Saturno

No debió pasar esto

Mientras más nos acercábamos, más frio hacía, Nereus estaba pensativo, sabía que algo malo pasaría, su mirada estaba fija en la ventana, Astrid aceleraba todo lo que podía, mis manos temblaban, él me toma de la mano, me sorprendió ese gesto.

—Prométeme algo.

—¿Qué?

—Si él te propone matrimonio, no aceptes, debes decir que no.

—No me quiero casar con él, menos después de lo que me entere, lo único que quiero es acabe esta pesadilla.

—Esta pesadilla acaba de comenzar.

—¿Por qué quieres ayudarme? — Me mira y acaricia mi mano.

—Porque sé que te arrepentirás cuando estes sola, cuando tu hijo sea sacrificado, cuando pases las noches sola en un frio pedazo de roca, solo porque tu esposo está tratando de conquistar a alguien más. — Sus palabras me dejaron sin aliento.

—No todas tienen la suerte de Titan.

—¿Suerte? Eso es un martirio, ella no pudo estar con el ser que en realidad ama, no pudo criarme porque estaba entrenando, cuando el empezó a conseguir esposas, sabía que no tenía donde llevarlas para que puedan entrenar, así que hizo un pacto con ella, con tal de hacerme poderoso.

—Cada esposa le da poder.

—No específicamente la esposa, si no sus hijos, es un ser demasiado sádico.

—Así veo, sinceramente no me di cuenta de sus intenciones, debí saberlo, debiste decírmelo.

—¿Para qué?, no me creerías, te hubieras puesto de su lado, Illianis, eres muy valiente, pero debes entender que no puedes tenerlo todo en esa vida.

—Lo se.

Se me hizo un nudo en la garganta, al ver por la ventana el cielo, estaban sus anillos, tal como ocurrió hace 500 años, mis manos temblaron y sé que Nereus estaba igual.

—Ahí está. — Dije desesperada, no había manera de vencerlo, era toda mi culpa.

—Nereus ¿Qué vamos hacer? — Astrid bien nerviosa siento que comienza a acelerar más.

—Tranquila, no te asustes.

—Como quieres que no me asuste, mira quien está ahí, deberíamos irnos a Marte.

—En Marte no nos van a recibir.

—Pero….

—Astrid, respira y conduce, déjame pensar.

—Mi hijo, Nereus mi hijo.

—Lo sé, solo quiero pensar.

—Deberíamos pedirle ayuda a la Tierra. — Dice Astrid sin dejar de conducir.

—No nos ayudara, el simple hecho de que Saturno este ahí, es seguro que sabe lo que está pasando y no va hacer nada, ella siempre se hace a un lado.

—¿Ella? Es mujer.

—Si, Venus y Tierra son las únicas mujeres y las más pacificas, bueno Tierra no tanto. — Dice mientras frunce el ceño, como que si no le cae bien.

—¿Qué pasa con ella? Hablas como si no te cayera bien.

—Es muy…… conformista, ella permite que Saturno venga y se lleve a sus humanos solo para tenerlos de sirvientes, además de nuca tratar de hacer alianza para vencerlo.

—¿Y cómo vences un planeta?

—Tienen leyes, no deben pasar por encima de los demás planetas.

—Que ventaja ser hijo de una luna sabes mucho. — Digo mientras él se pone nervioso.

—Puede ser.

Llegamos a la dirección, era una casa muy grande, estaba un auto estacionado, debería ser Taren, Nereus busco las armas y nos dijo que tomáramos las nuestras, los nervios estaban a flor de piel, no quiero hacerle daño a mi hermano, pero tampoco quiero que le haga daño a mi hijo.

Hace demasiado frio, lo siento está cerca, muy cerca de aquí, el aire esta pesado, como aquella, vez, donde sentía curiosidad, donde sentía que me moriría de la emoción, hoy solo tengo miedo, miedo de cómo voy a salir de todo esto.

Caminamos hacia la puerta de entrada, Nereus la intenta abrir despacio pero no abre, así que la tumba de un solo golpe, entramos y no se ve nada, Astrid enciende las luces.

—¿Qué hace? — Nereus la regaña.

—De igual nos van a matar, con luz o sin luz.

—No hagan ruido, basta.

En eso se escucha un llanto es mi hijo, no lo dudo y corro hacia el segundo piso, tratando de escuchar de donde mismo provenía el grito de mi hijo que su llanto se intensifico más.

Nereus me gritaba que parara, pero era imposible tenía que llegar a él, no podía creer que mi hijo fuera lastimado por Taren su tío que lo había cuidado de bebe, el que le hubiera confiado mi alma. Abro la puerta y ve la peor escena, mi hijo era sujetado y no de una manera amable por Icarus, Taren estaba en el suelo de rodillas sujetado por uno de los soldados de Elithar o más dicho Saturno.

—Sabría que vendrías a mí, preciosa. — Un nudo en la garganta sentí cuando veo a Saturno delante mí, apuntando a mi hermano.

—Elithar. — Solté, él sonríe burlonamente, detrás de mí ya se encuentran Astrid y Nereus.

—Saturno, querida, siempre deseaba escucharlo de tu boca, que me llamaras como soy, pero ya no hay impedimento, lo sabes todo, este traidor como siempre metiéndose donde no lo llaman.

—Aquí el único traidor eres tú, que no se conforma con una sola esposa.

—¿Qué con tu madre? No es demasiado aburrida, muy sentimental que hasta la vez sigue siéndole fiel al maldito de tu padre.

—Tienes 146 esposas, deberías quedarte con quien en realidad te ama.

—No, prefiero coleccionarlas, creo que es mejor que solo soportar una.

Sus manos acariciaban una hermosa daga, al verlo me estremecí, mi hermano estaba en sus manos.

—¿Qué es lo que quieres? — Dije con un tono donde se reflejaba mi rabia.

—Ya lo sabes, no necesito explicártelo, que decepción, no sentí que me esperaras como hace 200 o no 500 años terrestres, Illianis, esa ves sentía que me adorabas, que no ansiabas otra cosa que verme a mí, ahora no lo sentí, que decepción.

—Lo siento, pero nunca te he llamado con esa intención, solo me parecías hermoso en los libros, pensaba que sería un gran espectáculo verte en el cielo, pero nada más.

—¿Nada más? ¿En serio? Illianis, eres patética, desde niña me llamabas, no podía venir por ti porque era eso, solo una niña, cuando ya puedo verte me sales con que tienes lazos familiares fuertes y así no se puede contigo.




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