! — Mi sobrina me encontró a pesar de mis intentos de ser silenciosa y suspire.
— ¡Cielito! — Dije tratando de sonreír y no demostrar mi cara de querer huir.
— ¿A ti te gusta el hawiwi? — Yo me quedé en blanco tratando de comprender lo que ella decía, no sabía si se le estaba pegando lo de Lilian o de verdad ya así era pero se enfadada tener que repetir las cosas más de dos veces.
— ¿Eh?
— ¡¿Que si a ti te gusta el hawiwi?!
Me estaba frustrando, amaba a mi sobrina pero odiaba no entender a los niños.
— ¿El hau que? — Fruncí el ceño
— El Halloween. — Dijo mi hermana apareciendo con unas decoraciones para la puerta — Ya te dije que es Halloween Amanda. No hawiwi
Mi sobrina pareció enojada ante el hecho que su madre la corrigiera y fruncí el ceño y cruzó sus brazos enojada, justo como lo hacía mi hermana.
De tal palo tal astilla.
— ¡Que estaba hablando con mi tía! — Mi sobrina Amanda se enojó.
— ¡Ey tú! Que tu madre no te mantuvo nueve meses en la panza y te pario durante 7 horas para que la trates así. — Lilian estaba relajada pero sin duda hasta yo me sentía regañada y eso que ni siquiera estaba hablándole fuerte ni nada pero si tenía una mirada de que Amanda estaba haciendo algo malo.
Mi sobrina se mordió el labio y se puso colorada hasta el cuello para luego empezar a llorar.
— ¡Es que nadie me entiende! — Levanto los brazos y se fue directo a la habitación que compartía mi hermana.
— Dios, tiene 4 años y ya siento que estoy lidiando con una adolescente — Dijo mi hermana mientras se sobaba la frente.